Ante el pelotón de fusilamiento, en el último minuto y después de poner en paz su alma con el sacerdote, el condenado a muerte vio que uno de sus verdugos le ofrecía un cigarrillo, a manera de despedida.
Recordó todas las recomendaciones de su infancia, de padres y maestros y lo rechazó diciendo:
- ¡No, gracias, fumar produce cáncer!