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El viaje es largo, el camino incómodo y no me sienta nada bien este trabajo. No es que me incomode viajar, de hecho es uno de los mejores aspectos de todo, conocer nuevos rumbos, nueva gente, caminos distintos y aires diferentes.

Antes de todo esto siempre estaba metido en la ciudad y ese aire agobiante me había vuelto un ser amargado y triste, solitario y tímido, arrogante y superfluo (no, no son contradicciones, solo es que era así).

Después vino la oportunidad y la tomé porque pagaban mejor. Hoy estoy tranquilo y me siento más libre, sin embargo, mi trabajo consiste en notificar a los prestamistas del banco la finiquitud de sus deudas y el próximo embargo de sus propiedades. Nunca me imaginé que sería el pájaro de mal agüero de vidas ajenas.

Se necesita un carácter fuerte para aguantar las imprecaciones bien justificadas de parte de todos los afectados, al banco no le interesan necedades tan mundanas como que una enfermedad cualquiera había causado en el pueblo una mala cosecha, una ausencia de los peones, la muerte de los animales; que la sequía o la inundación había destrozado sus tierras y por consiguiente la falta de producción e ingresos; que un asalto de los delincuentes locales habían dejado a los propietarios sin sus pocos bienes; que el pueblo entero había prohibido tal o cual producción por estar en contra del gobierno local o nacional; etc. esas nimiedades no le importaban al banco. Y mi trabajo era decirles que como no hubo aportes, entonces sus propiedades serían embargadas. En fin, era el odiado de todos y me lo aguantaba bien.

Así que yo continuaba mi trabajo y hoy me toca avisar a un ex hacendado que ya es hora de irse a vivir a un asilo público. Mala cosa, los ancianos son duros, ya casi no les importa lo que les pase y mucho mas si son solitarios como el que me toca hoy.

Lo dicho, este trabajo no me sienta bien (a pesar de todo) ya me amargué el día pensando en lo que se me viene encima.

Después de mucho trajín por fin he visto la pequeña casona perdida en la pradera, tiene un riachuelo que corre cerca, un pequeño granero, una cerca donde parecen estar juntos las gallinas y los cerdos, algunos árboles descuidados en la parte de atrás que sobresalen por el techo como extraños vigilantes y, como un colorario fuera de lugar, una inmensa y derruida antena de televisión que mas parece un insecto aplastado con las patas afueras que otra cosa.

He detenido el automóvil en la entrada al sendero y no me queda mas que cumplir con mi cometido, así que allá vamos.

Luego de golpear la puerta y esperar un momento, sale a mi encuentro un hombre de algo mas de 80 años, todo lleno de arrugas, vestido de camisa de franela, pantalon sujeto con tirantes (no sabía que se seguían usando, o a lo mejor él es el que no lo sabe), zapatos de cuero y, puestos casi herméticamente, un par de lentes negros sobre los ojos (no vaya a ser ciego, eso no estaba en el informe, esas cosas se anotan para saber cómo tratar con ellos y yo no soy un experto en el campo de los incapacitados).

- ¿Diga?-

- Disculpe usted - me acerco un poco mas para hablarle - soy representante del Banco ... y tengo la ingrata noticia de venir a darle el tercer aviso sobre sus cuentas impagas. Lo que significa que tiene usted una semana para dejar la casa que a partir de ahora es propiedad del banco - Me alejo un poco luego del discurso porque este es el momento crítico de todo, si algo a de pasar será ahora. El hombre parece pensar un poco mientras gira la cabeza para otro lado como si estuviera viendo algo, al momento la gira nuevamente para mi y esbozando una tenue sonrisa solo dice:

- Vaya que contrariedad, había olvidado el asunto este del..., del..., del banco! - dijo titubeando - pero creo que se puede arreglar. ¿Cuanto debo? - me preguntó como si tal cosa.

