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Cada mañana Joaquín el vagabundo hacia la misma rutina, primero se levantaba con sus viejos trapos a lavar los coches que se estacionaban en la esquina pero casi siempre le decían lo mismo: –¡muévete!- o –¡hazte a un lado!-. En fin, era lo mismo siempre que lavaba autos pero cuando terminaba su jornada con cansancio iba a los puestos callejeros de comida donde compraba dos tacos.

Al día siguiente camino a la esquina a lavar autos, se encontró un billete de a veinte pesos. Pensó qué haría con ellos y decidió comprar un billete de lotería. Cuando regresó al expendio para consultar el resultado, la joven que atendía el lugar le dijo:

–Felicitaciones se sacó el gordo de la lotería-

El vagabundo compró una mansión que daba a la playa se alegró de no volver a lavar autos. Pasaron los meses pero aunque era millonario seguía solo por ser ambicioso, entonces, regaló todas sus posesiones y descubrió que la verdadera riqueza es ser humilde y compartido con todos.

FIN

 

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