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     Hirochima, 1945. El viejo Ror, Se desveló casi toda la noche, giro de un lado a otro su desgastado cuerpo, miro el reloj, 2:30 am, cerro nuevamente los ojos, no obstante los pensamientos iban y venían, que hago? Todo aquello en la mente eran solo teoría y suposiciones,  ideas en como hacer fortuna, pero ninguna eficaz, he pasado toda mi vida buscando la fórmula perfecta para crear mi piedra filosofal, el sueño dorado, el poder de la mano de Midas, solo aquello que en un corto plazo me diese esa satisfacción. He fallado, pero aún estoy con vida esa es buena señal.

   Al  amanecer busco entre sus viejas herramientas, un pico y una pala para minería liviana, armo una mochila con ropa y algunos cachivaches, un viejo cuchillo de cacería que había conservado de cuando aún era joven su padre, la herencia de varias generaciones, el polvoriento buen amigo winchester, calibre 38, una caja de municiones, se preparó un café puro, tinto, como el petróleo mismo, lo tomo sorbo a sorbo, sin arrugar la cara, en el fondo de la taza quedó un poco, y lo arrojo al piso, ! Por los muertos!, miro al Este cardinal nuevamente, ya el sol se había levantado lo suficiente, como para saber que la tienda donde venden suministros podría estar abierta, camino unas cuadras, entro a la tienda; Buenos días, Thomas, buen día, viejo Ror, haaa, viejas mis barbas, estamos al día? ¡Déjame revisar, -Thomas, buscó en los polvorientos libros de anotaciones, si estamos aggiornato! Hey me llevaré algunas cosas, ok Ror; compro comida, otras cosas, Dasvidaniya thomas. salió de la tienda y emprendió su camino  a la casa.


¡Que paso Raymonot, mulo quejón!, porque?, me miras con eso ojos, hoy nos toca ir a la montaña, así que prepara tu lomo gris, la travesía será algo corta, solo algunas leguas. En el camino hay un pequeño arroyo que delimita el paso a los pajares de la vieja montaña, allí  hay una piedra de tamaño significativo que le impedía pasar con tranquilidad al otro lado del arroyo, cada vez que la veía se quejaba y la golpeaba con la palma de la mano, pensando en su adentro, su mente y en soliloquios! Dijo!, eres un obstáculo en mi camino, ya verás algún día, algún día, te sacaré de mi camino!. La miro de reojo como si la piedra entendía lo que decía, se acomodó la mochila, tomo las riendas del mulo,  y se adentró en la vieja montaña. Camino unos cinco o seis kilómetros más hacia la espesura de aquella montaña, el ambiente se había tornado un poco más cálido, saco una vieja y desgastada cantimplora de agua, tomo varios sorbos, miro a su alrededor y en un susurro mental, -se dijo-  este es buen lugar para levantar el campamento; al cabo de un buen rato de trabajo arduo, el campamento estaba listo; prendió unos leños, cocinó algo de comer y preparo un poco de café.

Al filo de la noche, sentado frente a la hoguera, observando las chispas que saltaban de la madera encendida, entre el humo lánguido y tenue sonido que emite la madera al quemarse, se escuchaban los sonidos del viento, que murmuraban en las ramas de aquello árboles, la noche acompañada de la luna, hacía de luminaria, y se podía ver con más claridad el fondo de aquel cielo estrellado, de vez en cuando algunas nubes movidas por el viento, hacían de mantas semi transparentes y cobijo a la luna y el brillo lunar iba y venía entre nubes.

Al paso de las horas de la noche, se recostó de lado, tomo rifle y lo puso debajo de las mantas. el viejo Ror de sueño liviano, se despertó durante aquellas noches, escuchaba pisadas y olfateos, sabía que eso no era un simple animal, era un oso atraído por el olor a comida y la luz que emite la fogata, armo el rifle y disparo en dirección de aquella gruesa sombra y otros disparos de advertencia para ahuyentar al oso. -pensó- ! Quizás le di! con eso lo mantendré alejado del campamento.

La pelea fue brutal, las garras de aquel monumental oso, golpeo con fuerza el cuerpo de aquella loba que solo buscaban proteger al único pequeño lobezno, sin embargo la fuerza brutal del oso, supero en creces, dando de baja a la joven loba, al ver que la loba no se movía la olfateo, la pateo de un lado a otro, mordisqueo un buen rato algunas partes blandas, sacio su sed de hambre y siguió su camino  a la madriguera del lobezno; Ror al  ver aquella escena, disparo vario tiros al aire para ahuyentar al oso, como resultado el oso se alejó de la madriguera del lobezno. El viejo Ror se acercó con cautela a la madriguera de la loba, tomo al lobezno lo metió entre su chaqueta y se alejó de aquel épico escenario de guerra y muerte.   

Aullidos, nombre que le dio Ror, al lobezno de pelaje gris, ojos color ámbar, juguetón y curioso, que al cabo de unos meses creció y hizo de compañía al viejo Ror, solo por un buen tiempo, ya que su naturaleza salvaje del lobo los separaría en su madures.     

Al pasar unos meses sin lograr hallar nada en los parajes de la montaña, solo algunas pieles descendió de nuevo por los viejos linderos, al llegar a arroyo miro la piedra, tomo el pico y descargo su ira y frustración sobre aquella piedra, tajo a tajo, trozo a trozo la fue reduciendo a diferente pedazo, pero aun su objetivo de reducirla a polvo estaba lejos de lograrlo en un corto plazo. Se quitó el sombrero, saco un pañuelo de su bolsillo, lo mojo y lo coloco en su cara, se quitó el sudor, lo exprimió, tomo el pico lo coloco en su hombro derecho, miro la roca apuntándola con su dedo de Juez ejecutor y dijo! No he terminado contigo!, mañana seguiré.

Salió del arroyo y en las cercanía del mismo, monto su tienda de campaña, al terminar saco una red de pescar, después de varios intentos, saco algunos peces, prendió una pequeña fogata los cocino y procedió a comerlos con tranquilidad; al terminar de comer se recostó sobre la tierra y miro al cielo, y se quedó largo rato observando las nubes hasta que el cansancio y sueño lo vencieron.

   Al despertar, el nuevo día había llegado, en el horizonte el sol asomaba su amarilla cabellera,  tomo el pico y la pala y prosiguió ir a arroyo a golpear la piedra, pero esta vez, más pausado, calmado, como si los latidos del corazón le diera el tiempo en cada golpe, de vez en cuando paraba, mojaba la roca y la golpeaba para ablandar sus venas, tanto fue su desempeño que logro partirla en dos pedazos; el agua se tornaba turbia al caer la piedra partida de lado a lado, al aclararse el agua y entre aquella grieta vio algo que lo dejo perplejo y sin aliento, lo que tanto anhelaba, el brillo, el brillo querido! Oro, era Oro!, allí, al frente de sus ojos, la piedra en el camino, con la que tanto tropecé, fue la solución a mis problemas, de haberlo sabido antes te hubiese sacado del camino, pero tantas piedras, cuantos tropieces en la vida, pero solo esta, esa era mi piedra filosofal. ojalá el universo no saque a relucir sus cartas de póker con su fatídica mano.       

RAR 2021

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