Hoy cobre, para festejar me fui a tomar algo en un bar, no tenía ganas de ver a nadie, por eso me fui solo, últimamente estoy odiando todo lo que me rodea, toda la mugre, todos los horarios esclavos, toda la ignorancia, toda la gente.
El bar se llama The Clover y queda en Avenida de mayo, es de noche y está templado, se ve bastante caro, pero hoy es un día para festejar, siempre se encuentra una buena excusa para beber, pero no cualquier excusa, siempre es una buena, el beber se puede usar como festejo o como depresión y el ser humano se maneja a base de depresión y alegría, son el nuevo amor y odio de estos días, como si las emociones también fueran una puta moda, todo es una puta moda, en fin.
Entro al bar, está todo muy obscuro, solamente se ven siluetas en las mesas, creo que soy el único ser de la noche de este bar de capital, veo siluetas de parejas, de mujeres, usualmente en un bar alcohólico estas cosas no pasan, lo usual es ver a tipos solos en las barras y a mujeres solas en las mesas, sin gana alguna de hacer otra cosa más que terminarse el vaso delante de ellos, hasta coger se pasa a segundo plano cuando tenés en frente un buen vaso de whisky Jack Daniels, justamente me acerco a la barra y le digo al joven cantinero, que me sirva un vaso de Jack Daniels.
La barra está muy bien alumbrada, es el único lugar de todo el bar con luces blancas en el techo, la barra está completamente hecha de madera, brillante madera, hermosa, firme y estable, totalmente limpia, se podría deslizar un vaso lleno de cerveza de una punta a la otra sin derramar una gota, de fondo suena una melodía que no puedo descifrar, en el fondo alumbrado por una luz blanca se puede ver un billar, hace años que no entro a un bar billares, el ultimo al que entre era al que mi padre iba todas las noches para luego regresar ebrio y agresivo, gracias a eso mi repulsión por los billares, ni siquiera me gusta el pool, me parece muy idiota, prefiero beber mi whisky.
Al poco tiempo se me sienta un tipo al lado mío, está muy ebrio, estaba en una de las mesas, seguramente lo echaron, estaba vestido de traje, con la chaqueta en la mano, tenía la camisa con los tres primeros botones superiores desabrochados y ambas mangas arremangadas, lo mire de reojo lo último que quería era que me echen del lugar por golpear a un borracho de mierda, si habré golpeado borrachos, si habré golpeado borracho, si me habrán golpeado borracho y borrachos.
Pero hoy no, tengo la puta suerte que está a mi lado a unos metros en un asiento individual, sabía que tarde o temprano iba a querer charlar con alguien y la victima perfecta seria yo, lo que es el destino, viajo lejos de casa para tener una noche tranquila y me encuentro con que quizás mi noche termine peor, si llegara a pasar será la última vez en este bar, la cerveza está demasiado cara como para soportar borrachos. A mi izquierda se abre la puerta que da a la calle, entra una mujer, una mujer hermosa, cuerpo perfecto, joven, totalmente vestida de negro, se sienta a mi lado, en el extremo opuesto del maldito ebrio, la miro de reojo, tenía un piercing en el labio, los ojos delineados de negro y la boca pintada de rojo, realmente muy hermosa, tenía un tatuaje en su antebrazo de una estrella de cinco puntas, esas mujeres que hacen preguntarse a uno mismo si será verdad eso de la perfección a primera vista, pidió un whisky Jack Daniels, yo ya estaba tomando una cerveza, volví a verla, ella miraba hacia su vaso, con un codo apoyado en la barra y su abrigo en la silla tomaba de su vaso, no me miraba pero sabía muy bien que la estaba mirando, las mujeres tienen un sexto sentido.
Cese de mirarla tanto, tampoco voy a mentir, nunca en mi puta vida iba a cogerme a una mujer así, soy realista por sobretodo, hace años que no sé lo que es estar con una mujer que no sea un puta paga, el amor no logra alcanzarme soy muy rápido, pero la mediocridad y la rutina al parecer saben correr más rápido que el amor, por que hace años que no me puedo escapar. El tipo que está a mi lado comienza a quejarse, al parecer no quieren servirle más alcohol, este tipo es un completo idiota, está gritando hace cinco minutos, tiene las dos manos apoyadas en la barra mientras grita, al lado de su mano izquierda tiene un vaso de cerveza a la mitad, está justo a mi lado, llega a volcar ese vaso, me llega a mojar juro que lo mato y al carajo mi tranquila noche, odio a los idiotas como este, se piensan que después de tres tragos se pueden comer al mundo, y todos los imbéciles se quedan callados como si un tipo tan arruinado pudiera hacerles daño, maldita gente por eso los soporto cada vez menos.
