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Entre los diversos pisos de un enorme edifico que fuera abandonado hace muchos años; descuella a historia de un infortunado peón que accidentalmente cayera al pavimento ¡muriendo instantáneamente! Nunca se me olvida el dantesco cuadro de su cuerpo en el suelo, en medio de un charco de sangre.

Aquella mole colosal de hierro y hormigón, avasallador como un gigante en posición de ataque, sobresalía entre las pequeñas casas del barrio que lo rodeaban; la culminación de su obra fue abandonada por haberse acabado los fondos pecuniarios, y porque a la administración y a sus constructores les habían demandado; judicial y laboralmente por mal manejo del presupuesto. Dicha malversación se hizo evidente ante la opinión pública, después de que ocurriera el fatal accidente del infortunado trabajador.

En la parte alta de la edificación, una de las tantas oquedades del piso 7, daba con el frente de la lucera de mi alcoba. Pese a su lejanía, metida la noche, se tornaba a veces tan intrigante y misteriosa; sobre todo, cuando llovía. Me horrorizaba ver aquellas cavidades en la oscuridad relumbrando por los destellos de los relámpagos. A veces, tenía la sensación de estar viendo en una de esas tantas oquedades el espectro del peón, buscando ¿qué? No, se, Talvez, el descanso eterno.

Ese momento me petrificaba, y más, cuando la luz eléctrica se iba por culpa del aluvión. Cuando esto ocurría, dejaba a media ciudad a merced del reflejo de las sombras chinescas que desde ese instante la poblaban …Con la oscuridad, la noche suponía enfrentarme a lo desconocido, a lo mágico, a lo que acaso pudiera explicar el ritmo del tiempo y el sentido de la vida.

Tantas sensaciones y experiencias que arrastra los fenómenos naturales juntos; la noche, la tempestad y la oscuridad, estos, transforman el escenario haciéndolo propicio, para comunicarse con lo irreal, con los dioses, con el Absoluto; presentando una riqueza infinita de temas, enfoques y matices; dando pie a explorar el misterio, la magia, el terror, el erotismo, la espiritualidad, los sueños, el insomnio, la soledad… Una de tantas noches cuando el sol desciende, una confusa sensación invade mi cuerpo; me encontraba solo en la negrura del cuarto frio “decúbito dorsal” recostado en mi lecho de soltero; dando vueltas y más vueltas tratando de dormir … bostezaba con ahínco, el cansancio me invadía … abrazaba fuerte mi almohada y nada, no, lograba por nada dormitar ...

Afuera, la lluvia seguía incesante cayendo monótona envolviéndolo todo. ¡Retumbaba! Y el cielo oscuro se llenaba de lampos. ¡Dios mío!  Que temporal se ha desgajado desde el cetro de Zeus en la gran ciudad. Mientras el mundo dormía, yo, seguía despierto revolcándome entre las cobijas… Ya, cansado de medir las horas que daba al paso el molesto tic, tac, del viejo reloj despertador, sobre la mesa de noche; mis ojos extenuados se iban cerrando… Poco a poco entraba en un estado de relajación sin miedo ni alegría, sin ansiedad, sin desesperación por un túnel, que entre fragores se abría de repente frente a mí. El sueño se iba haciendo cada vez más apacible, pero consciente…pasivamente no podía moverme…sentía físicamente que vibraba mi cuerpo, hasta quedar profundamente dormido …Yo, (mi ego superior) me adentraba inmerso en una nube cónica dejándome arrastrar; no sé, si flotaba, o, talvez, volaba cual frágil pluma salida del pecho colorido de un ave tipo “córvido rabilargo” por el ondulante remolino del tiempo.

En ese fugaz viaje astral, quise ver al infante medroso, excéntrico e inquieto que fui; el estado “niño del yo”. La parte más dominada en que aparecen los impulsos naturales, las primeras experiencias de la infancia, la parte de nuestra persona que siente, piensa, actúa, habla y responde... Siendo niño daba rienda suelta a mis deseos; cuando quería fantaseaba con osos de peluche; caballos cuatralbos de madera; soldaditos de plomo y otros personajes fantásticos que tomaban vida … Era una tarea de “Sísifo” levantar con un alto grado de fantasía y poca racionalidad, un complicado andamiaje de símbolos, gestos y efectos salidos del hielo eterno de la imaginación…Jugaba con ellos…, me divertirían… luego, las escenas creadas para mi gusto las rechazaba; porque también, hartaban mi supervivencia...Solo así, volvía a la realidad sobre mis pasos que sigo convencido durante mucho tiempo. La vida tiene ambas cosas; momentos tristes como momentos felices… después, de estos momentos fantásticos ya nada era igual… Solo, ellos (los personajes fantásticos) podían liberarme de mi inanición, cuando me encontraba depresivo… ¿Depresivo?, dije ¿Depresivo? (no se le ocurra lector (a) suponer que escribo sobre este tema porque fui, o soy “depresivo bipolar”. No, no, es así, la depresión es una especie de “inapetencia existencial”, por darle nombre a esa experiencia del sinsentido de la vida.), esta patología no ha sido contemplada en mi existencia…

