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Noche...

Imperturbable en tu silencio..., la música viene de adentro, de otro mundo. Rítmica como los latidos del corazón, pero un corazón apagado, sin luces, tan oscuro como el manto que te cubre y te llena de traiciones.

Y mi corazón ahora es un caballo desbocado, latiendo como un motor de carreras y todo por culpa de los ojos tras la máscara escarlata.

Esa máscara que dibujaba su rostro donde un par de alas se abrazaban a sus sienes y descansaban sobre la delicada piel de su tierna nariz. Tan tierna y esquiva como la misma intensidad del carmín de sus labios y la blancura de sus dientes.

Mi corazón aun no se calma del roce de mis dedos sobre su escote en una casual vuelta a un ruido conocido (creo que ella lo provocó para que me diera vuelta y pase lo que ha pasado).

Su risa casi perversa al distinguir mis nerviosos ojos tras mi azul máscara.

Por eso he venido a esconderme aquí en el jardín, para escapar a la tentación de la estrechez de su cintura, de la voluptuosidad de sus caderas, de la sensación tersa de la piel que le cubre los senos...

Traiciones..., como puedo definir una traición cuando la tentación ha obnubilado mis sentimientos y mis sentidos.

Siento pasos detrás mío mientras observo la noche. Sé que es ella, el aroma dulce y suave que he sentido en el salón es suyo, ahora sé que está allí y no sé si quiero darme la vuelta.

No lo necesito, sus manos se abrazan a mí y su cabeza se apoya en mi espalda mientras siento todo su cuerpo estremecerse junto al mío.

Me doy la vuelta y me doy cuenta que ambos aun tenemos las máscaras, no se la quito y ella tampoco hace nada para que me la saque.

El saco de mi traje a caído al piso, mi corbata también, se van soltando los botones de mi camisa poco a poco mientras ella hunde sus labios en mi pecho a cada botón que queda suelto.

Qué suave es su piel, la siento mientras van cayendo los sujetadores que tenía su vestido.

Mi camisa también está en el suelo y ahora soy yo quien aprovecho del estremecimiento que le provocan las yemas de mis dedos mientras recorro su espalda casi sin tocarla.

Dibujo cada razgo de su cuerpo con mis dedos y su boca está impresa en la mía, mientras siento su pecho rozándome el mío.

Sus uñas rasgan apenas la piel de mi espalda, es una caricia, la siento, yo beso su rostro, aquel rostro que la máscara me oculta, dibujo sus labios con mi lengua y los sello con un beso. Continúo bajando yo mismo junto con mi boca, hacia su mentón, hacia su cuello, firme y tenso, y lo beso y acaricio y sus manos se aferran mas fuerte a mis hombros, siento sus uñas.

De un hombro al otro, mis labios la recorren con paciencia, sin apuro, la noche nos cubre y protege.

El calor de su cuerpo me inunda y su respiración se acelera cuando mi boca se acerca a sus pechos, allí, al medio de ellos, siento la caricia de ambos en mis mejillas. Mi boca se mueve hacia uno de ellos, suavemente, con calma, mientras mis dedos acarician con la suavidad de antes la línea de su cintura...

Se ha estremecido, y yo con ella, todo cuando he acariciado con la punta de mi lengua el nervio que culmina en el pezón de su pecho, la he sentido, totalmente, como inundada de una corriente eléctrica que le causa el mismo placer que a mí.

Ha rodeado mi cuello con sus brazos, yo he rodeado la he tomado de la cintura y nos hemos echado sobre la hierba. Ahora sé que la disfrutaré mas..., estamos entregados completamente.

La música suena al fondo, la luna se oculta tras una pequeña nube, la brisa ha cesado, las máscaras ocultan los rostros.

Noche de pasión y de traiciones.

En el baile de máscaras.

 

 

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