Es curioso pero la sociedad necesita hijos de puta para mantenerse a salvo de hijos de puta, necesitan de alguien así para cuando le conviene, para luego juzgar y murmurar cuando ya no les hacemos falta, juro que estaba por sacarlo del cuello a la calle, cuando me di cuenta, quería saber cuál era la reacción de la gente con este tipo, así que me quede en mi asiento individual esperando que pase algo.
El tipo seguía subiendo de tono, estaba realmente cabreado, quería un trago más a toda costa, y el cantinero que era un tipo joven no sabía qué hacer, el bar no tenía seguridad, cosa rara.
La cara del joven cantinero era como si estuviese frente a un ladrón o un delincuente, al parecer se habrá olvidado que esa figura que lo amenazaba ganaría unos cuantos dígitos más que él, finalmente le sirvieron otro trago, el tipo se dirigió al baño cuando pasaba por detrás mío, le dijo algo que no llegue a escuchar a la mujer que estaba a mi lado, ella no le respondió.
Me miro y me dijo
- Ese tipo es un completo idiota – eso fue lo que basto, estaba listo para enamorarme.
- Ni que lo digas – le conteste llevando el vaso a mi boca
- Hey, ¿ me puedo quedar con vos?, no quiero que me moleste, por lo menos hasta que se valla.
- Pero por supuesto, acércate más acá.
Ella acerco su silla, parecía más alta cuando atravesó la puerta, al parecer el maldito ebrio indirectamente me habría hecho un favor, se me acerca con el mentón apoyado en una de sus manos, y con su otra mano en el vaso, me dice:
- Yo me llamo Eris– me miraba a los ojos, era realmente incómodo.
- mucho gusto, me llamo Demian
- me gusta tu nombre Demian, ¿sabes que pareces un tipo interesante?
- creo que soy la persona menos interesante en este maldito bar, pero gracias nunca antes me lo habían dicho.
- No, es verdad pareces un tipo misterioso lleno de historias, estas en un bar solo un viernes a la noche, ¿qué haces acá solo?
- Qué curioso yo me preguntaba lo mismo sobre vos, yo soy una mosca de bar que solamente buscaba una nueva barra para variar un poco, ¿vos que haces acá un viernes a la noche sola? Eso sí es raro.
- No me vas a creer – me dice sonriendo y agachando la cabeza como con timidez
- Dale Contame, no te aseguro que te voy a creer pero por lo menos te voy a escuchar
- ¿Sos simpático sabes?
- Gracias, tampoco me lo han dicho nunca
- Bueno te cuento, soy la discordia
- Oh eso es interesante, ¿y por qué la discordia está acompañándome en este bar?
- Aunque no lo creas es el único bar de la ciudad con un buen whisky.
- Eso si te lo creo.
Vuelve del baño el tipo borracho, mira hacia nosotros, cierra los ojos como enfocando, y se dirige hacia donde estábamos, me doy la vuelta lo miro fijo, el tipo balbucea algo en voz baja y se va hacia su asiento, creo que se sintió amenazado por que no caí en su idiotez, tomo su vaso de cerveza cabeceando hacia delante y atrás, sin mirarme, entonces seguí en mi mundo.
Ella me contaba de su vida, estaba soltera, tenía el pelo muy negro y brilloso, era de piel blanca y de ojos obscuros, me hablaba sin despegar sus ojos de los míos, una mujer fuerte, para nada tímida, muy espontánea y segura, me invito a jugar al billar, dije que no. Continuamos la charla por horas, las parejas se iban marchando y los vasos frente nuestro se iban acumulando, cuando me di cuenta el bar estaba casi vacío, eran como las 4am, y no tenía forma de volver a casa hasta que los colectivos volvieran a andar, el tipo de la barra nos dijo que era hora de que nos retiremos, ella me invito a su departamento que según ella no quedaba muy lejos de allí, accedí sin dudarlo.
