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Se acercó al coche tambaleándose con las llaves en la mano y como si el Parkinson se hubiese apoderado de ella intentó introducirlas en la cerradura, pero no daba pie con bola, la ingestión de whisky había sido masiva y todo a su alrededor parecía moverse, los rostros habían sufrido algún tipo de mutación. Ojeó en busca de alguien que pudiese ayudarla a abrir la puerta, para los demás ella era invisible, la desolación hacía acto de presencia. Creyó oír un silbido procedente de algún lugar lejano, miro hacía uno de los bloques y vio la imagen de alguien que le hacía señas con la mano, enseguida desapareció. En menos de cinco minutos alguien le tocaba el hombro, se dio la vuelta.

-¿Quién eres?-balbuceó.

-Nos conocemos de vista, estaba en la terraza y te vi un poco perdida  ¿Necesitas ayuda?.

-La puerta-se tambaleó hacía la derecha y cayó sobre el capot-¡Joder!.

-Anda sube a casa, te daré un café.

-Graci...-no le dio tiempo a terminar, no pudo reprimir el vómito.

 

 

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