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Lo último que quería era que ella sufriera tanto como yo. Así que no tuve más remedio que hacerlo. Y sí, lo hice, lancé un maleficio a todos los chicos que algún día besarían a mi nieta.

Os preguntaréis en qué consiste este maleficio. Pues es muy sencillo: Cada chico que besara a Alexandra y que más adelante se le pasara por la cabeza hacerle daño, sentiría el más fuerte dolor en su corazón.

De ese modo, Alexandra, siempre podía saber quién era un buen chico y quién no la merecía.

El día que Alex cumplió quince años, empezó el juego.

Hizo una fiesta invitando a todos sus amigos, entre ellos, el chico que le gustaba.

Por entonces, Alex, no sabía de la existencia de tal maldición, así que sus amigos lo hicieron todo para que los dos se quedaran solos. Cuando eso ocurrió, él le dijo que también estaba enamorado de ella. Entonces pasó el mejor regalo que Alex podía tener. Su primer beso con su primer amor.

¿Pero, era ese chico realmente quién merecía robarle su primer beso?

Probablemente para Alex, sí. Pero si la respuesta a esa pregunta, fuera también un: Sí, ¿por qué en cuando terminaron, al chico casi le da un ataque al corazón?

Seguramente pensaréis que es muy cruel por mi parte hacerle eso a los chicos. Pero tenéis que comprender que aunque a ella sólo la hubiera podido engañar, Alex sufriría, y eso es lo que yo no quería y no podía soportar.

El chico acabó saliendo del hospital un par de días más tarde, pero nunca volvió a acercarse a mi nieta. Ella no lo entendía, pero pensó que no tenía la culpa de tal hecho.

Ese pensamiento cambió en cuando a su segundo amor, un año después, le pasó lo mismo. Entonces allí dudó y vino a preguntarme. Le dije la verdad temiendo que se enfadara, pero en lugar de eso, se asustó.

Alex continuó saliendo con chicos y a todos les pasaba lo mismo. Así que un día vino a pedirme consejo o simplemente a que la escuchara. Le expliqué que los chicos no merecían la pena y ella decidió evitarlos durante un tiempo. Hasta el día que conoció a uno. Se enamoraron y quedaron para verse otro día. Pero cuando llegó el beso, a Alex no le gustó la sensación. Se dio cuenta de que ese chico no le gustaba lo suficiente. Al terminar, se quedó asombrada de que al chico no le pasara nada. ¡ERA EL PERFECTO!

A Alex, eso no le importó y lo dejó. Nunca más volvieron a verse.

¿Cuál era el problema?

Muy sencillo...

¡Siempre nos enamoramos de quién no debemos! Y el perfecto... ¡EXISTE!, pero a ese no es que no lo encontremos, si no que en realidad, no queremos encontrarlo.

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