Es un día liviano, hecho como para el reencuentro inmaculado entre el amor y la indiferencia.
Aunque se conocieron en los comienzos del mundo, jamás se han reconocido el uno en el otro, y aunque han recorrido el sendero tomados de la mano, cada uno camina por su lado. Pese a ello, el amor siempre ha sido cercano y la indiferencia distante, per se.
De tal forma que, como PENSAR es un derecho innato de la mente humana, el amor siempre ha soñado que es silenciosamente correspondido y que, por ende, ha llegado el momento de franquear el velo invisible que imponen los compromisos morales. Por eso, con la promesa inquebrantable de protegerle su honra y dignidad, el amor jura mantener en pulcro secreto esta pretendida relación. No obstante, si bien es cierto que PENSAR es un derecho innato de la mente humana también lo es que ANALIZAR es una obligación de la razón individual. ¡Pues bien!, cumpliendo con esta obligación, la indiferencia considera que este distanciamiento ha sido y es fruto de la más pura falta de atractivo personal y con total frialdad comprende que tras de la promesa de proteger su reputación y buen nombre, solo existe camuflada la malicia de quien está cultivando y protegiendo tan solo sus intereses personales y familiares.
Y así terminó este encuentro inmaculado. Para uno en desilusión porque en medio la frialdad recibida durante toda la vida, siempre quiso soñar que esta frialdad era un mecanismo de defensa para ocultar un enamoramiento condenable por las normas sociales y familiares… para la otra, una simple sorpresa al escuchar una confesión que habría preferido seguir ignorando…
… aunque me haya inspirado esta inútil nota…