Desde hace unos años, más o menos desde finales del siglo XX empezaron a verse por las calles muchísimas cabezas rapadas cuyos dueños exhibían sin pena ni pudor, no sé si será cosas de la moda o porque los calvos verdaderos se rapan para que no les vean esas entradas que casi les llegan a la nuca. Los jóvenes, tal vez, lo hacen porque en algún momento se volvió tendencia quitarse el cabello totalmente.
Antes de esto las personas que sufrían de alopecia, que es el término médico para la calvicie, sufrían porque los discriminaban o se burlaban de ellos, y esto viene desde los tiempos bíblicos cuando el profeta Eliseo, que sufría de calvicie, recibía mofas de los jóvenes de la época que le gritaban: “sube calvo, sube calvo” (2º Reyes 2:23-24: “Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube! Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos.”) y el Señor de Israel los castigó. Que tal tenerlo de profesor y que se emberraque con el curso.
Pasaron lo tiempos y los seres carentes de pelo en la cabeza usaban pelucas, bisoñés, peluquines y otros aderezos pilosos para disimular todo o parte del cuero cabelludo descubierto en pura piel. Sin embargo, eran objeto de burlas y esas pelucas volaban cuando arreciaba el viento y los pobres calvos corrían detrás de sus pelos postizos haciendo el ridículo.
Solamente en algunos lugares la peluca era símbolo de autoridad o de elegancia. En las cortes europeas tanto hombres como mujeres usaban pelucas perfumadas porque así lo imponía la moda, y años más tarde en los tribunales los jueces y magistrados usaban una peluca extravagante para impartir justicia, a mi me causaban risa, pero por fortuna nunca tuve que ir como acusado a una corte.
Era un buen negocio este de los aditamentos para disimular la calvicie y hasta compraban el cabello para elaborarlos. Algunas familias muy pobres derivaban parte de su diario vivir haciendo que todos se dejaran abundante cabellera para venderla. Claro que en esto también hay muchos avivatos que compraban barato y luego comercializaban a precio de oro.
Cuando en los sesentas se puso de moda, de nuevo, la melena para los hombres. Mis amigos escasos de pelo sufrieron mucho, y no se atrevieron a usar pelucas, bisoñés o peluquines por miedo a las burlas. El otro problema era que en los momentos más inapropiados se caían y la vergüenza era grande, en especial en las fiestas delante de las muchachas. Recuerdo un amigo que se dejaba crecer el cabello de un lado y lo peinaba sobre la cabeza con mucha gomina, eso que ahora llaman Moco de gorila y otras variedades de gel, cuando se despeinaba parecía el guardabarros de una moto, jajaja.
Los tiempos cambiaron y, dicen muchas mujeres, los alopécicos se volvieron sexys y se mandan rapar todos los meses y hasta van a salas de belleza masculinas a que les brillen el cráneo pelado. Pues miren como es la moda, pero cuando de nuevo se ponga de moda la melena lloraran de nuevo. O se enfurecerán y, de pronto, el Señor enviará osos para que destrocen a los mamagallistas, digo, jajaja
Edgar Tarazona Angel