Identificarse Registrar

Identificarse

Índice del artículo

En vacaciones, en uno de los contados regresos a la casa paterna, le conté a mi madre y me consoló pero igual se rio. En los colegios femeninos sucedía algo similar, con la diferencia de que no daban puñetazos o palmadas sino almohadazos y, si había una chica malévola, cuando las víctimas estaban dormidas les echaban agua fría (en el mejor de los casos) o levantaban las cobijas y les desocupaban los orines de una bacinilla. A veces olvido que los jóvenes desconocen todo esto y es que en los internados femeninos para evitar que las niñas salieran del dormitorio durante la noche, cada una tenía su bacinilla y al otro día era un espectáculo ver esa fila de fantasmas con sus respectivas porquerías rumbo a los baños.

A las cuatro y media de la mañana sonaba una campanota  que sacaba al durmiente del sueño más feliz para enfrentarlo a la cruel realidad. Todos los que pasaron su época de internado en la hermosa y fría Sabana de Bogotá saben lo que es frío. Que lo diga Gabriel García Márquez que estudió interno en el mismo pueblo de mis sufrimientos pero en diferente colegio y con una diferencia de veinte años. La temperatura estaba  a unos dos o tres grados bajo cero y era obligatorio el baño del cuerpo. En esa época uno se volvía creyente (en caso de que no lo fuese) porque para arriesgarse a meter la cabeza debajo de ese chorro helado uno se encomendaba primero a todos los santos; decíamos que no salía agua en estado líquido sino granizo y faltaba poco para que fuera cierto; en un minuto, dos a lo máximo, salía uno morado, tembloroso y mas despierto que si estuviera en guerra. Demoraba la víctima  unos diez minutos en retornar al mundo de los vivos, en medio de convulsiones y castañeo de dientes.

A las cinco y media sonaba de nuevo ese artefacto del demonio para avisar que todos debían estar listos, con la cama arreglada y dispuestos a pasar a la capilla del colegio para la Santa Misa diaria. A la entrada de esta el prefecto de disciplina y cuatro o cinco estudiantes, del último grado, revisaban las orejas, el peinado, la boca y loa zapatos, el que no cumpliera a cabalidad la revisión se colocaba aparte en una fila y terminada la ceremonia le informaban su sanción. Por lo general había que bañarse de nuevo, embetunar los zapatos y cambiarse de ropa si era el caso. Cuando el cabello estaba muy largo, a juicio de los revisores, por la tarde, después de clase, pasaba uno donde Ahumada, el peluquero, a que entrenara sus malas dotes de corta orejas con los mechudos. Casi todos los juiciosos aprovechaban las salidas para hacerse un corte de pelo decente en las peluquerías de sus pueblos pero, como yo era de los indisciplinados le ponía la cabeza a Ahumada a cada rato. Todavía conservo cicatrices en las orejas.

Los internados femeninos estaban todos regentados por monjas y la disciplina era conventual. Los varones tenían, por lo menos, el refugio de la música popular que estuviera de moda. Las mujeres pasaban a un enorme salón, que podía ser el refectorio, a escuchar las interpretaciones de piano de Sor Tecla o escuchar los cánticos de alabanza a Nuestra Señora por el coro de las novicias. Desde su pubertad el género femenino era educado para  ser “buenas esposas”, lo cual significaba, ni más ni menos, que someterse al marido sin rechistar. Tenían clases normales de las materias tradicionales, al igual que los muchachos, pero en las otras actividades se partían los programas.

A los hombres les inculcaban el sentido del deber, sus deberes como ciudadanos responsables, padres ejemplares e hijos respetuosos. A las mujeres les infundían la maternidad, en todas las materias de estudio, para convertirlas en buenas esposas; ese era el objetivo principal y casi único de la educación femenina. Las materias “intelectuales eran iguales. Los hombres recibían clases de educación física y deportes, aprendían técnicas agrícolas y otras labores propias del sexo fuerte. Las féminas aprendían bordado, culinaria, puericultura, algún instrumento y economía doméstica; antes de los años sesentas ninguna mujer soñaba con hacer carrera universitaria.

A veces divago y se me va el tema para otro lado. Bueno, había varias clases de internados: el semi internado, para los estudiantes del campo que llegaban desayunados, almorzaban en el colegio y por la tarde salían de nuevo para sus casas, el internado (al cual me apuntaron), en el cual uno permanecía durante cierto tiempo (según lo pactado con los padres de uno): salidas los fines de semana según el comportamiento, o sólo en vacaciones; y un tercer tipo que era la negación de los derechos humanos del niño y el joven; el REQUINTERNADO en el cual lo matriculaban a uno y lo dejaban todo el año, incluidas las vacaciones de Semana Santa y las de mitad de año, si los padres se acordaban, retiraban el muchacho al final de noviembre. Sé de  casos en que el pobre chico estuvo encerrado los seis años.

En un internado se veía de todo, lo mismo que en las cárceles: homosexualismo (en ambos internados), robos, peleas por territorio, envidias, delaciones, falsificación de calificaciones, tráfico de influencias, acoso sexual y todas las malas costumbres que los adolescentes actuales creen estar inventando. Cuando a un interno le llegaba visita de su casa casi siempre le llevaban comestibles que, en la época llamaban comiso, tan pronto se descuidaba lo robaban o lo robábamos, no era la ley del más fuerte sino también la del más rápido. A uno lo robaban y uno robaba; al entrar a uno lo mansalveaban y dos o tres años después uno mansalveaba a los recién llegados. Todo graduado que salía de un internado sabía todas las artimañas para sobrevivir en la jungla de cemento. Las ganzúas estaban a la orden del día, cómo si no podíamos abrir los baúles con comiso, las puertas de los cuartos de los profesores para cambiar hojas de exámenes y previas y falsificar notas, las alacenas del economato para robar comida y los armarios con los artículos deportivos para jugar durante los días de castigo. Y no eran violaciones de chapas o candados, no, se aprendía a robar y dejar todo en perfecto estado.

 

email

¿Quiere compartir sus eventos, noticias, lanzamientos, concursos?

¿Quiere publicitar sus escritos?

¿Tiene sugerencias?

¡Escríbanos!

O envíe su mensaje por Facebook.

Lo más leído

Están en línea

Hay 279 invitados y ningún miembro en línea

Concursos

Sin eventos

Eventos

Sin eventos
Volver