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No todas las visitas son agradables, algunas, que llegan de sorpresa, por lo general, son de personas que ni podemos considerar como amigas y llegan con las manos vacías, se acomodan donde les viene en gana, gastan lo que encuentran en la nevera y la alacena y ni dan las gracias, como si uno tuviera la obligación de recibirlos y atenderlos.

Decía mi madre y parece que es un sentir muy generalizado; que las visitas y los cadáveres después de tres días empiezan a oler muy mal. Y es en general aplicable a la mayoría de las visitantes; conozco familias que son felices con la invasión de sus casas, a mi no me agradan. Sólo muy pocas visitas y eso con invitación. Yo trato de no ir donde nadie para no crear el compromiso de la devolución de atenciones.

Hay familias que se creen invitadas a todas partes y llegan en paquete; me explico, si por mala suerte le da a uno por invitar a una ceremonia especial a la pareja mayor, llegan con hermanos, primos, compadres, hijos y amigos y con un regalo que da pena, y lo peor de todo son los más exigentes y pasado el agasajo los más criticones. A mi madre le aprendí a ser sincero, pero eso no es bien visto por esos rezagos de pena ajena. A mi me llegan de esa manera y no los dejo entrar. Aunque me digan que ya es muy tarde para devolverse, de malas, como llegaron que se vayan.

Hay personajes muy desagradables en las visitas, a mi me caen gordo, no se a ustedes y aquí los relaciono, de pronto me harán falta, pero estos son los más indeseables:

1.    El borracho: desde que llega Mirta por todas partes a ver donde está el trago, y cuando se le ofrece un tinto o un refresco se excusa diciendo que le hace daño, que si no hay manera de un traguigto de lo que sea. Y, si la visita es para varios días seguro que desocupa todas las botellas, hasta las que estaban escondidas. A eso hay que agregar que si pertenece al grupo de beodos fastidiosos tenemos el show completo.

2.    El fumador: hiede a nicotina y aunque salga a fumar a la calle o al balcón, su hedor lo sigue a todas partes. El asunto empeora cuando varios integrantes de la visita son fumadores empedernidos y se creen con derecho a fumar en la sala o en las alcobas.

3.    Los que llegan con niños fastidiosos o con mascotas consentidas. Para mi fortuna tengo la capacidad de no recibirlos o de decirles que se vayan. Pero he visto la desesperación de amigos viendo como los chiquitines rompen cosas y sus padres se ríen de las travesuras. O el perrito que se caga y mea en todas partes ante la mirada complaciente de sus dueños.

4.    Los atenidos: no aportan nada y esperan que los atiendan como reyes, por añadidura se apoderan del TV, el computador y los juegos de video. Son un fastidio como los anteriores.

Afortunadamente no recibo visitas, ni voy a donde no me invitan. Si la invitación es a otro pueblo lo primero que hago es buscar hotel. Pero si me agrada que algunas personas lleguen a mi casa con la condición de que sea yo quien las invite.

Edgar Tarazona Angel

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