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I

Avanzaba fría y somnolienta,
En el cielo la luna sin prisa.
Escapando a los rayos del alba
Demorando la luz y la brisa.

Observaba muy seria en lo alto
Cual imparcial y mudo testigo.
Los desvelos que la bebe llorando
Arrastraba en el barrio consigo.

Varias noches llevaba la infanta
Sin sus ojos cerrar para nada
En la casa ya nadie dormía
Los vecinos no tenían calma.

Los papas de la niña  peleaban
Y de un doctor a otro pasaban.
Más ninguno encontraba la cura
Y el insomnio así se prolongaba.

A la abuela no le daban corte
Ella siempre se los reclamaba
“tan pasando disgustos por gusto,
y a su hija ni ayudan ni calman”

“ya les dije que deben hacer,
les repito este sano consejo,
no la dejen pasar ya mas tiempo
solo Erlinda es que acaba con esto”.

Decidieronse pues a intentarlo,
Al final nada habrían de perder.
No podían seguir esperando
La niña  no quería ni comer.

 

II

Muy temprano mandaron por ella,
Fue Carlitos corriendo a buscarla.
En su casa pequeña y humilde
Teru teru atento vigilaba.

Un jazmín muy pequeño y florido
En la puerta su aroma irradiaba
Un portón de hierro sin pintura
Dos rosales, la aljaba y la parra.

Doña Erlinda salió muy sonriente
Y escucho muy atenta el recado.
Les mando por respuesta enseguida,
“por supuesto que iré de inmediato”

A las diez más o menos llegó
En sus manos no traía nada,
Fue mi abuela  quien la recibió
Le pidió por favor que pasara.

Yo era chico pero bien me acuerdo,
Aunque no comprendía que pasaba
La señora fue hasta la cunita
Allí es donde mi hermanita estaba.

Se acercó despacito hasta ella,
Y le dijo a mi madre tranquila
“Pocha traeme un centímetro largo
vamo’a ver que tiene la Adrianita”.

Le midió del pechito hasta el puño
Y una cuenta creo que murmuraba
La miro a mi mama sin sorpresa,
“no hay ya dudas esta bien ojeada”.

 

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