- Hoy, en la noche antes de que salir y abordar el metro, antes de que caminemos por los pasillos empedrados siendo golpeados en los rostros por las brisas, antes que las aves dejen de cantar en las copas de los árboles y las gotas de lluvia amenacen nuestros pasos; detendré la marcha por un instante, por un segundo.
(En un mes de septiembre, en una verdadera época lluviosa a las 19:00 hrs., el sonido del violín se desprende del sauce, del pino y la caoba, dejando vagar notas sueltas, puras, que llegan a los oídos y se estrellan en los tímpanos)
- Amigos los invitamos cordialmente.
- Es una grata experiencia.
Hace tiempo que llovía. Parado en las escaleras que daban a la entrada de la estación esperaba junto con otras personas a que pasara la tormenta. Ráfagas de pequeñas gotas eran de vez en cuando lanzadas al interior provocando algunos estremecimientos y maldiciones al mal tiempo.
- ¿Qué has querido decir aquí?
- Tengo una manera de pensar extraña.
(Y el músico toca de una manera precisa e impropia, dejando clara su presencia; en estos edificios derruidos su música se deja escuchar de vez en cuando)
¿Qué hacer?; sacaba una pluma y un cuaderno, posesionado por la simple situación o el ocio circundante, trazaba, bosquejaba formas y figuras que mi mente se empeñaba en escribir, tantear e imaginar como si fueran realidades tangibles.
Al final los guardaba, en verdad no me apetecía; contemplaba la lluvia…
- ¿Por qué me habla así?
- Disculpa, no se a que te refieres.
(Es de lamentar lo corta de la melodía; los bosques se enojan y la tierra enfurece)
Hoy; han pasado 25 minutos, guardas el reloj y saboreas aquellas palabras cenicientas que se quedaron en tu boca; sacas una botella de agua y bebes hasta sentir el ardor recorrer tu garganta. En la mente solo esta ella.
(Los cielos enloquecen; el artista guarda el instrumento y corre, no quiere enfrentarse a lo que aprecia y en cada una de sus notas expresa)
Se había enojado…
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