- Mire, ese asunto va a tener que ir a arreglarlo a la sucursal del pueblo, pero tendrá que ser máximo hasta mañana, de otra forma el banco se queda con la casa - pareció mirarme tras esos profundos espejos nocturnos que ocultaban sus ojos.

- Ni modo, es un problema, pero si no hay nada mas que hacer entonces mañana voy para el banco. Mientras tanto, y ya que está aquí, ¿no le apetece acompañarme a cenar?, mire que no hay mucha gente que se acerque hasta aquí y sería bueno cambiar la rutina de comer solo - sonrió afablemente y el hecho es que el viajecito me había dejado algo adolorido y hambriento, así que acepté sin dudar.

Entré directamente a la sala y lo primero que me llamó la atención fueron la cantidad de estantes y libreros que había en todo el lugar, apenas sí cabía una pequeña mesita al centro donde mal que bien entrábamos los dos.

El hombre me invitó a sentarme en una de las sillas que rodeaban la mesa y excusándose un momento se fue para la cocina, donde ya se escuchaba el burbujeo de agua hirviendo.

Antes de sentarme miré curioso todo el derredor y los libreros, que aparete de ser muchos y no tener libros, tenían todos unas hojas de papel sobre ellos superpuestas unas sobre otras cubriendo solamente una mitad de la hoja que las precedía, así parecían ahorrar espacio para que quepan mas hojas en cada estante.

Sin embargo lo extraño no era todo eso en si, sino las pequeñas bolas de cristal que a modo de pisa papeles estaban una sobre cada intersección de las hojas superpuestas, tenía la impresión de que al primer movimiento brusco irían rodando por la madera al suelo, sin embargo parecían todas muy ordenadas y brillantes, como pequeñas luces.

¿Pequeñas luces?, acabo de darme cuenta que parecen brillar, no parecían estarlo haciendo antes.

La curiosidad puede mas a veces y me acerco a una de esas bolitas de cristal de no mas de 5 centímetros, parece tener las estrellas dentro, sin embargo otra que está a su lado a la izquierda destella de pronto como si me llamara y me acerco un poco mas a verla.

Lo que distingo primero son los extraños caracteres escritos sobre cada hoja: la superior tiene unas letras elegantes, alargadas, casi como dibujos estilizados de curvas y puntos; la inferior tiene letras más regordetas y cuadradas, casi como góticas pero totalmente ininteligibles. La bola destella de nuevo y vuelo los ojos a ella, hay algo que parece estar dentro que se mueve como un líquido verde- azulado con ráfagas cafés y un naranja opaco. Me acerco más y cierro un ojo para ver mejor el extraño contenido. Un extraño frío me recorre el cuerpo, como si hubiera bajado la temperatura de pronto, al punto que veo un halo de vaporoso aliento salir de mi boca e ir directo a la pequeña esfera de cristal. Y es cuando sucede, me parece ver la esfera haberse agrandado y veo tras ella como tras el ojo de una cerradura hacia una cadena de montañas bordeando una inmensa pradera, la imagen va ganando en espacio y se agranda ante mi vista, al momento lo veo todo y en mi cerebro se van llenando imágenes incomprensibles a una velocidad pasmosa y casi sin darme cuenta todo acaba, estoy allí mirando la pequeña esfera cristalina que no se diferencia en nada a las demás, todas quietas y mudas. Me separo del librero aun algo aturdido y (para que negarlo) medio asustado. Aun no entiendo qué pasó.

Me siento algo mareado y al final tomo mi lugar en la mesa cercana justo en el momento que el anciano trae una bandeja con la cena.

No se me ocurre preguntarle nada, ni comentarle de lo extraño de los libreros y estantes, cenamos charlando de nimiedades y de los procedimientos que debe seguir para pagar su deuda al banco. Al cabo de media hora me despido del viejo y vuelvo al pueblo. En el camino me extraña mi propia conducta y el silencio sobre lo sucedido, tal vez el miedo a una extraña respuesta haya sellado mis labios o que se yo, pero no quise mencionarle nada de nada.

