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Abducciones 

 En un principio era el diablo quien venía junto a mi cama y se sentaba sobre mi pecho, con objeto de impedirme respirar mientras clavaba en mí sus ojos malignos. Infundiéndome gran terror y consternación, lo hacía dos o tres noches por semana. Conforme crecí, cambié mis hábitos de lectura: pasé del género fantástico y de terror a la ciencia-ficción. Entonces, con la misma regularidad con la que el diablo acudiera a mi cama, empecé a ser abducido. Un equipo médico de hombrecillos grises, nunca inferior a tres, me inmovilizaba en la cama mediante extraños poderes; mientras uno de ellos me aplicaba un electrodo en el recto acompañado de pequeñas descargas. Querían obtener mi semen para inseminar a las salvajes amazonas de Omega 3, que, como todo el mundo sabe, odian a los machos y están abocadas a la extinción de no mediar la tecnología y las buenas intenciones de los hombrecillos grises.

            Como quiera que la mayor parte de las noches el electrodo no funciona, una enfermera gris (prefiero pensar que es una hembra aunque no tengo modo de saberlo) me hace una paja con sus manos enguantadas. Harto de tanta exploración rectal intergaláctica acudí a mi médico de cabecera para que me dirigiera a un especialista (un médico forense imagino) mediante el cual elaborar un informe de violación. Primer requisito para cursar la denuncia que pretendía presentar en comisaría. Cual fue mi sorpresa cuando el médico me habló de algo llamado “parálisis del sueño”, una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el estado de sueño y el de vigilia y que según él yo sufría.

            Despaché al matasanos con cajas destempladas. El hecho de que pusiera en duda mis percepciones, más aún, las negara, hizo que me sintiera muy ofendido. Y aunque la lógica nos dicte que, ante dos teorías contrincantes, la posibilidad de errar es menor cuando se escoge la menos descabellada, prefiero creer en mis propios sentidos. Además, olvidé mencionar que soy norteamericano y uno de cada cien de nosotros cree haber sido abducido varias veces a lo largo de su vida. Así que, mal que le pese al doctor y a algún que otro escéptico, preservaré mi semen para las agresivas amazonas de Omega 3.

            Despaché al matasanos con cajas destempladas. El hecho de que pusiera en duda mis percepciones, más aún, las negara, hizo que me sintiera muy ofendido. Y aunque la lógica nos dicte que, ante dos teorías contrincantes, la posibilidad de errar es menor cuando se escoge la menos descabellada, prefiero creer en mis propios sentidos. Además, olvidé mencionar que soy norteamericano y uno de cada cien de nosotros cree haber sido abducido varias veces a lo largo de su vida. Así que, mal que le pese al doctor y a algún que otro escéptico, preservaré mi semen para las agresivas amazonas de Omega 3.

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