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En nuestros años de adolescencia y juventud la mayoría tenemos actitudes de rechazo a los mayores y esto depende del entorno social y cultural donde nos encontremos en esta etapa y es diferente para cada muchacho. Siempre o casi siempre hablo de mí y en este artículo no será diferente.

Terminé mi secundaria en una normal para varones noviembre de 1966 (en esos años no existían los colegios mixtos) y empecé a trabajar como profesor en Fontibón tres meses después. Mi afición a la lectura me llevó a buscar grupos de escritores, poetas y artistas de diferentes actividades, y entre ellos era costumbre utilizar el cabello largo, barbas, ropa poco convencional, más bien pobretona y tabaco, o pipa en los labios, como para aparentar intelectualismo y bohemia.

A pesar de mi edad yo llevaba varios años fumando y dos bebiendo, de manera que con facilidad me acoplé al ambiente y como no me crecía el pelo de la cara, adopté una cachucha tipo escoces y pipa al estilo de Sherlock Holmes y algunos personajes importantes de la realidad como Pablo Neruda y Julio Cortázar. Eso me hacía sentir artista bohemio e intelectual. El asunto era que la mayoría de ese ambiente eran vagos y yo de los pocos que trabajaban, de manera que, por lo general el trago, los cigarrillos y otras yerbas corrían por mi cuenta. Eso me obligó a comprar tabaco de mala calidad para mi hermosa pipa.

En los grupos que frecuentaba nadie decía nada por el humo de chimenea maloliente de mi cachimba, pero en mi casa y otros ambientes familiares me gritaban que apagara esa porquería que olía a diablos, desde entonces he escuchado esa expresión muchas veces y por más que busco nadie me da razón a que huelen los diablos.

Con el paso de los meses me alejé de algunos gorrones y mejoró la situación de mi bolsillo, así pude comprar tabaco de mejor calidad y caminaba por las calles orgulloso y echando humo cual locomotora de vapor. Pero en mi casa no me aguantaban a causa del humo que exhalaba, así que me fui del hogar paterno porque me pusieron a escoger entre ellos y mi amada pipa, por supuesto ganó mi pipa.

Para no alargar el asunto, en marzo de 1982 suspendí el consumo de tabaco en forma de cigarrillo, habano o pipa. Y hace unos días un amigo me hizo retroceder en el tiempo al preguntarme si alguna vez yo había fumado en pipa, porque el ensayó y no le encontró ninguna gracia. Yo me devolví en el tiempo y tuve que convenir que él tenía razón; además de hacerme sentir importante y artista, lo único que me aportó el humo fue distanciarme unos años de mi familia y amigos y una maldita tos que me duró varios años.

Sé que mi opinión sobre el uso de la pipa va a encontrar defensores de este artefacto productor de humo qué, a pesar de estar cargado con tabaco de excelente calidad, no tiene mayor encanto. Por eso jamás habrá un grupo de Pipólogos Anónimos (digo pipólogos para distinguirlos de los piperos, que en algunas regiones del país son borrachos que beben pipo, una bebida compuesta de alcohol, gaseosa, limón u otras sustancias); esta pendejada no crea adicción como si lo causa el cigarrillo.

Edgar Tarazona Angel

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