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Mi mamá se separó de mi padre porque ya no se entendían más, desafortunadamente las cosas no se dieron. La posada nos la dio mi abuelita, allí permanecía escondido cada vez que mi papá llegaba porque me tenían prohibido que me fuera a vivir con él.

Tita me había escondido en varios lugares; del baño tuvo que sacarme porque le acabe con el ambientador, a la alberca no me volvió a meter porque casi me le ahogo, en la cocina no me volvió a dejar porque me  comía su mermelada, en la casita del perro estaba vetado porque me gustaba jalarle la cola para hacerlo chillar, al ropero nunca más volví porque le desocupaba su monedero y a la terraza nunca más subí porque me gustaba ver a la vecinita de al lado.

Pasados un par de días llego mi padre borracho y loco y como yo estaba en el baño mi abuela le pidió que esperara un momento mientras me escondía, su nivel de preocupación era alto, no sabía dónde meterme así que por la premura del tiempo me adentro en un baúl lleno de libros.

-Gustafo quédate aquí y no vayas hacer ruido.

-Tranquila abuela todo estará bien, yo hare silencio.

La conversación de los dos parecía larga y mientras mi padre se vomitaba en la sala yo espera en el cajón con una pequeña dosis de oxígeno. Mi posición fetal era bastante incómoda y un libro me tallaba en el coxis entonces decidí correrlo pero al hacerlo notè que las letras del título estaban en alto relieve. Lo más interesante estaba por venir, cuando lo abrí sus letras brillaron y pude leerlo en medio de la oscuridad, se trataba de un apasionante descubrimiento del biólogo americano Paul MacLean sobre el cerebro humano, fue de esta forma como conocí que no tenemos uno si no tres. Según la evolución y orden cronológico se encuentran los cerebros de reptil, mamífero y racional.  El primero se conoce con el nombre de complejo “R” es el encargado de  funciones vitales de supervivencia, reproducción, agresividad y marcación de territorio, también  se ocupa de actos  involuntarias como la respiración y movimientos de corazón,  suena raro decirlo pero en cada uno de nosotros hay algo de cocodrilo. El cerebro de mamífero o sistema límbico  representa el cuidado de las crías y el deseo de supervivencia, está más desarrollado en las hembras  porque en una región de su cerebro existe mayor cantidad de oxígeno, conexión neuronal e irrigación sanguínea. Por último se encuentra  el cerebro racional, es una especie de forro o tela que recubre los dos primeros, se ha desarrollado a través del tiempo y es producto de la evolución, permite el pensamiento, la reflexión, la creatividad, el lenguaje  y la  convivencia como seres sociales.

De repente la fascinante lectura fue interrumpida, mi madre había llegado y se formó la tercera guerra mundial, a la distancia podía escuchar palabras fuertes y algunos manotazos, salí del baúl y vi el cerebro de reptil en mi padre, el de mamífero en mi mamá y el racional en mi abuela que tal vez por su experiencia y sabiduría intentaba solucionar el problema a través del diálogo. Inexplicablemente la actitud de mis padres dio un giro de ciento ochenta grados y así como una motocicleta  pasa de un cambio a otro ellos pasaron a utilizar la racionalidad y concluyeron que lo mejor era centrar la atención en la solución del problema. Mi papá prometió no volver a tomar licor y a llevarme al colegio  y mi mamá a no quemarle las camisas con la plancha y a no dejarle salada las comidas.

 

De este modo comprendí desde el punto de vista biológico una explicación real  de actitudes como la envidia, el egoísmo, la creatividad, los sentimientos, la escucha y el raciocinio y finalmente me pregunte: ¿somos más humanos o somos más animales?

 

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