Pasillo de luz tenue, respiración agitada, la jornada laboral ha terminado y todos los que decidieron quedarse se han reunido en el auditorio de la empresa. Yo camino apresurado porque ya voy tarde, aunque no sea realmente así. Tarde es para mi, pensaba estar al comienzo de la reunión para poder elegir dónde sentarme, pero como siempre, los mejores planes se arruinan con un cliente al filo del tiempo. El que me tocó me retrasó mas de media hora. En fin, toca resignarse a lo que dicte el destino.
El auditorio es una sala grande con un proyector en el techo y las paredes en blanco con un plástico protector para los disertantes. Lo demás son sillas cómodas con un respaldo para escribir. A un lado está la despensa donde sirven los bocaditos a los alumnos en las noches de capacitación, hoy no, por ahí van pasando los vasos de refresco de cola mezclados con ron, whisky, vodka o lo que hayan llevado los demás.
Es viernes de ch'alla en las oficinas de la ciudad, o sea, una no declarada iniciación de las fiestas de carnaval que aturden a todos durante mínimo cuatro días en esta parte del mundo. A diferencia de lo que pensaba esta vez no quedaron muchos, llego y me encuentro con menos de la mitad del personal. La música suena algo alta pero sin impedir la charla.
Me alegro de ver que nadie está sentado, así que podré elegir sentarme cerca muy cerca de ella.
Recorro el salón y la encuentro, casi en el centro del salón reunida con su inseparable grupito de amigas (costumbre femenina que he observado desde la universidad, siempre están así como protegiéndose entre ellas), sonrío porque por lo menos está allí (consuelo de enamorado tímido, abriendo el paráguas íntimo antes de nada).
Voy al pequeño e improvisado bar y la muchacha de los desayunos en la oficina me pregunta que me gustaría tomar, le digo que me sirva ron y cola (me sorprende verla allí por su cerrada formación religiosa y la molesto con eso) -"Cuidado el diablo te tiente en estas fiestas"- me mira dura y casi sin quererlo me responde -"igual hay que trabajar joven, un extra es un extra"- me deja el vaso y me da la espalda, enojada por mi comentario.
He estado dando vueltas conversando aquí y allí con los demás, poco a poco acercándome al grupito de ella. Ya apenas me quedan un par de metros, hasta las saludé y me respondieron como quien pasa por ahí.
Ya casi estoy con ellas cuando el jefe hace bajar la música y con la voz en alto pide a todos que tengamos los vasos llenos para el brindis. Miro mi vaso y está vacío, miro el de ella y también lo está, aprovecho y me acerco, le quito el vaso suavemente y le pregunto que qué estaba tomando para traérselo, me mira y me sonríe y me dice que whisky con cola -"pero poco wisky"- me recalca, le digo ok y me voy con los dos vasos al bar.
La muchacha me recibe tosca aun, apresurada sirviendo vasos vacíos, aunque tampoco son muchos, le doy los vasos y le pido un whisky y un ron ambos con cola y antes que le especifique el "poco whisky", ya me ha despachado con los vasos servidos a velocidad rayo y cara de pocos amigos, al final pienso que si no le gustan estos festejos podría disimular para no enfadar a los demás, pero en fin, vuelvo donde quiero estar y le doy la bebida a mi dulce tormento mientras aprovecho y me quedo a su lado queriendo iniciar una conversación casual... (como que la vengo pensando desde hace un mes y no se me ocurre nada).
Al final ella se vuelve y me mira, se acerca un poco y me llama con el dedito índice, yo me acerco aturdido y la escucho: "¿sabes lo que es: 'poco whisky'?" me dice y apenas le puedo contestar que no lo serví yo. Queda todo ahí porque el jefe comienza el discurso de circunstancia.
