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Suspiro de silencio
ahogado en el  fondo de mi pecho
mirada furtiva
que escondo inquieto…

La llamaba “amiga” En el presente instantáneo, pero la nombraba de mil formas distintas cuando invadía con susurros la cercanía de su rostro. Ella solía sellar mis palabras con una mirada, minando mi desenfreno con aquella expresión aterrada de no comprender que aquello que yo hacía no era para “ese” momento.

Sin embargo, cuando ninguna otra realidad interfería en la nuestra, incluso aquellas propias, que existían más allá de nosotros y con nosotros, la mirada aterrada se volvía escrutinio y me preguntaba sobre las palabras selladas antes.

Las repetía siempre una a una, sin olvidarme ni el orden ni la intensión, ella me reprochaba que las dijera antes, que solo eran para momentos como aquellos. Yo la escuchaba y prometía no hacerlo nuevamente, promesa vana que ella sabía que no cumpliría, que ella esperaba que no cumpliese.

A veces, las otras realidades que nos interactuaban trataban de alejarme de su cercanía y ella me traía de nuevo con menos tacto que mis susurros, entonces era yo quien miraba aterrado y ella quien callaba sonriente.

Mi apasionamiento irresponsable y sus celos inexplicables eran el lazo extraño que nos ataba más allá de aquellos momentos secretos nuestros. Cada huída del universo presente era la fantasía de la vida plena, completa. Teníamos la capacidad de salir de él como si accionáramos un simple interruptor, tal era nuestra confianza en el regreso obligado, cuando sonaba el click imaginario, cuando entrábamos en nuestra fantasía, nuestras miradas cambiaban en ese instante, la sonrisa se hacía expectación, la cercanía nos atraía irresistiblemente y la temperatura se elevaba al infinito.

A veces atrasábamos lo inevitable moviéndonos lentamente, muy lentamente, hasta que el contacto de nuestros labios parecía producir chispas extrañas a nuestro alrededor; otras veces, apenas el click sonaba, nos fundíamos juntos en el fuego que provocábamos hasta desaparecer uno en el otro.

Pasados eones y sin mediar palabra, el click sonaba nuevamente y con la tristeza del desencanto nos separábamos sin querer hacerlo.

El secreto era nuestro y vivíamos de él y para él.

Sin embargo, un día, aquella mirada aterrada no respondió a los susurros de mi voz y solo fue una mirada cómplice de la risa que parecieron provocarle mis palabras, de la broma cruel de indiferencia con la que me respondieron sus labios, de la frialdad que nació de sus ojos.

Supe que el click último había sonado para siempre el día anterior, cuando no quiso el fuego encenderse a mi llamado y la cercanía se hizo solo silencio.

El fuego dentro mío sigue consumiéndome, extraño la mirada aterrada, extraño su fuego y la impaciencia de la cercanía esperada, extraño su sabor y el temblor del encuentro secreto, extraño sus dedos jugando en mis cabellos y la piel que se estremecía al contacto de los míos, en fin, la extraño a ella que se ha ido.

Su fuego se consumió antes que el mío y solo me queda el recuerdo de todo el hermoso tiempo que pasamos juntos, tiempo que no será divulgado ni llorado en mis noches bohemias, porque todo aquello habrá de quedarse en un completo, silencioso y doloroso secreto.

FIN
(Dic .– 08)

 

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