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Capítulo 11: “Conociendo a Rocío”

El velatorio de Leontina Sosa se hizo en el mismo rancho, muchos paisanos de la zona y que conocían bastamente a la mujer que según se decía era bisnieta del cacique ranquel Mariano Rosas, se acercaron al lugar, también lo hicieron los Rivera Moscoso, Stella sobre todo quería estar acompañando a Tomás, pero desde la distancia, él tampoco se acercó a ella aunque lo necesitaba. Guardaba todo su dolor por la repentina é inexplicable desaparición de su madre. Federico concurrió al sepelio que se realizó en el cementerio del pueblo.

Varios kilómetros recorridos algunos a caballo, otros en camioneta, Federico con su primo en el jeep. Allí pudo ver a la distancia, mientras el padre Antonio rezaba una oración fúnebre, a una hermosa joven que vestía de negro y calzaba alpargatas, el cabello recogido dejaba en libertad la frescura de su juventud en aquel hermoso rostro moreno, ¿Quién será? Se preguntó Federico porque de inmediato se sintió atraído por aquella joven. Pero, al preguntarle a Roberto, éste hizo gesto de ignorar de quien se trataba. Pasada la ceremonia, a la que el coronel no asistió y la peonada tuvo que desistir de concurrir debido a que el patrón no autorizó su concurrencia al cementerio. Solo Cipriano y Tomás estaban ese día eximidos.

Stella siguió de cerca a Tomás, ya habría ocasión de un reencuentro, de momento lo ignoró. Cumplido el rito religioso, se depositó el féretro en la tierra y los Vega en soledad permanecieron por un rato más en el lugar, la joven extraña se quedó parada al costado de Tomás. El joven puso su brazo derecho sobre el hombro de la muchacha, permanecieron en silencio, era el póstumo homenaje en soledad que la familia le hacía a Leontina. Al fin Tomás se dirigió a la muchacha:

-Rocío ¿te quedarás en el rancho o retornarás al campo de los Juárez?

Rocío, se acercó a Cipriano y expresó su pedido:

-Si no les molesta, preferiría quedarme y ayudar…sé muy bien que no podría reemplazar a doña Leontina, jamás, pero, podría ayudar, han quedado solos, no hay mujer en la casa que haga los quehaceres diarios, me ofrezco de corazón, le debo mucho a su esposa, lo menos que podría hacer en su honor.

- Hija – respondió Cipriano – es muy loable de tu parte lo que pretendés, pero, somos gente de trabajo, pobres y no podríamos pagarte…allá en lo de Juárez te dan un sueldo, pero aquí…

Rocío lo interrumpió, tomándole la mano le dijo

-No pretendo sueldo…con estar al servicio de la casa me basta un plato de comida – sonrió y apretó aún más fuerte la mano del capataz – es todo lo que necesito, además, tengo mis ahorros y por cierto, los Juárez me despedirán ya que no solicité autorización, me vine al oír de la terrible suerte corrida por doña Leontina.

-Bien – terció Tomás – te quedarás con nosotros, vos – dirigiéndose a Teófilo, sentenció – cuidarás bien de Rocío.

Los labios de Teófilo registraron una leve sonrisa, aunque su mirada seguía triste, ya no estaría al lado de su mamá.

***

Stella se preocupó al notar que no había tenido su periodo, era una mujer absolutamente normal y llevaba un atraso de siete días. Decidió en consecuencia concurrir al médico del pueblo vecino, sin dar aviso del motivo de su viaje, le solicitó a su padre el rambler.

-¿Para qué querés ir al pueblo? – preguntó intrigado el coronel.

-Allí me encontraré con Felicitas Flores, quedamos en vernos para organizar mi boda, es tiempo de comenzar con los preparativos – mintió.

-Bien, pero…¿porqué no te acompaña tu madre?, no me agrada saber que estarás sola en el pueblo, la gente puede comenzar con habladurías y tu comprenderás que no tolero este tipo de acciones de la chusma.

-No debés preocuparte, es solo una visita de un par de horas, además papá ya soy mayor de edad y puedo arreglármelas sola, ¿sí?

-Está bien, tené cuidado y no regresés de noche, por favor.

