Espiritualmente enferma me encontraba, al igual que una persona anoréxica que desecha todo lo que come; así mi mente y mi corazón desechaban todo lo que entraba por mis oídos, con relación a las cosas de Dios.
Oía más no escuchaba; entendía más no asimilaba.
J.C. Ryle, escribió: “La oración no es algo natural. El deseo natural de nuestros corazones es alejarse de Dios. Por naturaleza no amamos a Dios, sino que le tememos. Por naturaleza no tenemos una convicción de pecado, ni tampoco sentimos nuestras necesidades espirituales, ni tenemos fe en las cosas que no podemos ver. Por naturaleza no deseamos ser santos. Por estas razones, los hombres no oran naturalmente.”
Después de todos mis procesos y por gracia divina, todas mis inquietudes acerca de Dios, obtuvieron respuesta.
Es real, que es en el crisol del fuego donde se purifica el oro. Hay que atravesar el desierto para llegar a tierra fértil. Nuestro corazón debe ser regenerado, para poder discernir los misterios de Dios.
Y en medio de mis procesos, despojada de toda inmundicia (ropa sucia) y de toda autosuficiencia, con el alma desnuda y totalmente desesperada, clamè a mi hacedor y fui vestida con el manto de justicia de Cristo.
Había encontrado el antídoto para mi anorexia espiritual. Un antídoto que fue creado mucho antes de yo haber nacido, pero requería ser aplicado en mi por su creador. La cura para mi enfermedad espiritual, se llamaba GRACIA.
Pero esa gracia no se puede comprar, no se puede ganar, tampoco se encuentra en las iglesias ni en las religiones ni en los ritos espirituales, porque es una gracia inmerecida y debe ser aplicada por el bendito salvador.
Para aplicar este antídoto, nuestro orgullo debe der aplastado, avergonzado y humillado. Así como se aplastan las uvas, hasta sacar el más delicado de los vinos.
La gracia soberana nos muestra, nuestra condición pecaminosa, nuestras bajas pasiones, nuestro egoismo y nuestra falta de amor.
Es como un espejo donde se refleja lo que llevamos dentro. Aplasta nuestro orgullo, nos avergüenza y nos humilla.
Necesitamos de la gracia para ser perdonados, para volvernos a Dios, para sanar nuestros corazones rotos, y para fortalecernos en tiempos de dificultades y de lucha espiritual.
Solo a través de la gracia podemos venir a El. La gracia nos lleva a una vida de servicio y santidad. Tratamos dia a día de agradarle más, de amarle más.
Y cuándo ésta gracia es aplicada, por el soberano , es cuando entendemos su justicia y reconocemos que Dios es el único autor y consumador de nuestra fe.
Gracia soberana- Antídoto espiritual
Texto de respaldo
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
1 de Corintios 2-14