Como todos los días, desperté sin saber donde me hallaba. Como todos los días, recorrí con la mirada lo poco que ésta podía abarcar. Fue entonces cuando sentí que el blanco de las paredes me era familiar. Estaban también, la puerta que daba acceso a quienes me torturan a diario con sus palabras y ese bombillo que jamás deja de alumbrar.
Puse todo mi empeño en mover las manos y, posteriormente, los pies. Fracasé en ambos intentos; como todos los días.
Años atrás el error de algún “galeno” me dejó postrado… convertido en una especie de vegetal. Quizás algún día logre superar esta desagradable situación.
Mientras tanto seguiré intentando comunicarme… como todos los días.