-Descuida – Stella se sintió más aliviada y fue a buscar el vehículo, pero, al llegar a la puerta, Clarisa la interceptó:

- Stella, a mi no me engañás, Felicitas no tiene idea de lo que es una boda, realmente, ¿a qué vas al pueblo?

Stella no podía mentirle a su madre, no la engañaría fácilmente como al ingenuo coronel en cuestiones femeninas, asi que, debía enfrentar a Clarisa:

-Mamá – comenzó diciendo – es cierto, Felicitas no es la más apropiada, pero, he tenido un leve retraso en mi período y visitaré al médico.

-¿Por qué te preocupa un leve retraso?...- preguntó Clarisa sorprendida – sos virgen aún – se detuvo al ver el rostro de su hija – o… ¿acaso me equivoco?...

-En verdad debo decirte que sí – esto lo dijo con total naturalidad – Andrés y yo ya hemos convivido…

-No sigas – la interrumpió y de pronto le vino a la memoria las palabras de Leontina – hija, la verdad por favor – suplicó – Es Andrés u otro…

-¡Por favor! – se indignó falsamente la joven - ¡que presuponés!...me ofendés mamá…

-Perdoná – se rectificó Clarisa – es que…no sé, todo lo que me contás con total franqueza me ha puesto mal, disculpa…pero ¿puedo acompañarte?.

-No – fue un no rotundo – esto lo debo hacer sola.

- Y Andrés … ¿sabe de esto?

-Claro que no…tengo dudas y no voy a alarmar a nadie…me voy, se hace tarde – y salió a prisa sin darle tiempo a su madre que pudiera seguir investigando ya que se percató que había dudas dado que había confesado tiempo atrás que Andrés y Roberto eran amantes, entonces, ¿Cómo se explicaba esta nueva situación?...si Stella sentía repulsión por quien iba a ser su marido, como pudo mantener relaciones con el hombre que se acostaba con su hermano…era inexplicable, entonces, tal vez Leontina tuvo razón aquel fatídico día…Tomás, el gran enigma de esta inédita historia que le tocaba vivir. La muerte de Leontina producida inmediatamente después que las dos mujeres se enfrentaran, una con una verdad irrefutable, la otra pretendiendo ignorarla, rechazarla, porque tal vez era lo mejor que habría podido suceder, pero, más tarde una muerte de por medio la aterró ya no por pensar que los dichos de aquella india eran verídicos, sino porque sintió que en parte, ella, Clarisa de Rivera Moscoso, era culpable del desenlace mortal. Otra pena y otro dolor en su haber, de una vida doblegada por un marido que la ignoraba, desamorado, hostil, opresor, que de aquellos arrebatos sexuales sufridos en los primeros años vinieron dos hijos, no producto del amor, pero que, supo asumir con todo el amor y responsabilidad de madre, los crió y los educó conforme a las reglas de una familia cristiana, y ahora, ahora veía que las semillas sembradas con esmero durante tantos años no daban el fruto esperado, Roberto, vaya a saber por qué razón, había tomado un camino desviado, según sus convicciones y Stella, la mayor, jugaba al amor con un hombre que, jamás supuso que podría llegar a unirse en cuerpo a su joya más preciada, Stella.

Dudas y malos presentimientos corrían por la mente de Clarisa. Este verano iba a ser para ella el más tormentoso de todos los vividos.

***

Para Stella tampoco fue un buen día, la visita al médico del pueblo confirmaron sus sospechas, estaba embarazada de Tomás, faltaban hacer algunos estudios, pero la categórica respuesta del facultativo, un médico anciano con mucha práctica en estos temas, no dejaban margen para la duda, tenía un embarazo de seis semanas aproximadamente. Salió del consultorio y tomó nuevamente rumbo a la estancia, tenía que hacer algo antes que fuera demasiado tarde. Andrés, pensó, Andrés tenía que ser la solución, rápida, debía lograr convencerlo de mantener una relación pre matrimonial. Sabía que el joven iba a negarse, pero ella debía acecharlo, sí, sin lugar a dudas idearía un plan para que el joven Ayala cediera rápidamente, no le importaba si él sospecharía de esa premura. Después de todo, su apetito sexual no era precisamente el sexo opuesto y ella se tomaría de esa condición para crear el clima necesario y así salvar su honor. 

