Cierro los ojos, y tapo mis oídos, para no oír tus devastadores insultos, cristales rotos, puertas que se abren y se cierran de golpe, gritos y más gritos, y de repente, bofetones y palizas, marcan mi cara y mi cuerpo de niña dulce e inocente, y mi moral por el suelo, mi hija aterrada que la protege mi cuerpo, llora desconsolada porque no sabe, no comprende.
Mis ojos morados por tus golpes, mi cuerpo magullado por tus frustraciones, y luego más tarde abrazos, lágrimas de arrepentimiento y mi aterrado y obligado perdón. Quiero correr hasta que no quede camino por recorrer, donde no me puedas encontrar…pero no existe camino, y sigo aquí paralizada día a día por el agotamiento y por el dolor que me proporcionan tus inseguridades, por no saber a donde ir, ni por quien preguntar.
Y miro a mi hija…, tengo que hacerlo, tengo que hacerlo, por ella, por mí pero ese miedo aterrador, me dice que no debo.
Mañana, mañana lo pensaré, mañana te dejaré, seguro será mañana…
Ana G.