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Esto de ser abuelo conlleva una serie de habilidades para solucionar problemitas con los nietos; en mi caso una sola nieta que está convencida que el abuelo tiene todas las respuestas y puede darle gusto en todo lo que se le ocurre. Como todos los niños consentidos del mundo si no se le cumple lo que desea en el menor tiempo posible, pues hace uso de la herramienta preferido por los nietos: el berrinche con lágrimas y pataleta. El papá de la niña, que es mi hijo, apoyado en su autoridad paterna soluciona todo con un contundente NO y punto. Creo que eso está bien cuando se trata de un capricho mayúsculo, pero no por una bobada como sucedió en días pasados que estaban de visita. El asunto fue de esta manera:

A mi nieta Violeta le encantan los unicornios desde que vio la foto de uno en una revista; en su casa tiene uno inflable que puede montar y saltar. Un día salimos a caminar y se me ocurrió preguntarle por el dichoso unicornio; pues dicho y hecho, se le metió en la cabecita que quería un unicornio y mi hijo en vez de buscar una solución, se apoyó en una de las armas paternas para contrarrestar el berrinche, la cantaleta; esa repetidora insufrible de un tema una y otra vez que el niño ya no escucha y nos aburrió a los abuelos. Ya iba a llegar a la ´palmada o sacudida para hacerla entender cuando en una vitrina encontré la solución.

Abundan en todas partes los almacenes de todo a mil, dos mil, etc. Y por esta época navideña muchos animalitos de pasta o plástico para el pesebre. Recordé que el unicornio es un caballo con un cuerno en la mitad de la frente y allí, en una caja, entremezclado con ovejas, camellos, patos y otros animalitos navideños estaba un hermoso caballo gris como diciendo: abuelo, yo soy la solución. Mi hijo de inmediato empezó a decir que eso no era un unicornio y a dar explicaciones como si yo no supiera mitología. Tomé la niña de la mano y entramos a la tienda, recogí el caballo y lo pagué, le dije a mi bebé, mira tu unicornio. Ella me dijo No abuelo, esto no es un unicornio, es un caballo. Pero como a mí la cabeza me funciona rápido le dije: Tal vez el cuerno se le cayó entre la caja, ven vamos a buscarlo y, por supuesto, no lo encontramos, pero la niña quedó feliz con su unicornio sin cuerno.

Llegando a la casa, mientras la niña dormía, cogí el taladro y una puntilla sin cabeza, le abrí el hueco en la frente al caballito y le acomodé el cacho para convertirlo en unicornio.

Edgar Tarazona Angel

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