***

Federico había perdido todo interés por su prima. La revelación de la laguna, fue para él el tiro de gracia recibido, a él no le importaron los desplantes que Stella le había hecho, como así tampoco le importaba su carácter dominante y soberbio. Pero, el encuentro casual de la escena de amor entre ella y Tomás le produzco un desencanto y una frustración muy profundas, aún le costaba creer que ella pudiera tener un romance tan erótico con el hijo del capataz de la estancia. Para él era poco importante y quizás nada importante las relaciones entre  los diferentes niveles sociales. Es más, creía que tal vez él algún día podría encontrar el amor en una mujer de condición humilde y soñaba con rodearla de todo el amor posible y brindarle todo tipo de comodidad de la que no hubiera tenido antes. En ese sentido era un joven romántico, sentimental y a veces un tanto melancólico. Más con Stella…eso no tenía cabida, pretendía otra cosa con su venerada prima. La pensó solo para él. Ya era de otro y eso lo desilusionó profundamente.

Cada mañana Federico tomaba un camino distinto en la inmensidad de la llanura, caminaba mucho y en soledad, siempre un pretexto en Roberto para no acompañarlo, al muchacho lo atormentaba la fría relación que mantenía con su padre respecto del trabajo en la estancia, por ello, cada día Roberto salía al campo a trabajar junto con la peonada, en otras oportunidades, cuando todo estaba en silencio, tomaba su jeep y recorría el camino hacia el encuentro con Andrés. De manera que, Federico estaba muy solo en aquel lugar, Stella no era ya su obsesión y por lo tanto, ya casi no le importaba mantener una charla o caminar junto a ella.

Esa mañana Federico decidió caminar hasta la laguna, la última vez que fue le ocasionó un mal momento, en consecuencia no había querido volver a ese lugar, pero, esa mañana se dijo “romperé con la frustración que me causó aquel lugar, debo regresar y efectuar una reconciliación con mi conciencia”. Revalorizaba la idea que no debía obstinarse y atenerse a una posición absurda. Sobreponerse era lo más importante y enfiló decidido hacia aquel lugar.

Cuando hubo arribado se encontró con una agradable sorpresa, aquella joven que vio en el cementerio estaba junto al lago. Sentada en un viejo tronco, jugaba distraída con sus pies a orilla de aquella vieja laguna. Atraído por esa joven morena tan hermosa, se acercó y casi rozando su brazo le preguntó:

-¿Puedo sentarme?...

Rocío que no lo había visto, se asustó y sobresaltada se apartó del joven.

-Perdona – se disculpó Federico – no era mi intención asustarte. Te vi en el sepelio de Leontina y por lo que parece eres su parienta.

-No, no- replicó la muchacha aún turbada – simplemente amiga de la familia.

-Me llamo Federico – se apresuró a presentarse – Federico Montemaggiore y soy pariente del coronel Rivera Moscoso.

-Ah- se sorprendió la joven – me llamo Rocío…

-¡Qué bello nombre! – exclamó Federico y tomando más confianza se animó a proponerle -  siéntate de nuevo, podríamos conversar un poco.

-Tal vez en otra oportunidad – se justificó Rocío – debo proseguir con mis tareas, ya estoy retrasada.

-¿Dónde estás viviendo?

-En casa de don Cipriano Vega – agregó Rocío.

-Bueno, creo que podríamos volver a vernos y conversar

-Si, claro, no veo que haya problemas, en fin, gusto en conocerte.

- También yo – repuso Federico- sabés una cosa…

Ella lo miró atentamente, Federico se acercó un poco más hacia la joven y completó su frase:

-Sos muy linda – y seguidamente propuso - ¿Puedo tutearte?

Rocío se ruborizó y solo emitió una leve y hermosa sonrisa, de prisa salió del lugar. Federico la siguió con la mirada hasta que la muchacha se perdió tras los árboles.

***

La cena había concluido en la casona de los Rivera Moscoso. El coronel tomó asiento en la antigua sala, con vista al exterior. La noche serena, apenas una leve brisa refrescaba el ambiente amplio cuyas ventanas y postigos estaban abiertos, a lo lejos se podía divisar nubarrones oscuros que predecían que esa noche habría tormenta. Clarisa lo siguió y tras ellas Federico y Roberto se acercaron a la amplia sala. Stella prefirió tomar el fresco en la galería.