Ni sé que dice, tengo la mirada atenta a ella. Tan arrebatadoramente casual, con tantos detalles que me tienen perdido por ella desde hace tanto tiempo, cada movimiento suyo, el perfil de su rostro marcado por el largo de sus pestañas que miran atenta al jefe, sus ojos intensos; a pesar de su reclamo la veo disfrutar de tragos largos que pronto acabaran con el contenido y yo apenas he probado el mío.
Me aparto un poco para poder disfrutarla mejor, estando cerca soy demasiado obvio y no quiero que los demás en la oficina se den cuenta de mis pesares de amor; termino sentado en uno de los pupitres apartados cerca a una de las paredes, ahí si puedo disfrutar de mirarla un poco sin despertar obvias sospechas. Está hermosa como siempre, vestida con elegancia pero sin resaltar mucho, con un traje ceñido al cuerpo que realza su figura, el cabello lacio y dorado peinado a un costado (se lo ha llevado adelante como para cubrir su rostro, aunque yo la veo perfectamente, aunque los del otro lado no), la veo servirse un último trago de su vaso a la orden de brindis del jefe.
De pronto distingo lo que no debería distinguir, veo su mirada fija adelante, hacia el jefe y un imperceptible beso se escapa de sus labios y una sonrisa ilumina sus labios, giro a ver al jefe y lo veo sonreír mientras bebe también de su vaso y su vista la tiene directamente en ella.
Y vuelve la música y la música se apaga para mi, me tomo el vaso entero de un trago queriendo que la hiel que me recorre el pecho desaparezca instantáneamente y por completo, aun no quiero creer lo que he visto pero no me queda mas remedio, la veo y entiendo ahora esa mirada intensa que no es para mi.
Vuelve a la normalidad la fiesta luego del discurso y todos comentan palabras mas, palabras menos los deseos de prosperidad para todos de parte del jefe; yo no entiendo tanta hipocresía, pero la comparto, hay un odio naciendo en mi que no se detiene ante nada pero el sentido común me detiene y antes de decir nada voy y me hago servir otro vaso por la enojada religiosa del bar que me lo da ya casi sin mirarme.
Vaso tras vaso paso la noche mirando y atando cabos, riendo y sonriendo a los malos chistes que se cuentan siempre en esas reuniones, la miro ofendido y traicionado, la miro con el corazón roto y decepcionado, ella con el jefe, yo en el triángulo mas antiguo que existe, un triángulo donde me he metido sin que me llamen, pero no lo entiendo así, siento que ella me había dado alguna esperanza, con alguna mirada, con algún silencio, con algo, pero se que no es así, solo yo me las construí, por puro idiota enamorado.
Vaso tras vaso pasa el final de la tarde y comienza la noche, traen mas bebida para los que quedamos (que somos solo algunos pero el jefe está ahí asi que hay permiso para seguir).
La bebida suelta la lengua de algunos que cantan lo que suena por los parlantes, de pronto aparece una guitarra, se corta la música y alguien canta, me doy cuenta que es el jefe, entre el vapor del ron lo escucho y lo miro con envidia y celos, lo peor es que ella sigue ahí ahora sentada a su lado escuchándole.
Es bueno con la guitarra el idiota, hasta tiene buena voz. Me revienta...
De pronto una voz a mi lado me dice: -"A que no sabías que está saliendo con Laura"- es el intrigante de Oscar, el de almacenes, trato de apartarme pero estoy mas que medio borracho y me quedo allí teniendo que escuchar al imbécil contarme una historia que no quiero saber.
-"Yo los vi desde el principio" - me dice -"casi puedo decir que fue por mi culpa"- lo miro intrigado -"vos también los hubieras visto"- termina diciendo y ahí si que me descoloqué por completo lo miro con los ojos como platos -"¿yo?"- le pregunto -"claro"- me dice -"hace un mes, para las alasitas, teníamos que ir a jugar canchitas a la feria y tomar un api con pasteles, pero vos no has querido ir, al salir te has ido corriendo por otro lado"- lo miro como si mirara al diablo mismo -"esa noche en la feria se han arreglado"- me termina diciendo -"si yo no le decía al jefe que me acompañe porque vos me habías dejado solo, por ahí y no pasaba nada. Solo me han pedido que no le diga nada a nadie. Ya no hace falta, miralos no mas, hasta de la manito ya están"-
Yo ya no entiendo nada, los miro y si, están de la mano, otro a tomado la guitarra y mientras canta todos nos damos cuenta de la nueva parejita...
