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La música taladraba mi mente con  ritmo progresivo: “Vamos hablar del veneno, que rico estaba el veneno, que bien estaba yo…”

La remembranza de aquél  epílogo retornaba ahora con esta invocación. ¿Por qué tenía hoy que regresar? El pasado siempre quedaba atrás. El ayer no es un hoy…

Ese  pasado doloso, cuyo luto me tiene encerrada desde entonces es una justa penitencia para tan descomunal recompensa. Aunque negra se encuentra mi alma desde su muerte, en este momento no me reconozco ni en el espejo de la vida. Pero hoy  no puede regesar…

Fragmentos del ayer afloraban a mi mente:

Hacía más de diez años que estaba enterrado. Nadie me acusó, y el arsénico que le administraba a diario, hasta el último día de vida quedó guardado en el baúl de los recuerdos.

Hoy no puede regresar…

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