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La tarde pasaba lenta y rápida al mismo tiempo, inquieta, con esperanza y desilución, entre suspiros y mordidas de puño, todo oculto en una tensa, muy tensa, calma...

Tenía quince años y hacía un par de horas había hecho el atrevimiento de su vida y esperaba las consecuencias, buenas o malas.

Durante la última semana se dió cuenta que había una nueva muchacha que atendía el negocio de abarrotes por el que pasaba al regresar del colegio para llegar a casa. La primera visión de la muchacha lo dejó encandilado, al punto que se quedó mirándola como un bobo hasta que un cliente que entraba lo regañó en la puerta y él se fue antes que la muchacha se diese cuenta.

De ahí, todas las tardes al regresar se la ha quedado mirando mientras ella no se de cuenta. Y casi huyendo cuando la muchacha gira en dirección a donde está.

Lo estuvo pensando todo el día de ayer, qué hacer para poder hablar con ella. Intentó entrar al negocio y comprar algo o preguntar por algún producto, pero el valor se le fue escapando a medida que se acercaba, apenas llegó a cruzar la puerta, ya ni soñar con llegar al mostrador. Ella lo miró y él se quedó petrificado al enfrentar esa mirada de ojos de miel, nariz perfecta y labios rojos. Solo se dió vuelta y salió sin decir nada.

Se detuvo a media cuadra y respiró, como se dió cuenta que a la puerta sí que podía llegar, tomó un papel, escribió su nombre, el número de su celular, añadió una hora para la tarde y se acercó otra vez a la tienda. Esperó que la muchacha levantara el rostro de lo que hacía y cuando lo miró le mostró el papel, se señaló él, la señaló a ella y lo dejó sobre una pila de productos que estaban a la entrada. Luego se fue casi corriendo.

Se sentía entre feliz y espantado, no sabía si resultaría, pero si era así, en un par de horas podría hablar con ella. Respiró hondo otra vez y se fue a casa sin darse la vuelta.

Por eso ahora está inquieto y asustado, con los minutos que no parecen avanzar o que avanzan de pronto.

Se siente con suerte de que la ruta de vuelta a casa la haga solo, justo un par de cuadras antes de pasar por la tienda.

Los amigos con los que llega a ese punto siempre lo han intimidado y no de forma conciente, sino por el hecho de que son ellos los que se quedan siempre con las chicas y seguro que ya serían grandes amigos de la muchacha de la tienda. Siempre se ha sentido el patito feo del grupo y los demás no paran de afianzar esa visión.

Pero hoy no, ellos no la conocen y, a pesar de su timidez y de que no haya podido ser él quien de el paso decisivo, puede que ella quiera ser su amiga. Solo hay que tener la esperanza de que llame,

El momento se acerca, ya casi van a dar las 5 de la tarde, supone que ella llamará un poco mas tarde (si es que llama) y se prepara mirando el aparato, comprobando la batería y verificando su señal de internet. Ha puesto el telefono junto a las hojas de papel en la que está haciendo sus deberes para distraerse (cosa que no logra por supuesto) y tenerlo en frente suyo.

Casi se le han secado los ojos, siente que no ha parpadeado en la casi media hora que lleva esperando, ha comprobado todo como quince veces, se asustó al principio porque tenía el celular en silencio, asi que le aumentó el volumen, pero ninguna llamada perdida ni nada.

Cuando el reloj da casi las 6 suspira y se levanta de la silla, sus hojas están casi todas vacías, obviamente no ha avanzado una letra. Termina recostándose en la cama y sonriendo triste, "al final tenía que intentarlo" se dice, también piensa que para evitar la vergüenza será mejor que tome otra ruta de vuelta, sería incómodo tropezar con ella.

Por suerte no le contó la aventura a nadie, asi que el rechazo solo lo sabe él.

Ha sido cuidadoso toda la semana de clases, se ha ido con los amigos una cuadra mas de lo acostumbrado para pasar la calle de la tienda, al principio preguntaron porque se iba una cuadra demás, pero despues de las chanzas acostumbradas ni pidieron la respuesta y se olvidaron de la pregunta.

El domingo tenía partido de fútbol y se fue a verlo, no le tocaba jugar y habían perdido, jugaron con uno menos. Le llegó la retada y el castigo del entrenador por haberse hecho expulsar el partido anterior. El faltón la tendría aun peor.

Sabía que domingos no estaría abierta la tienda y se fue por la calle acostumbrada. La tienda estaba cerrada, se quedó un momento mirando la puerta, imaginandola a ella. Su mente voló y la vió salir y saludarlo, comentarle que le había dado vergüenza llamarlo y que esperaba verlo pasar para ver si así se animaba ella. Se imaginó muchas cosas mas y todas tenían que ver con la mirada de miel, la nariz perfecta y los labios rojos.

Sintió un breve escalofrío pensando que aquello que había imaginado fuese real, si ella no había tenido el valor de llamarlo y que sería mejor acercarse a hablarle, al final el que tenía que dar el primer paso definitivo era él. No ella.

Miró nuevamente la puerta antes de irse y caminó pensando en que sería una buena idea intentarlo de nuevo y acercarse al dia siguiente que era lunes.

A doblar la esquina casi choca con uno de sus amigos que venía apurado, le preguntó en qué había acabado el partido porque él no había podido ir a pesar de que sí podía jugar:

-El profe te tiene castigo- le respondió.

-Ni modo, tenía cosas que hacer- respondió a su vez el amigo y le guiñó un ojo, mientras se arreglaba un poco las mangas como pavoneándose de su atractivo.

- ¿Una cita? -

- Nunca faltan - y se rió.

Se despidieron con un apretón de manos.

De pronto el presentimiento. Giró sobre sus talones y dió la vuelta a la esquina de regreso.

Ahí estaba su amigo, en la puerta de la tienda, seguro había tocando el timbre.

Salió ella, el se acercó y se dieron un tierno beso en la boca. Se cerró la puerta, ella lo tomó de la mano, se abarazaron y se fueron caminando hacia el otro lado de la calle.

El se giró nuevamente y volvió en dirección a casa.

La imagen del beso se le quedó grabada con pena y decepción.

- Asi que se llama Norma - Se dijo

Su amigo venía hablando de su novia Norma desde hacía un mes y si no la presentaba era porque no quería decepcionarla con la clase de amigos que tenía y se habían reido todos.

Nadie le creía y le decían que tenía una novia fantasma. Ahora él sabia que la mirada de miel, nariz perfecta y labios rojos se llamaba Norma.

FIN

 

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