En esa regresión de memoria (recuerdo de vidas pasadas), volví a ese horrible espacio que había en la casa paterna; el cuarto de “San Alejo”. Un lugar lóbrego donde se guardaban “chécheres viejos” … y que, a consecuencia de mis actos, varias veces lo ocuparía; debido a mi intransigente comportamiento rebelde, mis travesuras de impúber recalcitrante y al renuente rechazo de tomarme la “sopa” o consumir alimentos, que no me gustaban. Entonces, mi mama de personalidad contradictoria y singular, sugerente incluso en sus equivocaciones, utilizaba esa mazmorra para castigarme, encerrándome en su interior, bajo llave… El padecimiento de encontrarme atrapado e indefenso en aquel lugar oscuro generó en mí, a perpetuidad un dolor emocional (daño sicológico causado), que he venido superando…De pronto, el cuarto se iluminaba – llenándome de alegría- Mi madre, quién me había confinado al encierro, de un momento a otro, mudaba su actitud de villana a héroe, cuando abría la puerta y me daba la libertad…Ya de adulto muchas veces la enfrenté por esto con reclamos …Nunca supo darme una razón, ¿porque lo hizo? …Sin embargo, ahora, entiendo su silencio … Tal vez, para ella, le fue difícil comprender el manejo de los estados plenamente experimentados del ser (deseos, impulsos, sueños, espontaneidad, creatividad, entusiasmo), y que, debido a su inexperiencia no supo intuir, ni tolerar el manejo de tales comportamientos “niño del yo” …A través del tiempo, he aprendido a perdonar y a olvidar aquel pasado cruel de maltratos… Ahora mismo, puedo mantener la serenidad y la calma junto a mi progenitora sin el menor rasgo de rencor.

De pronto aquel espiral o giro vertiginoso me dejaba laso entre las tinieblas reinantes, de uno de los pasillos del “séptimo piso” de aquella malograda edificación. Aunque mi conciencia estaba despierta; experimenté en esa “apertura temporal” (desdoblamiento que no se sabe, sí, se está despierto o dormido), que los agentes físicos naturales, (latentes en el medio ambiente), no cuentan, ni intervienen para nada en el proceso subliminal de conexión al infinito a través, de la energía sutil   de la tierra y la vida… me pareció que no hacía frio, que el aire denso se volvía liviano; y las gotas perláticas del chubasco amenazador,  eran efímeras caricias de una noche (es yin) serena. Mi “doble espiritual”, venía de recorrer los tejados de los barrios; las copas de los bosques ensombrecidos y el afarallonado poniente de la sierra, en el vastísimo cerco de rampas gigantescas… Perplejo, me acercaba al ventanal de mi alcoba en penumbra, y, a través de los cristales y la transparente colgadura, atisbaba mi cuerpo inerte echado en la cama, descobijado, sin vida. ¿Acaso, en ese momento era ¿yo? ¿otro espíritu más del submundo, de los tantos posibles, que divagaban por las noches? Tal vez, sí. Yo, era uno de esos extraños seres que absortos salen a merodear la ciudad de sus huracos arcanos.

El pánico reinante desapareció, cuando llegó la energía eléctrica…, la luz artificial desvaneció de plano la oscuridad… el mal tiempo, cesó, todo volvía a la tranquilidad… la fantasía de continuar viajando al pasado, terminaba, porque volvía a mi cuerpo, (estuche de carne y hueso) ... Al día siguiente me desperté entre cobijado en mi tálamo… Me despabilaba la energía yang del sol entrando por el ventanal de mi alcoba… el latido de la naturaleza se intensificaba… a medida que cae el día, se produce un retorno natural al yin de la quietud y la calma.

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