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En tiempos de los abuelos míos, hago la aclaración porque ahora hay abuelos de 40 años, en todas las casas y debajo de las camas existía un recipiente que ya está extinguido, o casi, por fortuna. Digo por fortuna porque los desechos humanos jamás tienen un olor agradable y las alcobas de antaño se aromatizaban con los perfumes que emanaban de las bacinicas. Este artefacto recibe varios nombres: bacinilla, bacinica, mica y, aunque muchos creen que su único fin era recibir los excrementos humanos, están faltos de información. Cuando estaba de moda se usaba para muchos fines.

Para los sitios web donde publico este artículo con fotos no hay necesidad de describirla pero, para donde no caben ilustraciones debo decir como son, o como eran. Hagan de cuenta un pocillo grande con una oreja  al lado derecho (si la persona era zurda entonces digamos que del lado izquierdo) se encontraban por tallas según el tamaño del culo de los usuarios. Y aquí cabe otra aclaración, los hombres, por regla general, la usaban en las noches para orinar, lo mismo que las damas, pero ellas no podían atinar desde paradas. Y para lo otro pues tanto unos como las otras lo hacían sentados.

La razón de la existencia de este recipiente era la distancia entre los dormitorios y las letrinas y los inodoros (que no son lo mismo) para evitar los malos olores o hedores, los lugares para desocupar la vejiga y los intestinos estaban al fondo del solar de las casas. En algunas donde pasé mi infancia esos cuartos para desocupar los desechos orgánicos quedaban a unos treinta metros de la casa; si estaba muy oscuro o lloviendo era una tortura, de manera que bienvenida la mica.

Una costumbre sucia por no decir puerca, era la de escupir y se hacía en cualquier parte. Durante las visitas los señores, las señoras eran menos escupidoras, tenían a su disposición una vasija que ya despareció; la escupidera. En las casas donde no tenían este recipiente ponían bacinillas. Y cuando empezaron a proliferar los predicadores cristianos puerta a puerta, una manera muy cochina de espantarlos era arrojándoles el contenido de las micas desde el balcón de las casas de dos o más pisos.

En nuestros juegos infantiles, después de ver películas de guerra, en las cuales siempre perdían los alemanes y los japoneses, nos repartíamos los papeles y a falta de cascos, pues le poníamos oficio a las bacenillas. En alguna parte encontré fotos de esos tiempos pero mis primos y amigos las rompieron y me dejaron sin pruebas.
Y,  como no puedo dejar de contar una historia de los borrachos de mi pueblo, cuando se reunían a beber con poco dinero, reunían los billetes que tenían entre todos y preparaban un brebaje con cerveza, aguardiente, chicha y lo que fuera embriagador y no pocas veces lo prepararon entre una mica usada por falta de otro recipiente; al principio bebían con gestos de asco pero, como el alcohol quita todas las barreras pues bebían en nombre de los culos que se habían sentado en ese trono.

Referencia literaria a estos usos se encuentra en Cien años de Soledad de García Márquez.

 

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