Extrañarte no era lo apropiado. Solo estaba extrañando a mi cuerpo resplandeciente y brillando. Entonces cuando lo adiviné, me calcé la ropa y jamás volví a contártelo, porque no haces falta, pero siempre me encantas.
Porque ahora no puedo mostrarte aquello en que no crees; por eso de que ya tienes tu mortaja y yo recién me he puesto el vestido de la fiesta. Porque quieres mostrarme que eres lúgubre cuando en el fondo no lo eres. Porque no te quieres tal cual sientes y te reúsas a aceptar; que el que miente una vez, miente siempre. Porque viviste mucho y a pesar de ello, no sabes lo curativo que es el olvido selectivo.
Tal vez otro día, desee servirme de tu nombre cuando su nombre no resuene en ecos de lamentación que hasta a mí me ensordezcan.
Ahora solo quiero olvidar mí equivocación, aunque cuando despiertes, para serte sincera, ya habré olvidado mi recurrente dar sin esperar y te estaré extrañando de nuevo, porque no sé cómo lo hacen, tus tinieblas me hablan de que podemos escribir un mejor cuento.