Érase una vez en que caminaba muy perdido, un gato muy poco inteligente. Estaba bien asustado, porque no sabía donde estaba su casa. En el camino se encontró con un ratón, el pobre ratón también se asusto, estaba frente a un gato, de seguro se lo comería. Pero aquel gato se veía muy triste y miraba al ratón con mucha curiosidad. El ratón estaba sorprendido, ¿Por qué aquel gato no lo atacaba? ¿Por qué lo miraba con tristeza y con miedo? El ratón se le acerco y le dijo: “Oye gato, ¿Qué te pasa? ¿No me vas a perseguir? ¿No me vas a comer? Eres mi peor enemigo.”
El gato lo miro sorprendido y le respondió: “¿Soy tu peor enemigo, y porque? ¿Por qué te tengo que comer? No me gustas, además, ¿quién eres tú?” El ratón comenzó a reírse a carcajadas, el gato no podía entender que era lo que le pasaba a aquel animal gris, mediano y raro. “¿No sabes quien soy? ¿Acaso estas enfermo? Ustedes los gatos se comen a nosotros los ratones. Creo que tú no tienes hambre, ni ganas de correr. Ustedes no nos dejan vivir tranquilos. Nosotros les tememos a ustedes los gatos. Dime que comiste, para que no me quieras comer a mi.”
El gato bajó la cabeza y casi llorando dijo: “No sé de que hablas ratón, además yo no quiero comer, lo que quiero es volver a mi casa, estoy perdido. No me acuerdo donde vivo.” El ratón volvió a reírse y después replico: “¿Estas perdido? ¿Cómo es posible? ¡Un gato que no sabe donde vive! No sé gato, pero creo que no eres muy inteligente. Sigo insistiendo que eres un gato que esta enfermo. ¿Desde cuando estas perdido?” El gato volvió a mirar fijamente al ratón, y dijo: “No sé, salí de mi casa y ya no pude regresar. No me acuerdo cuando me perdí, estoy cansado y agotado. He caminado mucho, tengo ganas de dormir, pero en mi camita caliente.”
El ratón lo miraba con mucha curiosidad. “Me parece que eres un gato muy bueno y dulce. Tus dueños te deben querer mucho. ¿De que color es tu casa? ¿Es grande, tiene sótano? A mi me gustan los sótanos de las casas. “No sé – contesto el gato – debe ser grande, porque yo tengo un rincón bien bonito, con una camita bonita. Llévame a mi casa. Te lo suplico.” El ratón no paraba de reírse, no podía creer lo que aquel gato hablaba. El ratón se estaba burlando del pobre gato. “¿Y como te voy a llevar a tu casa, si no sé donde vives? Además, si otros gatos nos ven juntos, a mi me comen, y a ti te puede ir muy mal. He tenido suerte contigo, porque no eres agresivo. Pero no puedo ser tu amigo, ni menos acompañarte a tu casa.” “¿Y que voy a hacer? ¿Dónde comeré, donde dormiré? Ayúdame ratón, extraño a mis dueños y a sus niños, aunque me halen el rabo.”
El ratón no confiaba en el gato. Ese gato parecía tranquilo, pero como tenia hambre, en cualquier momento podía atacarlo. “No puedo hacer nada por ti. Mejor me voy, porque me puedes comer. Sigue caminando, quizás te encuentras otros dueños. Yo voy a buscar en la basura algo para comer.” El gato suplico: “¡No te vayas amigo, yo no como ratones! Lo que yo como es comida de gatos. Tengo hambre, llévame contigo, quiero comer lo que sea.”
El ratón al fin se convenció que aquel gato era inofensivo. Salieron juntos a buscar algo de comer. Llegaron a un basurero. Allí una señora tiraba una bolsa de basura. Esperaron un momentito. Cuando la señora se marchaba el ratón salio apresuradamente a buscar en la bolsa. La señora sintió un ruido, miro hacia atrás. Vio al ratón buscando con desespero en la bolsa que había tirado. La señora comenzó a gritar. “¡Un ratón, un ratón, me va a morder! ¡Auxilio, auxilio, un ratón!” Salio corriendo como loca. El gato la reconoció…… era su dueña. Corrió maullando, detrás de ella. El ratón un poco asustado, y desde un rincón los miraba. La señora abrazo y beso al gato. “¡Mi gatito, como he sufrido! Llegue a pensar que te había perdido para siempre. Tres días sin verte mi amor. Vamos a casa, debes de tener mucha hambre y sed, te veo muy cansado.” El gato estaba muy feliz. Busco para ver si aun estaba su nuevo amigo, lo vio en un rincón escondido. “Gracias amigo por escucharme y por estar a mi lado en mis momentos tristes. Nunca te olvidare. Cuando puedas ve a mi casa, sin que te vea mi dueña, tendré un pedazo de queso para ti.” La señora que apretaba con cariño a su gato en sus brazos, dijo con asombro: “¿Qué estas diciendo amor? ¿Quién es tu amigo?” Por primera vez, desde hacia unos días, el gato sonrió y lamió con ternura a su dueña. El ratón ya mas tranquilo, siguió buscando comida en aquella bolsa de basura. ¡Que suerte tuvo! Encontró un pedazo de carne, y un pedazo de queso blanco. Mientras comía, pensaba en aquel gato tan inocente que pudo hacerle daño, y sin embargo lo trato como si fueran iguales. Nunca se imaginó que sería amigo de su peor enemigo, un gato. Pero no todos los gatos son tan amigables, ni todos los ratones se hacen amigos de los gatos.
Fin.
Autora: Carmen Lydia Rosa.