-Estuve con Fernando Ayala…regresó de la Capital. La situación política está muy caldeada. Se vienen las elecciones en la Provincia y el peronismo parece que va a la cabeza. Los generales, aunque divididos, están de acuerdo en  una cosa – agregó mirando a Federico- es inevitable la separación del cargo de Frondizi. ¿Qué opinas?—preguntó dirigiéndose a Federico.

El joven se sorprendió, iba a entablar una discusión política con un adolescente, ¿Cómo se justificaba ello?, lo hostigaba porque sabía que su padre podría quedar muy comprometido, pese a su condición de diplomático, pero, su intervención en algunas cuestiones de carácter internacional, sobre todo con el affaire cubano, podría costarle su carrera diplomática a la caída del Presidente. Federico no quería discutir con su tío político, las cosas nunca terminaban bien, pero se arriesgó a presagiar:

-Si el presidente es destituido no sería esta la primera vez que sucede en el país, siempre habrá un pretexto para derrocar gobiernos democráticos.

-¿Gobiernos democráticos? – preguntó como asombrado el coronel- si no hubiera sido por Perón con el pacto del 57´ Frondizi no hubiera asumido la presidencia.

-Y – respondió Federico - ¿eso le quita la cuota de democracia?.

-Este país cambió con la tiranía – agregó algo molesto Rafael – al pueblo se lo conquistó repartiendo dinero, comprando a la gente…

-¿Usted piensa así? – se arriesgó el intrépido joven.

-Si –afirmó el viejo militar – claro que sí…ustedes, como ya les he dicho antes, no vivieron la tiranía…no pueden hablar.

-Si, claro - interrumpió Federico algo irritado- nos tenemos que atener  a lo que aprendimos en el colegio. Pero, disculpe, no me resigno a aceptar lo que me dijeron, porque siempre he dudado de la enseñanza que nos impartieron. Por eso – agregó – he leído y puedo tener mi propia opinión, no comparto – se disculpó – para nada con su teoría, pienso que por el contrario, esa tiranía a la que aluden los antiperonistas, no fue tal, Perón aprovechó el atesoramiento mezquino de una oligarquía que gobernó el país durante casi cien años.  Ofreció trabajo digno a la clase más humilde, una clase que fue sistemáticamente oprimida por los patrones de estancia - esto lo dijo con mucho énfasis, pero se arrepintió, estaba ofendiendo a su tío político, aunque en esos días había apreciado el trato que daba a sus peones, la miseria que circundaba la estancia, lo mismo ocurría con los Ayala y otros estancieros de la zona, queriendo justificarse agregó – pero no me refería a usted precisamente…

El coronel se rió y encendiendo un cigarro, arengó:

-Ha sido una buena charla sobre historia revisionista, eso ya te lo escuchamos en otra oportunidad, miren quien habla…- dirigiéndose a Roberto prosiguió – hijo, debés aprender de las lecciones de tu primo…

Roberto no se atrevía a hablar, estaba maravillado por lo dicho por Federico, se limitó a mirar a su padre. El coronel prosiguió, ahora dirigiéndose a Federico:

- Federico, tu abuelo Alberto, ¿era irigoyenista?...

Sabía muy bien que no, Federico respondió:

-No, creo que usted sabe que se desempeñó bajo la presidencia de Alvear, por lo que lo hace un  radical anti personalista.

-¡Ah! – sé admiró con sorna Rafael- ¿acaso no colaboraron con esa clase….? ¿como la llamaste?...ah, sí…oligarquía. Entonces, vos no fuiste fiel a los principios de tu propia familia.

-Rafael - interrumpió Clarisa ya algo indignada –  me avergüenza escuchar que trates de discutir cuestiones políticas con un chico que está aprendiendo y quiere hacerlo bien y dignamente.

-Pero, ¡que va a saber este jovencito producto de una familia que solo conoce de la política el deshilvanar vericuetos internacionales y muchas veces crear conflictos con artilugios “non sanctos” que en definitiva perjudicaron al país.

