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Qué me decía Dalia, que no me metiera en lo que no me importa.

Nunca le hice caso. Nunca le haces caso a tus amigos (al menos delante de ellos) y mucho menos a tus amigas, mas aún si tienes 12 años.

Dalia era precavida, tímida y suave.

Alguien a quien no se le hacía caso nunca, además porque nunca se enojaba con nadie y podías contrariala mucho que siempre tenía la tonta sonrisa en los labios para decirte que no importaba.

Dalia era precavida, tímida y suave.

Cuando fuimos creciendo esa su manera de ser la bañó de negro, desde los labios, la ropa, los párpados, las uñas. Aún hablábamos pero sus preguntas solían asustarme (claro que el temor solía aparecer cuando estaba a solas en casa recordando la cita con Dalia), a sus preguntas solía responder con otras preguntas: "¿donde está la muerte?, ¿es un ente?" solía decir y le respondía: "¿a un ente le faltará la L para poder ver mejor?"; no solía encajar bien mis bromas y a veces solo me miraba como quien mira estiércol. Pero después me agarraba del brazo y me lo apretaba con tanta fuerza que me hacía daño.

"Podría destrozarte con solo quererlo" me decía, y yo solo la miraba, confundido en sus párpados negros, en sus labios noche y en su dura mirada. Pero éramos amigos.

Pasó luego la época de la oscuridad y Dalia volvió a ser tímida y suave, pero nunca mas precavida. La osadía llegó como rebeldía a sus 15 años, decidió que ya era hora de crecer y hacer lo que quería (a su manera).

Empezó a frecuentar a otros chicos y chicas, se hizo voluntaria y deportista (o al menos eso me decía), su tiempo ya era de otros y me alejó por completo.

Cuando la volví a ver solo quedaba la Dalia suave, de una suavidad empática, esa suavidad que siempre hacía de mi que nunca cuestionara lo que hacía, que confiara en ella.

Escuché sus historias y sus anécdotas, aquellas que llegaron cuando dejó la precaución y la timidez.

Habían pasado 2 años, ya éramos otros.

Me confesó que dejó la timidez junto a su virginidad al amanecer de una noche de fiesta sobre la hierba del parque enfrente de su casa. Le dije que también había dejado ahí la precaución, solo me dijo que ella no jugaba a la lotería, que sabía cuidarse.

Me dolió la confesión, Dalia solía ser solo mía (al menos para mi). Lo leyó en mis ojos, me dio un beso en la mejilla y me susurró al oído "si no fueras tan tímido hubiera sido contigo". Me enfureció tanto que me fui.

Me fui de su lado, del pueblo, de la ciudad y del país, hasta me fui del continente (creo que exageré un poco).

Volvía a casa de año en cuando, nunca la vi ni pregunté por ella.Ese beso y ese susurro seguían quemándome la nostalgia.

Cuando la tecnología llegó Dalia era solo un recuerdo de mis crisis existenciales de los 40, 50 y 60, cuando parece que todo te grita que el tiempo pasa y estas mas lejos de aquel que fuiste. Aprendí a usarla (la tecnología) y encontré a Dalia, una solicitud de amistad, una respuesta y luego una cita, ambos somos de la generación que prefiere el sonido de la voz , la mirada directa y el sentir de la presencia física, que solo una llamada, por mas video que haya.

Mi siguiente regreso a la ciudad fue para verla, para poner timbre al susurro que quemó mis oídos y mi pecho.

La encontré sonriente, confiada, tenaz y muy dueña de si misma. Una verdadera mujer del siglo XXI.

Le hablé de aquella Dalia precavida, tímida y suave que fue mi compañera de la infancia.

Se sonrió, me dijo que solo era así conmigo, que yo era tan especial que se permitía ser así porque no tenía que protegerse de nada a mi lado.

Yo sonreí, sentí que el susurro volvía a sonar en mi cabeza.

Me dijo que nunca se casó, ni nada por el estilo. Le encantaba estar sola y ser dueña de su vida. Era muy feliz así.

De pronto sentí que el susurro se desmoronaba en mis recuerdos.

Conversamos un poco mas y luego nos despedimos.

Regresé esa misma tarde.

En cuanto llegué a casa mis dos nietos mas pequeños se sentaron conmigo y empezaron a contarme cosas, sentí su cariño como algo físico que me rodeaba.

Luego entro ella, se sentó a mi lado y me preguntó que cómo estaba, le dije que bien. Le dije que feliz y sentí su amor como algo físico que me llenaba por dentro.

Dalia era precavida, tímida y suave conmigo, pero no era para mi.

Aquel susurro me enganchó a su recuerdo toda una vida, pero me di cuenta que solo era la fantasía del pasado, aquello que nos permite recordar sensaciones y quienes fuimos. El tiempo que no regresará jamás.

Tengo a mi propia Dalia, que se llama diferente, pero que me deja hundirme en su mirada y me hace feliz desde hace mas de 30 años.

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