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La alegría vive en mí, la felicidad vino bañada en suaves rayos de sol mañanero; en la tarde serena y fresca de virtuosas luminiscencias anaranjadas de los rayos del horizonte crepuscular.

En la sonrisa y la alegría de un niño con su regalo de navidad, en el primer algodón de azúcar, en el sabor del primer helado, en la magnificencia del primer arcoíris.  Así como en los ojos de una madre con el nacimiento de su hijo.

La alegría vino a mí, en el trinar de los jóvenes canarios que vuelan engalanados con sus trajes de finas plumas de tulipán.

En el amor tímido del primer beso, en el amor correspondido de los jóvenes y parejas de enamorados, en la céfiro de la joven mañana que aviva  las alas de mariposas danzando de flor en flor, polinizando a la vida saboreando el dulce néctar de la esplendorosa flor.

La vida bañada de luz divina vive en mí, dentro de mí no hay espacio para la tristeza, ella huyo despavorida ante tanta fortaleza, luz y alegría espiritual, en mí, la sombra no existe, en mi ser solo hay luz infinita tan blanca, tan pura, tan virginal, agua viva cristalina manantial de alegría exquisita inquebrantable en todos los sentidos.

¡Dolor, tristeza, ambigüedad! Aquí no hay espacio para ti, la luz en mi disipo cualquier vestigio de ti. En este sendero de luz cósmica, divina el amor y la alegría son la unión perfecta de la naturaleza con Dios.

Allí en el centro de mi alma, la música entona alegres piezas y composiciones, soy un orfeón de melodías perfectas, la inspiración divina, el  universo compuso el verso y el verbo en melodía celestial.

Yo soy el mar, el lago, el océano, allí vivo yo, en el centro de todo, la calma en mi es perdurable, diamante puro, perfecto tallado en la espiritualidad inquebrantable del dios Sempiterno.

La serenidad es mi sangre vital, cascada de energía inagotable alimenta mi ser. Es  mi corazón,  un faro que reposa en un cimiento de paz, de luz radiante en la  bahía de mi exuberante océano que guía cualquier desacierto inesperado que desanime mi armonía y mi júbilo.

La alegría vive en mí. Es mi alma y mi espíritu una indómita bestia que cabalga en las estepas de la verde pradera sin ataduras ni mordaza. Un héroe, un hidalgo, el Cid; que libra las más extraordinarias batallas de toda una vida entera. Sin embargo en el tablero de la vida. Mi alma y espíritu estaban amordazados, agrillatados al dolor y la desesperanza, ellas libraron una feroz batalla de luz contra oscuridad, de matices blancos y oscuros, la desesperanza golpeaba duramente sin clemencia a mi alma triste y cansada, vieja y desdichada, mi alma casi sucumbía ante el dolor y el abandono, y en el último suspiro de vida una leve llamarada se fue encendiendo, de aquel corazón marchito y carbonizado, envuelto en un cascaron ceniciento, gris y mal trecho. Mi espíritu de lucha  se fue encendiendo como bestia legendaria, palpito a palpito se fue iluminando, recobrando su color dorado, la metamorfosis de mil brazos y mil espadas radiaban en luz, en cada estocada la luz disipaba las sombras de la desesperanza, cada zarpazo mi alma y mi espíritu de lucha, la supremacía se fue imponiendo, trompetas de victoria se escucharon por doquier. Las sombras se fueron repeliendo en el génesis crepuscular. Así fui Conquistando mi felicidad, mi alegría, mi victoria, su costo fue alto, pero valió la pena.

De bello cotidie felicitatis infinita.

Ruddy A. Rodriguez A. VLP/GUARICO/2019

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