Salimos de ese bar, los dos un poco ebrios, todavía tenía una gran parte de mi sueldo en el bolsillo, así que le propuse buscar algún lugar para comprar bebidas antes de ir a su casa, caminamos por las calles de Buenos Aires hasta llegar a una especie de almacén de 24 horas, lo atendía una mujer cuarentona de pelo canoso, le pedí cuatro latas de cervezas, dos botellas de whisky barato y dos paquetes de cigarrillos, metió todo en una bolsa y nos fuimos, ella iba tomada de mi brazo, diciendo que me amaba totalmente ebria, el departamento de ella quedaba en frente de la plaza de los dos congresos, era un hotel barato muy sucio y descuidado pero a esa altura me importaba un carajo, vivía en el 4to piso, tenía una magnifica vista a la plaza, era un departamento pequeño dos habitaciones y un baño muy precario, le pedí dos vasos, me los alcanzo y se fue al baño, serví los dos vasos y ella seguía en el baño, me tome el mío y el de ella, luego los volví a llenar, todavía no salía del baño, me tome los dos vasos nuevamente, y los volví a llenar, después de esos dos vasos me sentía como en casa.
Ella sale del baño, con una bata negra de toalla, se sienta a mi lado, con sus magníficas piernas blancas, se toma su vaso de un sorbo, y me mira a los ojos, la bese, y me tire encima de ella sobre ese viejo sofá que daba a la ventana, se saca su bata podía ver sus tetas blanquísimas, cogimos en ese sillón duramente como si fuera la última vez, solo parábamos para beber, cuando se terminó la primer botella ella se fue a la cama, yo tome de la bolsa que estaba en la mesa una lata de cerveza y la abrí, me dirigí a la ventana a mirar la plaza, sin pantalones, solamente veía más de la misma mierda que veo todos los días, marginalidad, pobreza, delincuencia y brutalidad, ella me llama a la cama, había prendido un cigarrillo de marihuana, me convida un poco, luego cogimos una vez más y nos quedamos dormidos.
El sol me despertó el sábado a la tarde, ella todavía estaba dormida, me levante, mire el reloj que decía que eran las 3 de la tarde, fui al baño y vomite, luego busque mis pantalones y la botella de whisky, tome un trago, ella se despertó, me pregunto la hora y fue al baño, realmente éramos parecidos, cuando me despierto de una borrachera lo único que me interesa saber es la hora, no es que tenga algún lugar donde ir, es solamente una costumbre que tengo hace años.
Cuando volvió del baño se sentó a mi lado en el sofá
-¿Tenes hambre? – pregunto
- No, te agradezco, ¿vos tenes hambre?
- Por ahora no
Le serví un trago, lo tomo de un sorbo, realmente era una gran bebedora, eso me gustaba, me hacía sentir menos solitario, ella respozo su cabeza en mi hombro y me abrazo, sentí miedo, todavía no sé por qué, fui al baño para escapar de esa sensación, no podía mear, así que hice tiempo, me lave la cara y Salí, prendí un cigarrillo y saque una cerveza de la bolsa y guarde las demás en la pequeña heladera que tenía, la heladera estaba casi vacía, solamente tenía latas de atún, una bolsa de carne picada y vegetales en una bolsa blanca.
Luego de unas horas me dio hambre así que decidí hacer la comida, encontré una caja de salsa de tomate en la alacena y espagueti, ella me miraba y bebía el whisky desde el sofá, corte las cebollas y las deje en aceite en una pequeña sartén, coloque una hoya con agua en una de las hornallas mientras picaba ajo. Luego siento que viene a mí y me abraza, pude ver en mi estómago sus blancas manos abrazándome, tenía el cuchillo en la mano, lo solté, y gire a besarla, cogimos nuevamente en la cocina, para cuando terminamos las cebollas estaban doradas y el agua hirviendo, puse sal al agua, el ajo y tomate en el sartén y seguimos, ¿qué puedo decir? disfruto del buen comer.
Comimos en la mesa, ella bajo a comprar un poco de vino, estábamos tomado eso, realmente estaba delicioso, ella me dijo.