Solo atino a querer seguir ahogando mi rabia en mas alcohol, me voy al bar y aun sigue ahí la mojigata de los desayunos y los condenados al infierno.
Me mira y me sirve otro vaso sin preguntar, ya ni le doy las gracias y me salgo. Todo me enfurece.
La noche es fria, el viento golpea duro a la cara, ha llovido como siempre en estas fechas, ya se van todos, es cerca a media noche y como siempre se han ido en grupitos, a los cuales no pertenezco (aun menos desde que comencé a mal contestar a todos), por suerte el jefe "y su novia" se fueron antes.
Yo me quedo ahí, parado, furioso, solo, maldiciendo al destino.
De pronto una mano me toma el brazo y me obliga a caminar.
-"En qué te vas"- me dice como preguntándome
-"¿al infierno?"- le respondo, como queriendo bromear.
-"Tú y tus chistecitos. En que te vas a casa para que te despache"- La miro serio y todavía aturdido.
-"Eso no está bien, yo te despacho primero. No debes andar sola tu tan tarde"-
-"Mira tu el caballero que resultaste ser después de molestarme y hacerme enojar toda la tarde"-
-"Una cosa no le quita a la otra, además para que te metes a una fiesta de herejes"-
-"Me gustan las fiestas, aunque hoy vine a trabajar"-
-"¿Te gustan las fiestas?"-La miro sorprendido mientras caminamos
-"Claro"-
-"¿Y que dice tu pastor al respecto?"- Es ella la que me mira sorprendida ahora.
-"¿Cual pastor?, ¿De qué estas hablando?"- Se detiene y me mira a los ojos
-"Tenía entendido que tu religión condenaba todo lo mundano"-
-"Ah... Oscar estuvo hablando de mi"- me dice y continúa caminando -"pues resulta que solo le dije eso a él para que no me invitara a salir de nuevo"-
-"Buena estrategia"- le digo y termino sonriendo.
-"Lo se"- me responde
La caminata y la charla me han hecho un poco bien y ya no me siento tan borracho, miro a mi nueva amiga y le pregunto si no quiere que la vaya a dejar a su casa, me dice que bueno y tomamos un taxi luego de esperar unos minutos.
Le pido al del taxi que me espere, acompaño a Silvia (me acabo de enterar su nombre) hasta su puerta.
-"Bueno, gracias por acompañarme"-
-"De nada. Y ahora que se que no te enoja el mundo, talvez podría invitarte otro día a salir"- Se lo suelto de pronto, seguro el alcohol todavía sigue funcionando en mi cuerpo, nunca he sido tan directo. Ella sonríe, saca las llaves de su bolso y una cajita.
De pronto la veo agacharse un poco y me doy cuenta que se está sacando sus lentes de contacto.
-"Me están molestando casi desde que salimos de la fiesta"-me dice. Los guarda en la cajita y la mete rápidamente a su bolso.
Mete la llave a la cerradura y luego de abrirla un poco se gira, me mira y me dice: "Haz el intento, tal vez te diga que si, o quien sabe, depende de mi humor ese dia"- Se sonríe y me da un beso en la mejilla.
Después termina de abrir la puerta y entra.
Escucho la puerta cerrarse y me voy al taxi.
Le doy la dirección al taxista y me quedo pensando en Silvia, sin los lentes de contacto me he enterado que tiene los ojos verdes.
Sonrío y solo pienso que tal vez el destino tenga algo que decir todavía...
FIN