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Un profesor de secundaria, como tantos que hay en todos los países, acostumbraba a ir los fines de semana a alguna tienda a tomarse unas cervezas y escuchar discos de canciones viejas. Era de muy pocos amigos y compartía con alguien que encontraba en el establecimiento de turno. Olvidaba decir que dictaba dibujo, pintura y música y amaba su profesión.

En uno de esos fines de semana tuvo la mala suerte de que se le pegó uno de esos borrachines fastidiosos que quieren armar conversación a como de lugar; de esos que ya hablan trabados y casi no se les entiende lo que dicen. Nuestro profe, enemigo de problemas hizo el esfuerzo de escuchar las sandeces y pendejadas del ebrio, él sabía manejar estos casos y también estaba un poco pasado de copas, así que aceptó este incomodo contertulio.

Copas van y vienen y, cuando el borracho le preguntó en qué trabajaba le dijo la verdad: “soy profesor de artes”. El hombre lo miró asombrado y dijo: “Pues no parece, hic…” Se quedó pensativo un rato y miró todas las mesas para ubicar a uno de esos matones que abundan en las cantinas; esos que, a la menor provocación arman pelea, Cuando lo encontró con la mirada se le acercó tambaleante y con voz pastosa le dijo así, más o menos: “Usted es un hijo de puta desgraciado que le pega a todo el mundo, a que no es capaz de pegarle a mi amigo el experto en artes…” y se lo señaló con el dedo índice.

El matasiete, sin mediar palabra se paró y la emprendió a puños y patadas contra el pobre maestro que, a duras penas se tapaba el rostro con una mano y los testículos con la otra sin saber porqué esta agresión; solo escuchaba una voz que le gritaba: “, muestre lo que sabe, deme Karate o Kung Fu o lo que sea, cobarde, maricón”. Cuanto el tipo se aburrió de darle se sentó de nuevo entre aplausos de sus amigotes mientras mi amigo trataba de levantarse.

El borracho causante de esta paliza se le acercó tambaleante y le dijo en tono de reproche: “dónde está su sabiduría en artes marciales, mañana vaya a que le devuelvan la plata, usted no sabe nada de eso, no sea mentiroso…” y siguió otros diez minutos en ese tono.

Cuando se calló y el profesor pudo incorporarse adolorido le gritó: “Imbécil, mire como me dejó ese matón, yo no sé nada de artes marciales, soy maestro de Artes Plásticas”.

Edgar Tarazona Angel

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