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En el artículo anterior les conté lo del VELLOCINO DE ORO y dejé pendiente los ARGONAUTAS pero me excuso, por ahora, de aplazar el relato porque es un poco largo y tengo algunas dificultades por resolver. Como veo que en las diferentes páginas donde estoy publicando estos artículos mitológicos aumentan los lectores les narró esto del Tántalo que se nombra para asustar porque el nombre completo es EL SUPLICIO DE TANTALO.

Tántalo era hijo de Zeus y una mortal; desde chiquito se convirtió en un consentido de los dioses del Olimpo que lo sentaban en las rodillas y lo dejaban que hiciera todas las pendejadas que se le ocurren a un niño malcriado. Como siempre sucede, es esa época y ahora, el tal por cual Tántalo creció lleno de mañas y resabios; mejor dicho hagan de cuenta un miembro de las barras bravas de cualquier equipo de fútbol revuelto con malhechor, asesino e infanticida.

Con estas cualidades se casó y no se con quien pero tuvo un hijo de nombre Pélope. Un día se le ocurrió la gran idea de matar al chico y hacer una comilona para repartirla entre los dioses. Olvidaba contar que en la mesa de los dioses en escuchaba las conversaciones y  ya crecido las regó como chismes entre todos los de su calaña. A esto hay que sumar el robo de Ganímedes (¿lo recuerdan? El copero de los dioses y amante de Zeus). Pero regresemos al banquete donde los dioses sospecharon algo raro y no probaron la carne, a excepción de Démeter que estaba muy triste por la pérdida de su hija Perséfone.

El asunto es que una de las Moiras resucitó al muchacho que a pesar de estar despedazado entre el sancocho se fue armando completo, menos el pedazo de hombro que se comió la diosa. La parca que lo resucitó le puso un pedazo de marfil y listo, quedó el niño nuevecito y lindo, tan bonito que Poseidón lo secuestró y lo convirtió en su amante, como la ven los detractores de la igualdad sexual, los griegos comían de todo por arriba y por debajo.

El asunto es que Zeus se emberracó y lo condenó al siguiente castigo: Tántalo fue enviado a los infiernos y allí estaba hundido hasta el pecho en un charco con una sed terrible y cuando se agachaba para beber el nivel del agua bajaba hasta secarse. El pobre diablo levantaba la cabeza y allí estaban las frutas más jugosas al alcance de su mano y cuando pretendía alcanzarlas un viento misterioso elevaba las ramas fuera de su alcance. Como si fuera poco estaba al pie de una colina donde se veía una enorme roca que se bamboleaba a punto de venírsele encima y matarlo. Eso dicen los escritos y me parece chistoso porque ya estaba en el mundo de los muertos. Lo cierto es que lleva siglos con este tormento y los griegos nunca se inventaron un héroe que lo rescatara como sí ocurrió con Prometeo, ¿se acuerdan? Pobre tipo.

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