El cuarto del pequeño hotel es casi monacal: un catre donde quepo justito, unas mantas, un pequeño velador y nada más. He llegado ya en noche cerrada y totalmente cansado. Me he lavado la cara y los dientes en el baño común del final del pasillo y estoy tan cansado que solo quiero dormir.

Apenas he tenido ganas de quitarme la ropa, si no fuera por el polvo del camino y el calor que me había dejado algo sudado, me hubiera dormido así, pero me sentía incómodo así que me desnudé, me puse solo el pantalón del pijama y me acosté.

No puedo dormir, estoy tan cansado que la ansiedad de sueño me impide dormir, en lugar de eso vuelvo a ver la imagen que salía de la esfera, una y otra vez, cada momento se hace mas fuerte, mucho mas nítida, se que terminará por llenarlo todo, mejor dejo de luchar en tratar de olvidarla.

El prado es inmenso, inconmensurable, es un mar verde al pie de la cadena montañosa que se me antoja también imponente, se que son miles de kilómetros de extensión, no alcanzo a ver el final ni de uno ni de otro, sin embargo no hay árboles, solo piedra arriba y césped abajo. Estoy parado al bode de ambos, al borde de la montaña y del prado.

Parezco distinguir inmensas cuevas en los picos de las lejanas cumbres, las veo a millares, toda una ciudad incrustaba en la roca. El suelo retumba, como un suave temblor y por la lontananza distingo acercarse una marea marrón que la luz de un sol doble (¿sol doble?) vuelve borrosa.

Estoy en la cumbre de una de la montañas, de la mas grande, a unos veinte metros abajo diviso una explanada gigantesca, una inmensa muesca en el pico de esta mole, tan alta que las nubes son un manto algodonoso que me impide ver la pradera que se que está abajo.

Son cientos, miles, muchos miles, un enjambre de aves que se acercan de todos los puntos y van directo a este atrio de los aires, los veo llegar, como una nube, como una tormenta, sus inmensas alas baten el aire en un murmullo que parece el mar rompiendo un acantilado de forma constante, sin descanso, sin flujo ni reflujo. Pero no son aves, son mujeres vestidas con extrañas armaduras naranjas, sin embargo tampoco son mujeres, sus piernas son de aves que terminan en garras, todas plumosas y musculosas.

En la cabecera del atrio, la reina habla en extraño lenguaje y el ejército alado responde con un grito: "OLEHIM" triple. al mismo tiempo que levantan las manos y apuntan las alas al cielo. Ella se eleva en el aire batiendo las alas y se lanza en picada a las nubes, las demás la siguen en perfecta formación de batallones eternos.

Estoy en la pradera, tan lejos de las montañas que casi se pierden en el horizonte, siento el temblor en el suelo y lo veo venir, tiene como tres metros de altura y sobre la cabeza lleva una cornamenta de ciervo que le agranda el cuerpo otro metro mas, es imponente, todo músculos, también aparenta un hombre, pero es un sagitario que cambió al caballo por el ciervo. Sus ojos son amarillos, tiene una armadura de marrón de cuero que le cubre el amplio tórax, en las manos lleva aferrada una inmensa maza de tosca piedra atada con cuerdas, es informe, casi redonda, pero se notan los filosos bordes con que ha sido dotada.

Tras él está la marea marrón ¿cuantos son?, no lo se, se pierde su número en el horizonte.

Él es el gigante de todos, tiene por lo menos un metro más que los demás y desde su altura natural les habla, los incita, sus ojos inyectan furia. El ejercito le responde: "MIHELÓ" tres veces, a cada imprecación.

Gira hacia el campo, hacia las montañas, y corre poderoso, imbatible. El temblor se ha vuelto terremoto y veo pasar los ciervos-hombre interminables.

Soy el cielo, soy las nubes, soy el aire. Las alas batientes me modifican volviéndome torbellino, ahora las veo, armadura dorada, ojos violetas, carcaj en la espalda y arcos en las manos. Siento pena por los ciervos, no tienen oportunidad en esta lucha.

