Ayer hablando con un amigo le decía lo bonito que sería un mundo de palabras, donde hubiesen casas de papel y una que otra ola de tinta. Él me decía que sería un mundo perfecto, mientras yo le preguntaba si se lo imaginaba con nubes llenas de plumas, y que el viento serían suspiros y quizás montañas de cartón, que las personas escribirían entre líneas historias de infinitos posibles.
Él me dijo que no era solo de imaginar, sino de soñar y que aquello era grandioso. A lo cual llegamos a un acuerdo, dijimos: ¡Qué vivan los sueños! va a ser el himno de nuestro mundo.