Había una vez, en la antigua China, un extraordinario pintor cuya fama atravesaba todas las fronteras. No solo era admirado por toda la región sino casi todo el mundo lo conocía y se inspiraban al ver los cuadros maravillosos que pintaba. Un día en las vísperas del año del dragón, el emperador, conocedor de las artes y de la buena pintura pensó que le gustaría tener en sus manos un cuadro que representase a un dragón en su máximo esplendor, pintado por este fabuloso artista.
Así que envió a sus sirvientes que traigan ante su presencia al famoso y afamado pintor. Cuando llegó le encargó inmediatamente el cuadro que ansiaba. El pintor accedió de inmediato ya que era el mismísimo emperador quien se lo solicitaba, solo tuvo una objeción para con él, puso la condición de que para hacer tan majestuoso cuadro tardaría un año.
– ¿Un año? –exclamó el emperador asombrado
El pintor contestó que no podía hacer el cuadro en menos tiempo. Que era esa su condición. El emperador se amargó un poco, porque tendría que esperar ese tiempo, luego pensó si el pintor pensaba que ese tiempo era el correcto, debía ser porque el cuadro merecería la pena, así que accedió y dejó marchar al pintor.
Los días transcurrieron tranquilamente y sin sobresaltos. Habían pasado los primeros seis meses y el emperador motivado por la ansiedad, envió a uno de los sirvientes a la casa del pintor. Inmediatamente que llegó le indico que su majestad quisiera ver un boceto del cuadro, debido a que estaba muy ansioso y deseaba una muestra del trabajo y del avance hasta el dia presente.
El pintor se negó rotundamente y expuso su tiempo nuevamente. Le dijo que si el emperador no podía esperar terminaría ahí su trabajo y quedaría todo en la nada. El sirviente marchó nuevamente al palacio con las manos vacías y apenado por no cumplir los requerimientos de su excelencia.
Los siguientes seis meses pasaron rápidamente. Pronto el día indicado llegó. Ese día el emperador partió a la casa del pintor con toda su corte real, cuando hubo llegado, golpeó la puerta con ansiedad y rudeza. Cuando el pintor escucho la puerta abrió lentamente y lo recibió alegremente.
- "Vengo a buscar la pintura de mi dragón"- le dijo el emperador – y luego agregó-
- Ya he esperado el tiempo acordado, espero la tenga lista como ha prometido- le dijo subiendo levemente el tono de su voz
- "¡Por supuesto!"- contestó el pintor
Y allí mismo delante del emperador y frente a los cientos de ojos que lo miraban juiciosos, el pintor puso un lienzo en blanco, y con un solo trazo en menos de dos minutos, dibujó uno de los mejores dragones chinos que se habían visto hasta ese momento, tenía varios colores y su cola se extendía a los largo de unas nubes que harían envidiar al mismísimo creador.
Emperador levantó la pintura y con los ojos embellecidos dijo – está es la más hermosa obra de arte que mis ojos han visto.
Todo el mundo estaba boquiabierto frente a la complacencia de su majestad. Ese día fue júbilo y alegría. Todos estaban felices.
Cuando estaba a punto de marcharse y después de desembolsar un enorme bolsa de oro para el artista.
El emperador no pudo dejar de preguntarle, una duda que lo inquietara y que no hacía más que retumbar en su cabeza, mirándolo directamente le dijo:
- Maestro su talento es maravilloso e incuestionable - Pero puede responderme esta simple pregunta- ¿Era necesario hacerme esperar un largo año para una pintura que solo te ha costado hacer dos minutos?
El artista escuchó esto y lo invitó a pasar al taller, donde se encontraban sus cuadros, en una habitación inmensa, el emperador vio con asombro decenas de cuadros, de dragones a medio terminar que cubrían el suelo, las paredes, el techo , era impresionante, había cientos.
Es allí donde el pintor le dijo que para realizar un cuadro tan rápido y con tanta naturalidad, tuvo que pasar muchas horas, haciendo miles de dibujos y bocetos para lograr la perfección.
“Nada en este mundo puede tomar el lugar de la persistencia. El talento no lo hará. Nada es más común que los hombres sin éxito y con talento. Los genios tampoco. Los genios no recompensados es casi un proverbio. La educación tampoco. El mundo está lleno de negligentes educados.
La persistencia y determinación son omnipotentes.”
Andres Lacrosse.