“Al transcurrir, cambia; al cambiar,
vuelve incesantemente a su origen.”
Octavio Paz
1. Una música en lontananza nos convoca desde el centro de una memoria que persiste, incesante. Pretendemos desvincularnos de tales remembranzas, empero cuando los días se interrumpen volvemos a mirar el espejo negro de nuestras añoranzas y es cuando el jaguar nos muestra, fortuitas, sus manchas; es sólo un instante, pero basta para traernos la desolación y el anatema.
2. Las imágenes que nos acosan se desdibujan en una secuencia prolongada de líneas etéreas donde flotan lugares comunes, donde agonizan música y palabras. En tales instancias no es plausible recogerse en el olvido, no nos es dada la desmemoria; nos estremecemos y es en ese instante de confusión y desventura cuando, lenta y precisa, la sombra del jaguar se abate sobre nuestras indefensas murallas. En esos instantes el más insignificante recuerdo es la bendición que nos exime.
3. Ahora observo los colores y las manchas, signos sacros, que se estremecen en su piel; oro desvaído, sombra y luz, que caen como una lluvia argenta, añadiendo incógnitas al poema que se zambulle, icónico, escindido en esa seda de fervor y sangre. Entonces el jaguar me mira y en sus ojos, esmeraldas ígneas, veo los siglos manchados de ese azulvioleta, sobre ocres de piedra, con que RAÚL se come la vida. Algunos sueños resbalan en los adoquines de esta calle que nos conduce a su guarida.
4. No miro a RAÚL, no tengo que mirarlo para leer sus pensamientos, para saber que camina dispuesto al desvelamiento, que su mano va firme sobre la empuñadura del pincel-daga de obsidiana y que el animal que ronda su alma esta presto al combate. El frío de la noche penetra mis ropajes, trato de descubrir en las sombras la presencia del silencio innombrado y sólo percibo el hueco sonido del alma del jaguar que ahora sabe que le encontraremos. Que el instante es inminente.
5 .“Estoy aquí esperando la palabra
Soy un desierto ansiando lluvia y flores de mañana”
Dimas Lidio Pitty
RAÚL VÁSQUEZ SÁEZ, disuelto sobre la luz de un horizonte no mensurado, carne, sangre, sueños, misterio y ternura, cierra las imágenes afirmando la imposibilidad del no color, certificando la cuadratura elipsoidal del círculo, desgarrando las imposibilidades del obscuro lugar que nombramos poesía, donde se deslíen con insistencia las concreciones de un esbozo, de una mancha, de un color, que al resbalar por sus dedos me inaugura esos caminos que el jaguar ha deambulado por todos los siglos: reflejo de vida, de tierra, de primer encuentro. Ahora el jaguar es él.
6. Ahora el jaguar es él. Puedo mirar el color inescrutable de sus ojos cárdenos, puedo encontrar, en ellos, la bruma de una tarde donde formas, cromatura y verbo se instalan para grabar palabras agotadas, reinventarlas y construir el mito del jaguar y de cómo creó al hombre a su imagen y semejanza; de cómo repartió peces y panes y de cómo del agua hace un néctar que los dioses envidian. En sus ojos está todo eso y está también el augurio del porvenir. Por ello el jaguar intimida a los hombres: el porvenir es un arcano impensable.
7. Ahora el jaguar es él. De sus fauces, poderosas, deslumbrantes, se descuelgan las palabras como misterios cotidianos: “…una puerta / y cruzo en alucinación / el misterio /// no soy vacío / no soy sombra /// tampoco soy tambor / de augurios” Le miro profundo e intuyo su soledad, su desgarrado conocimiento de la verdad, su encuentro con el silencio más devastador; argonauta de su propia alma nos diría, con Borges: “La meta es el olvido. / Yo he llegado antes.” No obstante, pausado, con movimientos armoniosos, conociendo los sesgos del destino, graba en la arena, con caligrafía amorosa, su propia y breve historia: “Se asomó / caminó / y / se fue” Ahora, por todo el tiempo y fuera del tiempo… ¡EL JAGUAR ES ÉL!
Manuel E. Montilla
Agosto, 10 de 2009
David, Chiriquí, Panamá
Apartado Postal 0426 – 01137
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