Identificarse Registrar

Identificarse

Cuando fui acólito, en mi lejana infancia, en la parte inferior del templo había un sótano y allí se guardaban todas las imágenes de los santos y, en general, jarrones, cortinas, candeleros y candelabros, sotanas, etc. Todos los artículos sagrados, que no se estuvieran utilizando.

Las estatuas de los santos y los cuadros eran tapados y cubiertos con unas telas moradas que, sin razón aparente, me causaban temor. Además, en clase de religión nos metían miedo al demonio y el sacristán agregaba que solo él podía levantar las telas y mirar de frente las sagradas imágenes. En mi mente infantil imaginé una película completa de terror y me convencí que podía volverse realidad.

Un día el sacristán me pidió que lo acompañara al sótano por unos elementos para decorar el altar. Bajé con él y al retirarnos me dijo, como quien olvida algo:

  • Me parece que dejé las llaves junto a la Milagrosa, vaya las trae. Nunca pedía por favor

Entré temeroso en ese cuarto semioscuro, era de día, pero allí no tenía luz eléctrica y la linterna la tenía el señor, que riendo a carcajadas cerró la puerta y me dejó encerrado, “para que aprenda”, me dijo, y se fue.

Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra me acurruqué en un rincón a llorar y recordé todo lo que imaginé la noche anterior mientras las telas caían al suelo y los santos comenzaron a moverse. Solo recuerdo que grité con todo el volumen que daba mi garganta.

Desperté en brazos de mi abuela y rodeado de mis hermanos que me miraban con deseos de preguntarme todo.

Edgar Tarazona Angel

Por favor comparta este artículo:
Pin It

Bienvenido a la comunidad de escritores, poetas y artistas del mundo.

 

Aquí podrá darse a conocer, conocer a otros, leer, disfrutar, compartir, aprender, educarse, educar, soñar y vivir el mundo de fantasía que hay en todo artista.

 

¿Quién sabe? ¡A lo mejor también es uno!

Están en línea

Hay 822 invitados y ningún miembro en línea

Concursos

Sin eventos

Eventos

Sin eventos
Volver