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PULGOSA Y GARRAPATOSA

 

 

Había una vez una familia muy rica que tenía dos hijos muy amorosos y una bella perrita muy querida por todos en este hogar.   Esta bella perrita tenía un saludo especial y distinto para cada uno de los miembros de la familia lo cual la hacía muy especial dentro de esta familia para quienes era un integrante más.

Al jefe del hogar por ejemplo, le encantaba que, al llegar a su casa, saliera su perrita pulgosa a recibirlo porque ésta le movía muy graciosamente su pomposa colita.   A la ama de casa la saludaba muy cariñosa por la mañana al levantarse, lamiéndole los pies amorosamente.  A los niños los saludaba rastrillando sus paticas en el suelo y parándose coquetamente en dos patas para jugar con ellos.

Pulgosa era la perrita más feliz del pueblo porque era la más amorosa y la más querida; por este motivo todos los vecinos la reconocían y la apreciaban.  Pulgosa era muy buena amiga y le encantaba compartir con todos los niños y con todos los perritos del barrio.  Por su belleza y simpatía, pulgosa se convirtió en el centro de atención de todos en el barrio. 

Esta manera de ser de pulgosa, despertaba la envidia de garrapatosa, la perrita callejera que decía ser su mejor amiga; garrapatosa no podía soportar el éxito social  y familiar de pulgosa ni mucho menos aguantaba la calidad de vida tan amorosa que llevaba su mejor amiga, puesto que garrapatosa vivía en la calle y subsistía de la caridad de los vecinos que siempre le tiraban las sobras de sus platos.

Esta querida familia se reunía todas las noches a planear lo que sería el almuerzo del día siguiente; cabe destacar que a estas reuniones jamás podía faltar su perrita pulgosa, puesto que ella era otro miembro de la familia tanto para grandes como para chicos.  Un buen día el padre de la familia se antoja de comer sancocho de cola, entonces él se compromete a traer del mercado una gustosa cola de res. 

Como todas las mañanas,  pulgosa sale a pasear  por el parque del barrio, donde se encuentra, como todos los días, con su gran amiga garrapatosa para charlar un rato, antes del almuerzo.  Así transcurre esta mañana y entre charlas y risas, pulgosa recuerda y comenta lo que será hoy el almuerzo en su casa, un suculento sancocho de cola.   Garrapatosa que hoy al igual que todos los días de su amarga y callejera vida tiene envolatado el almuerzo, logra la oportunidad para desanimar y crear complejos a su gran amiga (así mismo como lo hace tan solo nuestro mejor amigo),  haciéndole creer que será su cola, la de pulgosa, la que dará gusto a ese sancocho que está esperando  con tanta expectativa.  Garrapatosa se da cuenta inmediatamente del impacto que ha causado en pulgosa su comentario y aprovecha la ocasión para desanimarla diciéndole la muy hipócrita: en esa casa no te quieren amiga y a mí me duele mucho verte sufrir.   ¡Ay garrapatosa, yo me veré muy fea sin mi colita!.  Porqué me hacen esto? Si yo los quiero mucho a todos ellos…  ya no podré saludar a mi amo ni  manifestarle que estoy feliz de verlo.

La envidiosa garrapatosa cada que veía a pulgosa le hacía comentarios de cómo le faltaba su colita y pulgosa estaba convencida que no tenia cola y por esta razón nunca volvió a saludar a su amo.  (Cuántas veces sucumbimos al comentario malicioso, y sesgado por la envidia de nuestro mejor amigo?  Al fin y al cabo, el trigo y la cizaña se siembran al mismo tiempo y en el mismo campo y crecen juntos hasta cierto instante de la vida después del cual uno de los dos ha de sobrevivir y, como es lógico, el otro se ha de quedar en el camino).

Otro día se reúne la familia como de costumbre a planear el almuerzo del día siguiente.  Esta vez es a la señora de la casa a la que se le ocurre antojarse de lengua en salsa.  Comprometiéndose a prepararla ella misma de una manera muy especial. 

