El duelo
Me envió a sus padrinos una tarde lluviosa, pospuse el duelo; con el agua, la pólvora se moja. Todo el mundo lo sabe. ¿A pleno sol?, imposible, no hay quien apunte con la luz cegándole los ojos. Lluvia, sol, frío… el frío no es bueno para los reflejos y no sería una justa limpia por más ofensas que por resarcir hubiera. Conforme el paso de los días, uno de ellos amaneció templado, sin humedad, sin frío, sin calor. Mandé a mi criado a que se batiera por mí. De un certero pistoletazo acabó con mi rival. Le rehúyo tanto como puedo, pues no pierde ocasión para retarme, con sus actitudes, con sus miradas, con sus andares chulescos de una alcoba a otra, del ala oeste a la sureste. Le he subido el sueldo, pero me temo que eso no baste. Uno debe luchar sus propias luchas; o en su defecto, huir con sus propias piernas.