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Siento un nudo del estomago como cuando era niño, esas veces en que mi madre me encontraba a mitad de una travesura o volvia de la escuela despues de recoger mis notas reprobatorias, siempre se formaba ese dolor sordo y hueco en la boca del estomago cuando ella de manera imponente se plantaba delante mio, inamovible e inmisericordiosa, a la espera de que soltara alguna verdad que le habia ocultado. Supongo que la vida me sentencia de nuevo, a decir alguna verdad. Hoy mas que nunca amo ser medico. La carrera medica es un campo furtivo de entrenamiento. Mientras pasaban los semestres evolucionaba en un juez mas duro, frio y exacto, mi ego y asco crecian a la par. Sentenciaba a mi madre, a mis hermanos, al vecino de la casa de al lado, al vagabundo que me atemorizaba camino al hospital. Sindrome de fragilidad, luxacion de cadera congenita, futuro EPOC, trigliceridemia, sus futuras caras palidas, frias y funebres modelaban por mi mente como muchas otras lo habian hecho, lograba imaginar sus muertes como poderoso adivino frente a su bola de cristal.

Por fin el bisturi frio marca la linea media desde el apofisis xifoides hasta el pubis, recordandome el curso de cirugia en sexto semestre, ese dia estaba decidido a dejar la carrera hasta que el olor a piel quemada por el electrocauterio me covencio a resistir un poco mas con tal de seguir experimentando esa xialorrea estimulasda. El ver aquellos cuerpos incomunicantes me causaba cierto placer no sexual que me hacia aborrecer cada vez mas su version viva.

Incomunicantes. Vengo de padres sumamente religiosos por lo que aceptar que un cadaver no vuelve a sentir fue uno de mis primeros shocks mentales en la carrera. En el fondo deseaba que me tomara la mano, que sus ojos en un espasmo entraran en trance con los mios, que su musculo risorio hiciera su funcion con agradable agradecimiento. Pero nunca paso. Pacientes mal agradecidos. Por ello inventaba las peores y mas vergonzosas causas de defuncion, algo que los humillara por la eternidad. Un amor dificil. Era justo, recibian lo que daban, insulto por insulto. O eso creia, hasta ahora, hasta ahora que esa luz del mortuorio me acusa y un nuevo juez se ergue ante el tribunal, su sentencia es dura, puedo sentirla atravezando capa por capa, diseccion por diseccion tal como venia en mi libro de patologia ¿que causa vergonzosa de defuncion me colocara sobre mi pecho? Mi pecho frio, sin vida y funebre pero que aun siente lo suficiente como para saber que amo ser medico.

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