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Cargamos al coche el equipaje justo y partimos un día muy frío desde mi ciudad, Bahía Blanca provincia de Buenos Aires. Nos dirigimos al litoral de mi Argentina. Las vacaciones proveen paisajes sin igual de los que surgen más de cuatro mil impresiones e invitaciones a reflexionar que aquí pasaré a contar.
Ovnuvilo no sólo ante la tierra colorada, los caminos de asfalto que se desdibujan sinuosos entre la selva temerosa de la mano del hombre; es el innumerable niño a la vera de la ruta vendiendo plantitas y piedras para poder comer; es la historia que sobrevive y mucho más.
El primer destino fue Corrientes.  Haya por el año 1994, dicen, surgió el agua tibia, hirviendo dolencias y evaporandolas en un predio municipal de una ciudad llamada Federación. Los pobladores vieron el alo de luz para sus destinos y el de sus posteriores generaciones; un pueblo turístico que recibe infinitas visitas de infinitos visitantes de muchísimos lugares del mundo. Allí pudimos remojarnos en aguas termales, lavar la mente, distender los cuerpos cansados; un relajo que todos merecen cada tanto. Un sitio bastante bien logrado con todos los servicios y obras que pueden o no ser necesarios.
Continuamos circulando por otra carretera.
Ya casi arribando a la siguiente postal, desde el camino pude ver, inmensa cúpula radiante para más tarde del Vía Crucis, arrimarme y  encontrar la Virgen de Itatí despampanante, envuelta en su manto azul y oro, con gesto compasivo; receptiva de los pedidos de miles de feligreces. Allí me tomé el tiempo para orar en mis adentros por los que no me quieren, los que se atreven a quererme y por el descanso de las almas de mis viejos. Estabamos en medio de un encantador pueblo colonial, Itati, provincia de Corrientes. Este paramo nos regalo además extensas playas de arena blancusca sobre la ribera del río Paraná y frondosos árboles proveedores de sombra reparadora. La monumental Basílica, erigida en 1950, conserva en su interior la venerada imagen de la mismísima virgen referida, ella había sido traída al país hacia 1589 por un evangelizador franciscano. Era imposible desprenderse de la paz que la religiosidad nos proveía.
Curva y contractura, faltaban 240 kilómetros  para llegar al destino  principal, el tercer parate, unas ruinas denominadas de San Ignacio Mini susurraron, dolientes latigazos a esos pobres jesuitas que colonizaron. Laborioza civilización organizada alrededor de una plaza central que nos llevó a la iglesia, la Casa de los Padres, el cementerio, las viviendas y el cabildo. El ásperon rojo, en grandes piezas. La dimensión de los trabajos, la acertada elección de ese material y los otros, permitio que, pese a años de deterioro, la mayor parte de los muros se encontrará aún en pie.
Hecha a pura piedra de arenilla, con tallados que inmortalizaron otros tiempos del siglo XVIII, distintos a estos del XXI pero parecidos en injusticias y desigualdad. Lo maldito de los ciclos históricos o la bobera de los que vinimos a repetir los mismos errores...
Pudimos munirnos de una piscá de la historia, que dicen se puede contar, la de la organización por estratos sociales en la que se era del sacerdocio o miserrimamente te sumían a su servicio. Las incoherencias del ser humano, unos derramando arrogancia y otros siendo felices con muy poco.
Loreto fue otra parte del paseo, en el lugar convivían otras ruinas jesuíticas y vestigios del siglo XIX  con la explotación de recursos naturales que nos dan hoy el que creemos, un presente de comodidades y exacervado aprovechamiento de todo.
La sencilla guía turística nos contó de guaraníes de 1,50 y 1,56 metros, yo podía imaginarles atravesando la cerrada vegetación a machete improvisado de la época. Sacerdotes y colonos obstinados, parecía que en ese lapso de tiempo, cuando introdujeron tantos bártulos europeos (varios objetos exividos en tremendísimo museo), se produjo la devaluación de lo originario tan en boga no hasta hace mucho tiempo. Colonización o usurpación? Me pregunté aunque ese será tema de otro encuentro.
El árbol cultivado, sustento de miles de misioneros, circulaba casi muerto, aún no seco, en gigantescos camiones. Podían apresiarce bananos, naranjos, mandarinas y perfectas orquídeas, helechos, un manto verde con destellos rojos, anaranjados, rojizo, violaceos; la paleta de un  pintor mejor lograda. Era la entrada a Paraná Entre Rios el próximo alboroto para nuestros ojos.
Ya en el Parque Nacional Cataratas del Iguazú la cartelería advertía, animales sueltos, precaución,  disfrute sin dañar la naturaleza y el mejor de los spots; "pobres los que ven sin mirar". Copiaron mis retinas gigantescos Dorados y Surubies, más de no sé cuántos saltos de agua y senderos de tupida vegetación. Congraciados monos Titi y simpaticos Coaties. Creo que por la garganta del diablo derrame mis pesares en lo mas hondo para jamás reincidir triste y decaída ante la vida. Tenemos bella casa, trabajo elegido y rica comida! Pensé.
El Parque Nacional El Palmar que se nos cruzó por  el noreste, en la provincia de Entre Ríos, a orillas del río Uruguay, me pareció fabuloso por el simple hecho de que lo hecho por el hombre hasta el momento es muy poco. Sus caminos de tierra nos deslizaron por la Calera del Palmar, donde se encuentran las ruinas de un establecimiento jesuita, y los miradores del arroyo Los Loros y La Glorieta, desde donde se puede observar el parque. Estos bosques albergan pájaros carpinteros, linces, armadillos, zorros y muchos carpinchos atrevidos que se nos acercaron en todo el recorrido.
El hombre, la mujer y el niño aquí son distintos, de extrema sensilles y una piscá de osquedad, pareciera ser uno, el visitante, a quien miran suplicantes, tírame un manguito porteño! Llévate las conservas, los dulces, las naranjas, las plantitas y el licor cacero!
Ya habíamos recorrido 2000 kilómetros, se acercaba el regreso para procesar todo lo vivido, contábamos con 2000 kilómetros más para ello.
Al fin de cuentas si llegamos hasta alli, tan lejos de mi casa, fue para conocer otras realidades otras maneras de sufrir con dignidad de mi Argentina querida. Espero sepan disculpar mi frágil memoria y puedan dimensionar  este cúmulo  de aventura vivida. Como aún faltan muchos viajes de vacaciones habrá otros relatos y senciones para contar. Regreso dichosa a mi pago. Nos vemos en los próximos Miles de kilometros hermano.

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