Siempre pensé que los sueños sólo eran eso, sueños. Cada noche me acostaba a dormir sin pensar en nada especial, lo que se le ocurriera a mi cerebro estaba bien.
Un día tuve la idea recurrente de que me iba a morir esa noche durante el sueño.
Desde que cerré los ojos empezaron a desfilar escenas macabras en cementerios y castillos sombríos, bosques llenos de fantasmas y almas en pena, lo peor era que no lograba despertar y la pesadilla continuaba sin misericordia. Intenté gritar y los sonidos se ahogaban en mi garganta.
Sentí el corazón a mil que se quería estallar y empecé a rezar cuando unas figuras siniestras aparecieron de la nada y me amenazaban con sus garras y dientes afilados.
Por fin, no sé qué pasó, pero logré abrir los ojos y sentí una terrible taquicardia con temblor convulsivo, tenía el cuerpo cubierto de sudor frío y temblaba sin parar.
Ahora, cuando alguien habla de la muerte, pienso que debe ser algo similar a lo que viví esa noche.
Aunque muchos opinan lo contrario...
Edgar Tarazona Angel