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La gran mayoría de nosotros, quiero decir los de nuestra generación, tuvimos que luchar mucho para llegar a donde estamos hoy en día, a la gran mayoría de nosotros nos tocó ganarnos lo poco o mucho que hoy tenemos.  Sin embargo, parecería como si este magnífico valor en lugar de enorgullecernos nos produjera un extraño sentimiento o mejor un estúpido resentimiento.  Siempre decimos “yo no quiero que mi hijo pase las dificultades que yo pasé…”, sin darnos cuenta que es justamente gracias a esas dificultades que tuvimos la fuerza y el coraje para salir adelante.  Igualmente decimos: “yo trabajo es para mis hijos”, lo cual también es muy cierto, pero muchas veces se nos olvida darles lo más importante: “fuerza y coraje para ganarse la vida por sí mismos”.

En nuestro medio es muy común aquello de la mujer que tiene un solo hijo y le toca criarlo y sacarlo adelante a ella sola, esto es, sin el apoyo moral ni económico del padre del muchacho.  Y es precisamente en este nicho de la población donde suceden recurrentemente tristes historias como la que voy a relatar a continuación.

Hace ya muchos años conocí, de vista y trato, a una maravillosa pareja de profesionales que tenían un niño.  Eran un ejemplo para la familia y para la sociedad en general tanto por el bonito hogar que conformaban como por los altos cargos profesionales que ocupaban en el sector oficial.  Al muy poco tiempo la ejemplar pareja se disolvió.

Como es apenas lógico, el niño quedó bajo la tutela de la madre.  Una hermosa y elegante profesional; una mujer muy fina y de exquisitos gustos y quien se dedicó por completo a hacer de su hijo un hombre fino, elegante, muy sociable, alegre y amigable.  Todo esto está muy bien. La educación de este muchacho no se pone en duda; sin embargo, sí hay un punto neurálgico en la formación del chico, quien no pudo asimilar el maravilloso ejemplo de entrega y sacrificio que vio en sus padres para salir adelante por sí mismo

Hoy en día la mamá cuenta como su hijo empezó cuatro carreras universitarias, obviamente que ninguna terminó.  Según ella, de la primera carrera que su hijo empezó, hizo tan solo dos semestres, de la segunda y la tercera hizo un semestre de cada una y de la cuarta alcanzó a hacer cuatro semestres.  Se aburría y no volvía a la universidad.  Ella dice:  “a mí por eso no me queda remordimiento alguno porque estudió lo que él quiso y nada le faltó…”.

Y es verdad, qué hombre tan atractivo y elegante.  Se vestía con lo mejor de lo mejor, andaba en los carros más lujosos y modernos, frecuentaba los mejores sitios y se rodeaba de las más lindas chicas.  Como vemos, gustos muy finos y exquisitos sí tuvo este hombre; pero además gustos muy costosos.  Tremendamente lujosa y onerosa fue la vida de este personaje.  Todo esto muy admirable y casi hasta envidiable, sino fuera por…

Esta pinta de hombre, este portento de caballero nunca supo lo que fue ganarse un peso  para costearse sus gravosas aficiones; no, todo salía del bolsillo de la mamá quién sí tiene mucho dinero y quién sí tuvo que estudiar y trabajar para procurarse la vida tan lujosa que ostenta y que le mantuvo a su hijo desde siempre.

Este hombre que se pasó la vida de rumba en rumba, haciendo vida social, sin la menor idea de lo que costaba su divertido status social, dejó sola a la madre cuando apenas estaba por cumplir sus treinta y dos años de vida, porque inmerso en una laguna mental provocada por el exceso en el consumo de alcohol y drogas durante una de sus innumerables rumbas se arrojó de un segundo piso y se desnucó…

 

 

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