Era demasiado. El coronel había ofendido a su familia, no podía tolerarlo más. Pero, reflexionó a tiempo, no estaba en su casa y recordó lo que había aprendido de su padre, respetar a los mayores y no menospreciarlos, más, ¿quien había perjudicado tanto al país, aquellos que él ofendía o sus propios camaradas de armas?.

-Tal vez sea así – se limitó a responder el joven, dando por terminada la cuestión.- ¿puedo retirarme?- preguntó.

-Si, claro, puedes irte a dormir –respondió el coronel. Se sentía bien porque creyó haber ganado la partida. Pero en el fondo, sabía que el joven era mucho más inteligente de lo que él creía.

***

Stella que se había mantenido ajena a la conversación entre su padre y Federico, vio cómo se retiraba el joven, a quien llamó:

-Federico….

El muchacho se volvió hacia la galería y se enfrentó a su prima.

-Mira, Stella –comenzó - no tengo ganas de hablar con vos… me retiro a descansar.

-¡Epa! – lo frenó al joven- no te hagás el malo conmigo, sé que en lo más íntimo deseas hablarme. Vení y sentate, hablemos.

-Pero…no tengo nada que decir.

-Yo creo que sí – interrumpió la joven – últimamente has estado muy alejado de mi.

-Vas a contraer matrimonio en menos de un mes, estarás muy atareada con los arreglos de tu boda…además – se detuvo un instante y luego prosiguió – insisto no tenemos nada que decir.

-Vos sabés bien que lo de la boda es una farsa tanto para mí como para Andrés, pergeñada por los padres de ambos. Eso no es importante para mí, querido primo, pero necesito saber ¿Por qué estás distante de mí?, acaso…¿te ofendí mucho aquella noche?.

Federico no tenía otra alternativa que hablar y por eso se sentó a su lado y en voz casi baja, comenzó:

-Stella, los vi en la laguna…vos y Tomás. Me decepcionaste, me sentí defraudado…

-Espera – lo interrumpió sorprendido- ¿Qué es lo que viste?

-Pero…Stella…no tratés de ocultar lo que pasó ese día entre ustedes,  casualmente me encontraba en la laguna y…  ¡lo ví todo!

Stella no podía ocultarlo, Federico ya lo sabía…entonces, debía aceptarlo:

-Está bien. Fue un capricho mío- mintió – sentí deseos de tener sexo con Tomás…y bueno, lo hice.

-¿Lo has hecho antes? – le preguntó el joven.

-Si, claro…varias veces – se comportaba con total descaro, según apreciaba Federico.

-Entonces, ¿Qué papel juega Andrés en todo esto?

-Ninguno. – fue cortante- haber…- se detuvo y  tomó las manos de su primo, con fuerza, ya que éste quiso separarlas – vos no entendés muchas cosas de las que pasan aquí, te extraña mi comportamiento, la decisión de contraer matrimonio con un hombre que no amo, mi relación con Tomás, en fin, el comportamiento de todos los Rivera Moscoso, es muy simple, querido primo, todos aquí mantenemos un secreto, la vida en este maldito pueblo y en esta estancia te obliga a hacer ciertas cosas que, aunque a ti te parezcan disparatadas, tienen su lógica…por ejemplo, mi comportamiento y relación con un peón de estancia. Pero- lo miró fijamente – ¡es un hombre!...satisface mis instintos sexuales, siento que estoy bien a su lado cuando hacemos el amor, pero…no estoy enamorada de él, como tampoco siento amor hacia Andrés.

-Entonces – volvió a balbucear Federico- ¿no te importa sentir amor sin mezclarlo con lo netamente corporal?

-Vos lo dijiste – afirmó – pero sé a quien realmente amo y también reconozco que no me va a pertenecer jamás.

-Te referís…

-Si, a vos Federico. Por eso justifico mi extraño comportamiento hacia vos.

-Te ofrecí amor y lo rechazaste – le reclamó el muchacho- me ofendiste, pasé por momentos muy difíciles que vos no sabés, ¿ahora me venís a decir que me amas?...perdona…pero me es difícil creerte.

-Entiendo tu posición Federico, pero no te miento y me siento muy culpable por haber hecho contigo lo que hice…puedo pedirte que me perdones.