Hasta ese momento pulgosa latía y era un poquito feliz, pero de ahí en adelante no se le volvió a oír ladrar porque cuando le comentó a su amiga garrapatosa del antojo de su ama, la envidiosa perra la convenció de que sería su lengua, que sería la lengua de pulgosa  la que se comerían en la gustosa salsa en la casa y que, por ende, ya no tendrá lengua.  ¡ay amiga, cómo podrás jugar y cantar con nosotros?!.  (Muchos complejos y frustraciones nos ha ocasionado en la vida la envidia de nuestro mejor amigo.  Porque, no debemos olvidar, que el trigo y la cizaña crecen juntos y en el mismo campo).

-        Yo estoy muy triste, decía pulgosa, me están matando por partes…

Mientras tanto, en casa empezaron a notar el extraño comportamiento de pulgosa, pues ésta ya no jugaba y solo era cariñosa con los niños.  A papá y a mamá ya no los saludaba porque, según la misma pulgosa, ya no tenía ni lengua, ni cola para alagarlos.  Pulgosa a toda hora estaba muy triste. 

De pronto en otra reunión para planear el almuerzo del día siguiente,  los niños se antojan de paticas en salsa con verduras.  Entonces el padre les encomienda a ellos mismos, a los niños, que traigan las patas.  Otra vez pulgosa sale llorando y llora y llora contándole a su gran amiga garrapatosa que ahora se le van a comer las patas.  (Seguramente, habrá muchas veces en la vida en que la fe y la confianza en el mejor amigo nos ha hecho vulnerables a la envidia y mala de fe de éste, el mejor amigo.  Sin embargo, siempre subsiste la esperanza de que la cizaña se va quedando en el camino y el único fruto de este dúo, de trigo y  cizaña, lo produce el trigo, porque la cizaña es estéril).

Ya pulgosa no saluda ni juega con nadie.  La ama de casa observa a su perrita y detalla en su gran tristeza, pero pulgosa no le puede contar nada porque está convencida que ya no tiene lengua, ni patas, ni cola.  Pero primordialmente, pulgosa ha perdido la confianza en todos los miembros de su familia; ya pulgosa tan solo confía en garrapatosa su única e incondicional amiga.

“Hago un paréntesis para recordar a unos compañeros de oficina de nuestra época de juventud.  Alberto me lanzó una galantería muy propia de su generosidad y amabilidad, la cual yo recibí agradecida y vanidosa.   Mi compañera Patricia me llamó aparte y me dijo: tan burletero Alberto, lo que te dijo del vestido, ja ja ja.    Hoy en día que veo mejor y más claro, recuerdo este suceso de mi vida en medio de burlas contra mí misma, porque ese vestido jamás lo volví a usar para ir a la oficina, porque me deje convencer de la burlona envidia de mi compañera”.   Volviendo a nuestro cuento, la señora de la casa muy preocupada sale a buscar a garrapatosa y le cuenta el estado de ánimo de pulgosa; la envidiosa y cizañera garrapatosa, ahora sí asustada y arrepentida le dice: Señora, lo que pasa es que yo le dije a pulgosa que ustedes se le comieron la cola, la lengua y las patas y esa es la razón por la cual pulgosa está tan deprimida, porque la convencí de que en su casa la maltrataban.

Una vez con esta información con la cual han quedado despejadas todas sus dudas, la señora se va y al llegar a casa muy amorosamente carga a su perrita y la asoma a un espejo para que ésta se vea y comprenda que está completa.      Una vez pulgosa se convence de que no le falta nada a su pequeño cuerpo, vuelve a ser totalmente feliz.

No todos los amigos son amigos de verdad; no siempre la amistad es leal y fiel; sin embargo y  aunque pase por momentos de deshonestidad, la amistad sincera siempre triunfa;  porque la amistad es indestructible y trascendente.  Y si no qué sería de nuestra vida sin amigos?...

Pero hay que valorar la unidad y el amor de la familia por encima de todas las demás relaciones humanas, finalmente y cuando llegan las épocas de la pobreza y la enfermedad, es lo único que nos queda y que nos tiende la mano.  Además se podrá cambiar todo en el mundo, pero jamás la familia porque los lazos de sangre son inmodificables e irrompibles.

Por último, el valor propio está por encima de criterios u opiniones ajenas que son válidas en la medida en que nos sirvan como elementos para complementar y depurar nuestro análisis particular pero jamás podrá sustituirlo.  

 

 

 

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