Desventurado amor dejaste huella
en los surcos de piel adormecida,
en mis ojos y boca cual estrella
que se aparta del cielo ya perdida.
Te cruzaste al sino inalcanzable
en tu cruenta jornada contra el mundo,
y mueres malherido y moribundo
con golpes de dolor inenarrable.
Pero te levantaste como el viento
arrasando con todo ante su paso,
y no pudo tomarte aquel fracaso
que anhelaba orillarte a su lamento.
Hoy amo tu recuerdo por fortuna
y lo llevo en mi pecho cual blasón,
donde yace ya muerto el corazón
el que no podrá llenarlo ya ninguna.