Parecía muy sincera, pero, Federico dudaba, esperó unos segundos antes de marcharse dejándola sola y sin decirle nada.

Stella lo vio partir y suspiró con un dejo de frustración. Ella también se dirigió a su dormitorio.

 

El gallo anotició la medianoche. Un silencio sepulcral en la vieja casona. Todos descansaban. Stella se levantó y se dirigió al dormitorio de los jóvenes. Sigilosamente abrió la puerta y se ubicó frente a la cama de Federico que estaba profundamente dormido. Le tocó suavemente el hombro hasta que el joven despertó y se sorprendió verla vestida con un traslúcido camisón rosa:

-¿Qué querés ahora? – le preguntó con fastidio.

-Vamos a mi dormitorio. Vamos Federico.

El joven se levantó, tenía puesto un pijamas de fina seda, que su madre le había enviado desde Roma. La siguió y cuando hubo entrado en la habitación, Stella cerró con llave la puerta y se quitó el camisón quedando completamente desnuda:

-¡Que hacés! – un sorprendido Federico que no podía salir de su asombro.

-Haceme el amor. Lo deseo de verdad.

-No…¡no! …estás loca, Stella. No puedo con vos – La voz de Federico se notó entrecortada, sus labios estaban resecos y su corazón palpitaba con fuerza. Ella en la misma posición mostrando toda su belleza y desnudez lo animó:

-Sí podrás  porque lo deseÁs y lo has deseado siempre. No desperdiciés esta oportunidad, porque yo también te deseo.

Federico la tomó entre sus brazos y recorrió con sus manos el cuerpo esbelto de su prima, y la besó, era el primer beso apasionado en sus casi diecinueve años. La llevó hasta la cama y la pasión se apoderó en ambos. Se amaron hasta que amaneció. Para Federico, esa experiencia no resultó como él la imaginara tantas veces, no había sentido profundamente el acercamiento de Stella, no hubo pasión en su interior, solo placer carnal, le hizo recordar su primer momento con Herminia, aquella prostituta de la casa de Ruth. Le pareció igual y eso lo apenó, a pesar que su interés por su prima había concluido, aquella oportunidad que le brindara le despertó en un primer momento la ilusión de sentir en cuerpo y alma aquel amor idealizado en su mente y en sus sueños. No fue así y tal vez, Federico muy interiormente sintió que su corazón lloró.

***

Roberto fue a ver a Andrés. Necesitaba estar a su lado. El joven Ayala se encontraba conduciendo un tractor, al verlo lo detuvo y se bajó del vehículo:

-¿Que te trae por aquí? – le preguntó Andrés sintiendo el deseo de tocarlo, pero, lo rodeaban algunos peones.

-Necesito que hablemos, Andrés - Roberto estaba excitado, se notaba y Andrés quería evitar cualquier interpretación insidiosa que despertara sospechas dentro de la peonada:

-Vamos a mi estanciera, allí podremos conversar tranquilamente. Calma amigo- le tomó del hombro y ambos se alejaron del lugar.

Cuando entraron al vehículo, Roberto en un acto de desenfreno se agachó y con las manos temblorosas desprendió el cierre del pantalón vaquero de Andrés. Este lo detuvo:

-No, Roberto, ahora no es el momento…te comprendo, pero no es atinado aquí.

-Hace mucho que no estamos juntos…necesito verte.

-Escuchá con atención muchacho travieso - trató de calmarlo- no podrá ser por ahora, es más – se detuvo y respiró profundamente - Stella me ha pedido tener relaciones antes del matrimonio.

-¿Qué? – Roberto se separó de Andrés bruscamente- ¡que pretende!

-No lo sé, pero…Roberto, sabe de lo nuestro y me amenazó…no sé…- estaba confundido - no sé cómo se enteró, pero lo sabe, tal vez Tomás…

-Sí- exclamó indignado Roberto- él pudo decirle algo, pero…- se calló un instante para luego proseguir - ¿Cómo pudo arriesgarse a hablarle a mi hermana, si no tienen trato?.

-No sé, no sé – repitió Andrés- pero la situación está muy delicada. Debo hacerlo.

-¿Lo harás?

-Sí, Roberto, lo haré.

