Hace unos días me levanté y no recordé mi nombre. Hice un inventario mental de nombres de varones y la mente me decía que no era ninguno de esos. Cogí el directorio telefónico y nada, no recordaba.
De pronto, se me vino a la cabeza una idea salvadora. Busqué la cédula de ciudadanía y ¡que alivio!, allí estaba mi nombre.
Edgar Tarazona Angel