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Alicia siguió sin responder. Pero bastaba su mirada para satisfacer la propuesta. Así se compensaba su sueño perdido la noche anterior.

 

En la noche se reunieron. Miguel llevaba casi una hora en la cabina, pero actuó como si recién hubiera llegado cuando Alicia ingresó desde su casa. Puntual como acordaron.

 

-         ¿Cómo estás? – le dijo ella

-         Bien, amor. Pensé que no venías…

-         ¿Me vienes a ver? Quizás quieras que vaya a tu casa…

-         No puedo, amor, tengo que avanzar aquí. ¿Qué harás tú?

-         Bueno, iré a ayudarle con la tarea a Jaime, me pidió por favor hoy…

-         ¿Y vas a ir tú sola a su casa?

-         Sí, le daré una mano para que haga su resumen

-         ¿Te molesta? – añadió

-         Sabes que no me gusta que estés sola en casa de otro chico – le dijo.

-         Ay, Miguel, otra vez…

-         Nada. Además, necesito que vengas a mi casa para que me expliques la tarea.

-         ¿En serio?

-        

-         Ya pues, le dejo las notas a Jaime y  me paso para tu casa

-         Mejor dile que nos alcance aquí; total, él es el interesado.

-         ¿Sí, verdad?

 

Llamó a Jaime y le comunicó las órdenes de Miguel. Pero al llegar a la casa de éste, luego de tocar el timbre varias veces, salió su padre por el balcón y le dijo que no estaba. Tampoco sabía dónde había ido. Lo llamó al celular. Contestaron pero no hablaron, y luego colgaron. Insistió. Esta vez respondió el sonido de apagado. En eso, Jaime llegó.

 

-         Te estuve silbando desde la esquina… - dijo

-         Ah –balbuceó. Sabes que no volteo cuando me silban.

-         Sí pues… ¿Bueno, los apuntes?

-         Aquí los tengo. Toma.

-         Bacán. ¿Y qué haces ahora?

-         Salí a comprar algo para beber, nada más.

-         Ah, compra. Te espero hasta que entres…

-         No, no te preocupes. Mañana te veo.

-         No es molestia. Apura, apura…

-         No, en serio.

-         Miguel no está en casa… ¿verdad?

-         ¿Qué? Me está esperando adentro

-         Alicia, no está la señora en la tienda y el teléfono público esta girado hacía ti. No soy ingenuo…

-         Pues que metiche eres.

-         Te entiendo, no quería que te pongas en ese plan.

-         Disculpa. Lo estuve llamando y no me contesta.

-         Algo debe haber pasado, no te alarmes…

-         Sí pues. Hasta su celular se apagó.

-         A veces pasa, se descargan.

 

Jaime le decía a Alicia lo que quería escuchar y ella oía sólo eso. Después de un rato de mirar al suelo, se fue en el mismo taxi junto a su amigo. No cruzaron más de un hasta mañana al despedirse. Unas cuadras antes de su casa, Alicia le dijo al chofer que se detenga: quiso caminar.

 

Estaba cruzando un parque, cuando de repente vio a dos personas sentadas en una banca. El reflejo del poste no le permitía distinguir, tanteaba sobre la traslucidez hasta que el hombre, sentado, besó a la mujer de su lado. Fue allí que sus ojos se abrieron recién: Eran Elisa y Miguel.

 

Su cabeza se adormeció. Tenía ganas de entrar en la escena, gritar y luego irse a llorar. Pero se justificó y decidió esperar. Los vio sentados un rato más en la banca hasta que se fueron. Alicia lloraba de rabia.

 

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