El aire es huracán, la tierra es terremoto, los ejércitos se acercan.

La reina sale al combate primera, el sol casi se oscurece por la sombra alada, los ciervos corren mas de prisa y de pronto saltan, se elevan, a un grito parecen volar de tal altura a la que llegan y lanzan sus mazas al aire, contra las aves. Y casi al unísono del salto las aves caen en picada hacia ellos lanzando sus flechas.

El aire zumba en el revuelo de las alas extendidas luego del disparo, la tierra tiembla en la caída después del salto y otros batallones saltan y lanzas al cielo mientras del cielo llueven los dardos. A la carrera las mazas son alzadas del suelo luego de la caída a la vuelta del aire, a la carrera son esquivados los cuerpos de las aves caídas, de los ciervos perforados.

La tercera parte del ejército aéreo se eleva nuevamente para el ataque, la tercera parte del ejercito terrestre embiste desde atrás para la respuesta.

Nuevo salto, cueva caída, ellos buscan el cielo, ellas buscan la tierra, mazas y flechas y las otras dos terceras partes del ejército aéreo ataca de pronto con las garras, perforando carnes, arrancando piel, las cornamentas atacan el cielo y hieren y rasgan el aire.

Mazas, flechas, garras, cornamentas, aire, tierra, ellas, ellos, todo se confunde, la furia gana, las flechas se acaban, las mazas están bajo otros cuerpos y son mejores las cornamentas, atacan defienden, defienden y atacan, marea marrón y marea naranja. Todo es caos, la guerra es caos.

El sol se oculta y la luna sale, mas la guerra continúa, veo héroes, veo heroínas, presencio treguas instantáneas y ataques arteros, de ambos bandos.

La tercera luna se levanta desde el inicio de la batalla, la pradera es un infierno de alas y cornamentas, de cuerpos mutilados y dolores gritados a la indiferencia, mas sigue el combate en los espacios vacíos, sin tregua, solo odio.

El quinto sol los alumbra, es un espacio de apenas un centenar de metros, ella bate las alas heridas en el aire, él mancha la pradera con su sangre, ya no queda nadie, los demás han rendido su alma entre la pradera y las montañas cubiertas de cuerpos hasta el horizonte. ¡Cuanta destrucción!, pero debe triunfar uno, solo uno de los dos.

Ella gira en el cielo, el lo hace en la tierra y se lanzan al último ataque, las garras listas, la cornamenta también. Su salto es portentoso, el giro de ella increíble, veo las garras llegar al cráneo y atravesarlo, veo la cornamenta entrar y salir rompiendo la carne. El ruido de la caída rompe el silencio pesado que lo rodea todo. Caen atravesados el uno al otro, confundidos en la muerte, como uno solo.

En lo alto de la colina hay un destello, llego a él y veo una mano alada escribiendo una historia con letra alargada en dibujos de líneas y puntos. La tinta corre la mano muere. Voy a la pradera y otra mano dibuja otra historia con letras cuadradas antes de dejar que la cornamenta se ahogue en la pradera reposando en la lenta muerte.

No necesito traducción para la última palabra de ambas historias: OLEHIM - MIHELÓ

Cada uno cuenta la propia victoria.

Despierto sudoroso. Con el sueño aun vivo en mi memoria. Tan real como un recuerdo, como el recuerdo de la cena con el viejo.

Me quedo en el pueblo, pero él no aparece. He estado en la sucursal del banco todo el día y sin embargo nunca vino.

Me voy ni bien cierran las puertas y mandan el último informe a la central.

Han pasado cinco años desde aquel día y aun lo recuerdo todo como si lo hubiera vivido personalmente, por azares del destino vuelvo al mismo pueblo y debo ir al mismo lugar.

No estoy nervioso. Para nada.

He dejado la notificación al nuevo dueño del lugar, la última crisis hundió su negocio. La casa ya no existe desde hace tiempo y ahora el banco es dueño de un casi flamante campo de golf.

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