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Solo recuerdo que bebí, dos o tres cervezas en este lugar de poca luz, mesas pequeñas de madera, un florero delgado de vidrio en la mitad de la misma, solo con agua. Luego estaba caminando por la calle, casi desolada y oscura, solo algunas personas caminando rápido, e indigentes escudriñando la basura. Llegue a aquel lugar, repleto de hombres, luces de todos los colores iluminaban la pista. Chicas disfrazadas: diablas, enfermeras, vampiras, brujas, Blanca nieves.

-- Bienvenido señor, ¿dónde se quiere hacer?- pregunta un joven de corbatín blanco, chaleco negro, camisa blanca de puños, pantalón negro igual que los zapatos.

-- Por acá está bien.

-- ¿Qué desea tomar? Esta es la carta.

-- Tráigame un Ron doble y algo de pasante. - Respondí sin ver la carta-

La música no cesa de sonar, todo en aquel lugar es como entrar en otro mundo, las chicas caminan entre las mesas mostrando su mercancía y sonriendo. El Ron doble llegó y con él, una mujer grande voluptuosa, cabello hasta el hombro y liso como seda negra, de vestido rojo, hasta la mitad de la pierna, tacones altos color negro, su brazo derecho tatuado con un dragón de dos cabezas que resaltaba entre luces.

-- ¿Quieres compañía? - me dijo-

-- ¡Estoy bien! - contesté.-

Dejó el Ron en la mesa, dio la vuelta levantando un poco el vestido de su pierna derecha, y se acerca a mi oído.

-- ¿Quieres que te la chupe? Chupo muy bien- me dijo en susurro-

Me dio un poco de risa nerviosa y me zampé el trago. La garganta se me puso caliente, el estómago, mi respiración se transformo en la de un toro, resoplando. La reata quería salir también. Ella toma una silla y se sienta a mi lado, abriendo las piernas, el calor estaba en mi cabeza y recorría todo mi cuerpo.

-- ¿Qué bebes?-le dije-

-- Whisky y ginger- contestó haciendo señas al bartender-

-- ¿Cuál es tu disfraz?- pregunté-

-- Soy un Ángel.

-- Jajaja,- me reí un poco. -- ¿de rojo? ¿Qué Ángel viste de rojo?

-- Los del infierno. -me contestó tocando sus tetas, por encima del vestido.

En verdad está mujer era un demonio, me tenía muy caliente. Hice una seña al corbatín y trajeron más bebidas. Las luces y la música me tenían más eufórico. Comenzó a tocar mi pierna por debajo de la mesa, y subió hasta mi palo caliente y mojado, se agachó entre la mesa, quitó el botón del pantalón, bajó el cierre y el pantalón a las rodillas, solo recordé los boxers de aviones y carros, que me dio mi esposa en cumpleaños. Me parece ver sus manos abrazándome con el regalo. Los bajó.

-- ¡Que lindos aviones!- dijo señalando uno.

Comenzó a chupármela, sentía que todos miraban pero eso no importo, los tragos ya habían surtido, estaba feliz! Luego después de un momento. Cinco minutos, tal vez cuatro, quizá tres minutos, ó, un minuto, o cincuenta segundos sentí que mi cosa explotaba en su cara, se me salió un pedo de lo eufórico, ella terminó sin decir nada. Se limpió con el mantel, salió debajo de la mesa y dijo: son diez billetes y se fue.

No sé cómo llegué a casa esa madrugada. En mi mente solo habían dragones y aviones. Volví en dos ocasiones más a este lugar, pero nunca pude encontrar el Ángel del infierno.  

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