Roberto se bajó del vehículo y salió corriendo, rumbo a su jeep y a toda velocidad se dirigió a la estancia.

***

Rocío había concluido con las tareas de la casa. El almuerzo estaba listo, pero, recordó que tanto Cipriano como  Tomás no regresarían hasta la noche, llamó a Teófilo para compartir junto a él aquel apetitoso guiso.

Teófilo ayudó a Rocío a lavar los platos y se despidió para una corta siesta. Mucho era el calor de enero, invitaba a dormir, pero para Rocío su mejor pasatiempo era salir al campo y llegar a la laguna. A lo mejor podría darse un baño y así refrescarse. Salió con un sol radiante, colocó sobre su cabeza un sombrero de paja de ala ancha y soltó su hermosa cabellera negra. Esbelta adolescente caminó a campo traviesa sin sentir en su cuerpo los rayos solares que caían con fuerza. Sintió la necesidad de bañarse. Quitó su ropa y desnuda corrió hacia la laguna. Alguien la estaba observando. Federico Montemaggiore que esperaba desde aquel segundo encuentro descubrir nuevamente a Rocío. No quería asustarla, pero tampoco deseaba dejar pasar esa oportunidad. Por lo pronto se anunció con el brazo en alto y a toda voz llamándola:

-¡Eh!...Rocío…

La joven sintió la voz del joven y se cubrió con el agua, levantó su brazo a modo de saludo y lo invitó:

- El agua está tibia y se siente bien.

Federico no se hizo esperar, sacó su camisa y pantalones, quedó en calzoncillos y corrió hacia la joven. Ambos rieron, él descubrió su desnudez, pero, para Rocío no pareció importarle, aunque no lo provocó, siguió el juego en el agua dulce y cristalina.

-Aquí traen los rebaños a beber – manifestó la muchacha – pero, con tanta lluvia en los últimos días, no parece que hubieran pasado miles de reses por acá.

-Olvídalo, Rocío – manifestó Federico – el agua es magnífica y vos estás espléndida.

- Vos también –retribuyó agradecida –  salgamos ya.

La joven corrió por el agua hasta la pequeña playa, desnuda solo le cubrían los senos la larga cabellera, Federico la observó a la distancia y esperó que Rocío se cubriera con su vestido, luego corrió hacia ella.

Se sentaron en el viejo tronco y se miraron en silencio largo tiempo, hasta que Federico rompió ese mutismo:

-¡Qué hermoso nombre el tuyo!

-Mi padre lo eligió- añadió- nací una mañana con el rocío de la tierra. Según me han contado, él estaba fuera del rancho, impaciente – rió – como todo hombre que espera su primer hijo. Esperaba un varón, pero, llegué con el rocío. Entonces le propuso a mi madre, cuando me tuvo por primera vez en sus brazos que me llamara así, a lo que mi madre agregó el nombre Del Valle, por ser devota a la virgen del mismo nombre. Así fue que llevo este nombre – dijo y repitió – Rocío del Valle.

- Muy romántico de parte de tu papá, y…¿Dónde viven?

Rocío calló y la tristeza la embargó, él se dio cuenta y pronto se disculpó:

-Perdoná, no quise…

-No, por favor, está bien…ellos murieron en un accidente cuando cumplí los quince años. A partir de allí trabajé de sirvienta en la estancia de los Juárez y siempre se allegaba doña Leontina, me ayudó mucho y por eso le debo tanto. Ahora vivo con los Vega y ayudo en algo de todo lo que hizo por mí esa pobre y desgraciada mujer.

- Lo siento – expresó con tristeza Federico –  sos una buena persona, Rocío…

Tuvo la necesidad de besarla, aquella joven le inspiraba ternura, tomó con sus manos el rostro de Rocío que mostraba su candidez, ella no lo rechazó, Federico acercó su cara y besó sus labios con dulzura. Las caricias que se correspondieron mostraron realmente la pasión escondida en ambos cuerpos, ella se recostó sobre la arena y el joven la rodeó con sus brazos. Se besaron intensamente. El verdadero amor había nacido. Esto sintió Federico Montemaggiore, lo que buscaba con vehemencia, lo encontró en aquella joven morena, en un muchacha humilde y sencilla. Rocío del Valle.

Continuará…

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