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Estando yo muy joven, por allá en los años 90s. tuve una paciente muy especial.  La señorita Lucia era una paciente totalmente postrada, tampoco hablaba y decían que no escuchaba.  No recibía comida, cuando se le iban a dar los alimentos ella cerraba la boca y no había forma de que la volviera a abrir.  Muy angustiada porque mi paciente no comía absolutamente nada, se me ocurrió decirle: “Señorita Lucia, si usted no come se va a morir y yo me voy a quedar sin trabajo…”.  Fue así como empezó  a medio comer un poquito de todo lo que se le daba.  Así estuvimos más o menos cuatro meses.

La señorita Lucia, nunca tuvo hijos, sí crió a dos sobrinos huérfanos y vivía con uno de estos, el  sobrino Psiquiatra quien no se decidía a salir del closet y la hermana de éste, que era casada y vivía aparte.  Estos dos sobrinos hacían todo lo que hubiera que hacer por tener bien, o al menos lo mejor posible, a su tía madre. Problemas de dinero o por dinero no había, sin embargo, la salud de la señorita Lucia empeoraba.

Un sábado, lo recuerdo muy claramente después de muchísimos años, cuando la estaba aseando  vi que tenía en el píe izquierdo un extraño morado.  Yo tenía claro que ella no se había golpeado, entonces pensé: “hummm  ya llegó el final…”.  Yo tengo un extravagante talento y es que dependiendo de mi observación de un paciente puedo darme cuenta, con bastante aproximación, cuánto tiempo de vida le queda.  Yo no sé sí esto es una virtud o tan solo es una fatal coincidencia.

Entonces, ese sábado que le vi el morado en el pie izquierdo a la señorita Lucia, llamamos al médico y este le aumentó la dosis de medicina y pronosticó el desenlace por ahí para la próxima semana.  Sin embargo, yo la veía cada vez peor, volvió a no comer, pero ya no le dije nada, porque yo sabía que estábamos en las últimas…  Llamé a los sobrinos y estos llegaron a eso de la una de la tarde y la señora me preguntó: “¿cómo ve a Luchita, si llega a la próxima semana…?”  No me sorprendió la pregunta tal vez porque la respuesta la tenía muy clara y bien identificada, entonces le dije: “yo le diría que no llega a las cinco de la madrugada…”

Todo esto sucedió el sábado, todos nos reunimos alrededor de la cama de la señorita Lucia y pasamos la noche en vela; a eso de las cuatro de la mañana, la paciente fijó su mirada en mí, en ese mismo instante  recordé que yo le había dicho que ella “no se podía morir porque yo me quedaba sin trabajo”, entonces un sentimiento extraño me acercó a ella y le dije al oído: “váyase tranquila y me cuida desde el cielo…”, en ese mismo instante…

Cuando la solté, en ese preciso momento, un cuadro con la fotografía de la señorita Lucia que estaba colgado  en la pared, al espaldar de la cama, se cayó, se quebró y ella murió…

 

 

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