- ¡Sí que sabes cocinar!, yo no podría hacerlo tan bien
- Estudie gastronomía durante 1 año – dije
- Viste, Yo sabía que eras interesante – me dice sonriendo
- Nadie cree eso
- Están equivocados
- Lo sé – continuamos comiendo en silencio
Esa noche decidí llevarla a un bar para agradecerle su hospitalidad, realmente se lo merecía, aparte era la única mujer con la que había estado en años, era muy reconfortante tener a alguien que te ofreciera calor gratuitamente.
Me llevo a un bar que ella conocía, todavía no sé cómo llegamos ahí, ella me llevaba tomada de mi brazo, tardamos mucho para salir ya que ella se tenía que producir, yo la miraba sentado en el sofá tomando latas de cerveza y fumando, ella estaba mirándose en el espejo del baño con la puerta abierta, me gustaba mucho como le quedaba el negro y al parecer todo su ropero era color negro, se puso un collar de plata que tenía un colgante eran alas negras, realmente magnifico, pero en cierta forma, no me hacía sentir del todo seguro, pero no tengo nada que perder, como toda mi vida.
Llegamos a bar, no alcance a leer el nombre ya que el cartel estaba muy borroso, tenía una puerta color verde muy rasgada, cuando entramos había dos mesas de pool, tres tipos en la barra y un cantinero viejo y canoso, era como estar en casa, entramos y nos sentamos en la barra, le digo que pida lo que quiera, pidió dos cervezas, el ambiente era el mismo que en toda mi vida, apagado, poco interesante y monótono, ella me alumbraba con su obscuridad, hablábamos y reíamos en ese antro mediocre en el microcentro.
No es necesario estar loco para vivir en este mundo pero ayuda, esa frase que me dijo ella me quedo marcada a fuego en la mente, hacía meses que no me sentía así, con una razón de ser, algunos piensan que los seres solitarios, están solos por que son fríos o por que no son de fácil confiar, que no saben entregar sus sentimientos, eso creen, pero se olvidan que a veces no hay nadie a quien entregarle esos sentimientos, que a veces la soledad no es una elección, es una circunstancia, los solitarios entregan todo demasiado rápido, como yo con Eris, como ella conmigo.
Me quede con ella toda la semana, me había dado una copia de su llave, ella no trabajaba, no me hablaba mucho de su pasado, estaba para acompañarme, venia conmigo a todos lados, me escuchaba y me entretenía, cogíamos y reíamos, también discutíamos, mucho. Al parecer la discordia no descansaba, era muy terrible cuando quería, yo siempre fui un ser en busca de afecto, tenía que aguantar sus arrebatos si quería tener su calor, error común en el hombre, somos seres de costumbre, ellas no, ellas son seres de constante cambio, las noches terminaban en besos y botellas como toda nuestra relación, llena de cenizas y de cielo gris.
Un día como cualquier otro cuando volví del trabajo y tome el puto ascensor, cuando abro la puerta de la habitación, ella no estaba, no había rastro, ni siquiera de que haya existido, pensé en matarme, pero era demasiado precipitado, pensé en buscarla en los bares de la noche, en la ciudad, la ventana que daba a la plaza me tentaba demasiado, así que fui a comprar una botella de whisky para tomar coraje, volví y me senté en el sofá, tomando copas, sabía que quizás había salido a caminar, pero en el fondo sabía muy bien que no iba a regresar, brinde por ella y me quede dormido en el sofá con unas cuantas lagrimas recorriendo mi mejilla.
Fueron pasando los años y ella no regresaba, mi vida volvió al gris que siempre la ilumino, seguía visitando bares para beber y tal vez encontrarla de “casualidad” sin éxito alguno, hasta que fui al primer bar donde la vi, entre me senté en el mismo lugar que estaba aquella ves y pedí un vaso Jack Daniels, el lugar no había cambiado para nada, haría siete años que no entraba, todavía estaba el billar en el fondo, cuando se abre la puerta veo hacia mi izquierda y la veo entrando por la puerta, tan hermosa, vestida de negro, con los ojos delineados y los labios rojos, piel blanca, estaba igual que la última vez que la vi, parecía no haber envejecido ni un día, me miro y al parecer no me conoció, sus obscuros ojos eran sin duda los de ella, los ojos de la discordia.
Esto se merece una atención, vale un negro brindis
N.e.c