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Moría la tarde y el frío viento de invierno arreciaba por la ciudad encaramándose a cada rincón desprotegido de abrigo.

El humo del cigarrillo se disipaba rápidamente al ritmo de la fuerte brisa que corría alrededor mío, esa brisa rebelde que se negaba a darme sosiego.

Cada bocanada era una fútil revancha al frío, el humo caliente inundaba mi pecho, pero mis dedos se enfriaban mas rápidamente, sin embargo no quería moverme de allí.

Sentado en una banca de aquella plaza semiconcurrida a pesar de la hora y la gente, me vinieron recuerdos de otros momentos vividos que no pienso pero que tampoco quiero olvidar. No entiendo la manía que tienen algunos de querer olvidar tiempos bonitos nada mas porque luego van encadenados a amargos recuerdos, no me gusta encadenar las cosas, simplemente recuerdo lo que quiero recordar.

Aquella noche tambien era invierno, un invierno incipiente, de primeros días, pero con los conocidos atisbos de viento y brisa congelada. Viento de cordillera, brisa repentina. Caminábamos por la ciudad paseándola un poco, descubriéndola con otros ojos, los ojos de los niños, con mirada extrañada y preguntas extrañas, viendo lugares y cosas que los dias convierten en cotidianos pero que las noches envuelven de una magia distinta.

Los recuerdo como eran aquellos dias, empezando a descubrir la vida, retratando el tiempo en los ojos, curiosos de todo, atentos a cada historia, distraidos a cada momento. Solía empezar el cuento mas de una vez para que retomaran el hilo de las viejas historias de esta vieja ciudad. Al final les gustaron las historias y yo me sentí feliz de contárselas.

Fueron momentos así, desperdigados entre un día u otro. Los conocí y me conocieron, espero que aún me recuerden.

Sentado en este banco de fría compañía, me parece verlos jugando a ver a quien hago mas caso o con quien busco mi alianza para compartir sus travesuras, yo los miraba enternecido. Eran parte de ella y ella lo era todo para mi.

El cigarrillo casi se ha acabado y voy a prender otro, recuerdo que con ella no fumaba, no le gustaba el sabor del tabaco, simple recurso, tampoco le gustarían mis besos, dejé de hacerlo.

El tiempo, como este viento frío, nos jugó una mala pasada.

Hace unos momento los vi, aquellos niños ya dejaron de serlo, el está hecho un hombre, ella una hermosa mujer. Junto con ellos la reconocí. No ha cambiado mucho, yo si. Pasaron por mi lado y no me reconocieron, ni aquellos que fueron niños ni ella que lo fue todo.

Vine a sentarme luego aquí, en esta perdida y solitaria banca, al abrigo del viento que congela, al calor del humo que mata. Recordando viejos días, viejas noches.

No entiendo la manía que tienen algunos de querer olvidar tiempos bonitos nada mas porque luego van encadenados a amargos recuerdos. Los tres pasaron por mi lado y los vi como eran aquellos años, en el paréntesis del tiempo que fueron mios, en el instante del tiempo que pasó como un suspiro y que me marcó el alma a fuego.

 

FIN

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